Cómo fue tomarme un Waymo: el taxi que se maneja solo

Yo te pido uno. No te subas atrás, súbete al asiento del copiloto– me dijo mi amigo.

La ciudad de San Francisco aprobó hace dos meses los taxis de Waymo, autos que se manejan solos, y pude probar cómo funcionan.

TLDR: perfecto.

Es algo que decía en clases. La tecnología lo hará tan eficiente y seguro, que creo que en algunos años, en algunas ciudades con autos, será ilegal que los manejemos.

Mi socio Agustín postula que su hija de 7 años no alcanzará a manejar un auto.

La experiencia

Llegó en 8 minutos, que es lo estándar, así que no hay pocos dando vueltas por las calles.

El precio es más que UberX, pero menos que Uber black.

Me subí y lo primero que me asustó fue si iba a poder abrir la puerta en mi destino para bajar, porque mi amigo fue quien me lo pidió y yo no tenía la app. Así que apenas me subí, probé abrir la puerta para bajarme, jaja. Funcionó.

Empezó a andar y una voz me pidió que me pusiera el cinturón.

Lo segundo que me asustó fue que decía que me demoraría 41 minutos en el trayecto al café donde iba. Pensé “cómo tanto si no es tan lejos y no es la hora del taco”. Por suerte tenía una pantalla táctil en el medio, como los Tesla, y rápido busqué el mapa de la ruta para ver si mi amigo me había mandado a otro lado, pero no, estaba bien.

Es porque Waymo todavía no funciona en autopistas así que se fue por calles chicas. Creo que en un auto normal habría sido 30 min.

Era un Jaguar, cosa que da como lo mismo. Sólo pensé en cómo habría sido la negociación y qué otras marcas de automóviles habrían quedado fuera.

También pensé en todas las partes que tiene el auto, arriba en el techo y por los costados. Me acordé de la startup israelí que Waymo había comprado por una tecnología de visión muy particular que les servía y pensé en cuántas otras startups de equipos técnicos talentosos habría absorbido estos años.

Andando, la verdad es que sentí cero miedo.

Manejó con precaución, mejor de lo que manejo yo. Hizo cero cosas que me parecieran raras. No se cambió de pistas porque sí. Sólo lo hizo en una calle que se ensanchaba de 2 carriles a 4 y hacía todo el sentido hacerlo.

Con los peatones se porta perfecto, pero no exagera. No dejó pasar a uno que quería cruzar en rojo, aunque seguro habría parado si la persona se hubiera lanzado.

Llegó a una esquina donde ambos autos teníamos disco pare, pero como llegamos nosotros primeros, pasamos primero. Me dieron ganas de saludar o dar las gracias con la manito al otro auto, pero me habría visto tonto.

Te sientes como un bebé que va sentado en el coche.

Lo más divertido es cuando dobla, por el desafío y todas las variables que debe considerar. Hice un par de videos.

Se sentía solitario, pero estuvo cool elegir yo la música en la misma pantalla. Al regreso me tomé un Uber y pensé en que me habría encantado cambiar la canción. O sea que extrañé a un humano, pero rápido preferí estar solo.

Mi amigo me dijo que a la tercera o cuarta vez, ya te acostumbras y pierde la gracia. La verdad es que quizá porque iba con hartas cosas en la cabeza y que me molestó un poco que fueran 41 minutos, me acostumbré de una. Qué malagradecido que es el ser humano: años de tecnología, ciencia, trabajo… y uno, súper acostumbrado “meh” en media hora.

–Me vine en un Waymo- dije cuando llegué a mi cita en el café.

–Yo también.

¿Dónde está disponible Waymo?

Ya opera en San Francisco y Phoenix, y hace poco comenzó a transportar pasajeros a lo largo de una zona pequeña de Los Ángeles.