Si has pasado por cualquier galería comercial, es posible que te hayas topado con una consola plug & play mientras vitrineabas una tienda de videojuegos. Una imitación barata de un PlayStation 1 o una NES que incluía en su interior decenas (o miles) de juegos, intercalando copias chinas con ROMs originales de Super Mario Bros. o Megaman.
Esto probablemente se debía a que eran fáciles de trasladar a un chip menos sofisticado, sin suficiente espacio para renderizar gráficos 3D detallados. Es posiblemente, también, la primera exposición a los videojuegos para muchos.
Actualmente siguen habiendo opciones similares en el mercado; Nintendo y Sony aprovecharon la oportunidad para vender versiones mini de sus consolas más exitosas. Aunque algunos lamentaron no poder conseguirlas (por su elevado precio o su escasez artificial), otros lograron hackearlas para insertar más juegos y expandir la (francamente limitada) oferta que incluían estas versiones. También proliferan otro tipo de consolas alternativas, que en vez de ofrecer juegos insertos en la consola permiten jugar cartuchos originales o títulos insertos en una tarjeta SD, como el Analogue Pocket o el Miyoo Mini.
Pero me estoy desviando del punto original: la conveniencia de tener varios títulos reunidos en un lugar es algo que ha estado presente a lo largo de la historia del medio. Y es mediante este concepto que se genera el título más reciente de la compañía Mossmouth, UFO 50. En sus inicios solo tenía un miembro: su fundador, Derek Yu, quien diseñó el excelente Spelunky (2009 para su versión freeware, 2012 para la versión comercial), en una época marcada por los inicios de otros títulos independientes cruciales para la industria. Y junto con The Binding of Isaac ha contribuido a forjar el género del roguelike (que se caracterizan por partidas breves con permdeath: que pierdes todas tus vidas y empiezas desde cero), que después vería distintas interpretaciones en títulos como Hades, Slay the Spire o Balatro. En 2020 estrena (esta vez con un equipo) Spelunky 2, también impecable en su ejecución.
UFO 50 se desvía completamente del estilo que ha caracterizado a Mossmouth: como esas consolas PolyStation, es una antología de 50 títulos en 8-bits que abarca distintos géneros. No tiene una narrativa tradicional, pero la colección en sí misma cuenta una historia: la de LX Systems/Ufosoft, una compañía ficticia de videojuegos. La secuencia de créditos inicial simula en fotos pixeladas la razón por la que el jugador accede a estos cartuchos polvorientos: una caja encontrada en una bodega.
En su comunicado de prensa, los desarrolladores (reales, no los ficticios) mencionan haber concebido la idea original en 2016, recordando cómo aprendieron a diseñar juegos usando el programa Klik & Play, y empezaron a experimentar creando varios prototipos con Game Maker. Pero como se puede ver, estos conceptos fueron evolucionando al punto de convertirse en juegos prácticamente finalizados. Si fuera posible trasladar algunos de ellos a un cartucho de NES, las diferencias serían casi imperceptibles.
Y en honor a su ambición, el resultado es sorprendente. Se presenta un menú con los 50 juegos en orden cronológico, y cada cartucho está cubierto de polvo (digital, por supuesto). El jugador también puede consultar por separado un menú que muestra ciertas estadísticas (tiempo de juego, cuántos jefes/niveles han sido superados), retos a superar (vence cierta cantidad de enemigos/obtén este puntaje) y una historia breve sobre su desarrollo. También se incluye un terminal donde el jugador puede ingresar códigos y cheats para cada juego. Como un archivo enciclopédico, es el testimonio metaficcional de una compañía que solo ha sido reconocida por un nicho específico de jugadores, y cuáles son las ideas que intentaron llevar a cabo durante los años 80.
Pero la presentación por sí misma no es el mero atractivo; todos los juegos poseen cualidades especiales que pueden apelar al gusto de cada jugador. Bushido Ball (1985) es un juego de tenis con samurais usando espadas como raquetas, reminiscente tanto a Pong como a Windjammers, y resulta increíblemente complejo para la sencillez de su diseño. Mooncat (1985) es un juego de plataformas experimental, utilizando controles poco ortodoxos pero con varias opciones de movimiento y finales alternativos. Party House (1986) convierte la tarea de elaborar una lista de invitados para una fiesta en un juego de estrategia adictivo, similar a un deck builder. Incluso hay juegos que forman parte de una serie (Campanella) o incorporan a los mismos personajes como cameos o protagonistas (Velgress, Overbond), una forma interesante para brindar inmersión al catálogo de esta compañía ficticia.
Además, cada título posee dos desafíos: un objeto para adornar un pequeño jardín virtual y la “cereza”, un reto específico que pone a prueba las habilidades del jugador. Puede que no sean recompensas sustanciales, pero su dificultad permite cierto nivel de rejugabilidad para quienes quieran obtener el 100%. Sin embargo, hay casos que ponen a prueba la paciencia del jugador, o donde la idea central pudo haber sido mejor pulida. Golfaria (1985) fusiona el clásico deporte con elementos de exploración, y aunque suena interesante en papel, siento que no funciona del todo en la práctica. Otros como Fist Hell (1987), Elfazar’s Hat (1988) o Star Waspir (1988), aunque excelentes, sirven más como variaciones de géneros ya establecidos (beat ‘em ups y shoot ‘em ups, en estos casos).
Aunque esta es la experiencia del Plug & Play, en cierto modo: explorar, jugar y escoger los títulos que más te gustan y planeas terminar en un par de horas. La experiencia es fidedigna a su fuente de inspiración, y en una industria donde los remakes se han vuelto ya una costumbre, es una interesante forma de observar y replantear los fundamentos del medio. Como si el jugador fuera transportado a una época donde las revistas eran todavía la fuente de información principal para los nuevos estrenos y el videojuego era una nueva forma de entretenimiento comercial. Sin las convenciones del medio establecidas y un mercado amplio que rivaliza con el cine y la televisión.