Siempre me ha quedado la duda de cómo ciertas “ideas geniales” llegan a concretarse sin que nadie las ataje en algún momento. ¿Cómo nadie se dio cuenta de que esto iba a salir mal? Lo vemos a cada rato. Mi última experiencia con estas genialidades fue siendo vocal de mesa en las elecciones recién pasadas.
4 votaciones en una, con dos papeletas gigantes que parecían sábanas, candidatos que, como diría mi abuela, “no los conocía ni el conserje” y dos días enteros de pega en vez de uno, ya parecían una mala idea.
Pero ahí algún genio saltó y dijo “¿por qué no aprovechamos de renovar a varios vocales de mesa para que gente totalmente inexperta sea la encargada de llevar a puerto este barquito?”
A ese genio anónimo, héroe desconocido; gracias, le arruinaste un fin de semana a muchísima gente que, como yo, le tocó ser vocal por primera vez.
Por eso no me sorprendí cuando el martes siguiente mi señora me contó que los vocales se estaban organizando para hacer una demanda colectiva al SERVEL. Si bien mi experiencia no fue tan mala comparada con la de otra gente, sí se notó desde el primer momento que estaba todo dado para que quedara la tendalada.
Día 0: la capacitación
El viernes llegué a la capacitación a las 3pm en el colegio que está pegado a mi departamento. Esperaba que me explicaran todo bien clarito. El chileno siempre se ha sentido orgulloso en los días de votaciones: todo funciona bien, rápido, los resultados están el mismo día, es seguro y confiable. Así que supuse que la capacitación iba a estar a la altura.
Ahí la cosa empezó a torcerse de a poco: en mi mesa solo éramos tres personas de las cinco que estábamos citados. O sea tendríamos que hacer la pega con menos manos. Nos repartimos los cargos –presidente, comisario y secretario– sin tener idea qué implicaría cada uno, y escuchamos lo que el delegado de local tenía que decirnos.
Sus explicaciones fueron relativamente vagas y generales, pero estaba todo bien: en la página del SERVEL habían unos videos explicativos que solucionarían todas nuestras dudas. Así que nos despedimos con mis nuevos compañeros de mesa y me fui a mi casa a buscar los videos.
Me demoré alrededor de 15 minutos en pillarlos. Puede haber sido mi culpa, no soy el mejor navegando webs, aunque mis dos compañeros me confirmaron lo mismo, una no logró encontrarlos y el otro se demoró un rato.
Los videos me parecieron buenos, me dejaron varias cosas muy claras. Eso sí, en ningún caso te preparaban para el laberinto kafkiano al que tendríamos que enfrentarnos el día siguiente.
Día 1: instalarlo todo y los primeros votos
Cuando llegas y juntas al menos tres vocales, puedes “constituir” la mesa. Esto es pedir los materiales y útiles electorales y prepararte para abrir tu mesa. Te pasan 4 urnas de plástico y 3 cajas grandes de cartón con un sinfín de cosas adentro: muchísimos formularios, la ley orgánica, la cartilla de instrucciones, sobres, sobres y más sobres, padrón electoral, lápices, una cinta adhesiva gigante, stickers del SERVEL, actas, etc. Nos quedamos mirando entre los tres vocales un poco sobrecogidos por la cantidad de cosas que venían en las cajas.
Pero no había tiempo que perder, como todo era muy tramitado recién habíamos podido conseguir nuestros materiales a las 7:50am y a las 8am ya teníamos una persona que quería ejercer su voto.
Un pequeño paréntesis: me imagino que si hubiese sido una pura elección, o a lo más dos, todo hubiese funcionado perfecto. Habríamos podido entender rápido para qué era cada cosa con relativa facilidad; pero aquí todo estaba multiplicado por cuatro; cada formulario –te pienso, Formulario 040– existía para alcaldes, gobernadores, cores y concejales. Y existen formularios que debes llenar para todo: para abrir la mesa, para cerrarla, para el voto asistido, para recibir los materiales, para devolverlos, etc.
Rellené el formulario de Acta de instalación de la semana y fui a entregárselo al delegado. Me miró con cara de circunstancia y me dijo que no tenía que entregárselo a él, y que me fuera a recibir votos no más. Ahí me di cuenta de que él tampoco la tenía tan clara, algo que confirmaríamos varias veces durante el día. Y es que había otro “ente” que había que tener en cuenta: las personas del SERVEL que se paseaban por todas las mesas dando instrucciones y contestando preguntas. Era difícil saber qué función cumplían el delegado y cuáles los representantes del SERVEL.
Pero no había tiempo que perder, ya se me empezaba a formar fila en mi mesa, así que me senté con padrón en mano y un lápiz azul en la otra. Mientras recibía votantes mi colega leía la cartilla a toda velocidad para ver qué hacer en cada caso, y es que la cantidad de situaciones particulares y dudas que te aparecen son infinitas. Desde votos mal doblados hasta personas que llegaban a la mesa equivocada, pasando por personas que votaban con lápices propios que no eran precisamente azules y otros que encontraban de lo más normal entrar de a dos a la cámara.
Y porque uno es rematado de gil, me equivoqué en poner el número de folio del voto (ese numerito que estaba en cada papeleta con un prepicado) en el casillero que correspondía.
Primer voto, primer condoro del día.
Nos habían pedido encarecidamente que no nos equivocáramos, que fuéramos prolijos, así que con vergüenza fui a preguntar cómo se corregía… miento: mandé al secretario, aprovechando que como era el presidente no podía moverme de mi lugar. Para corregir pastelazos había un recuadro de observaciones en el formulario 040. Pero había 4 por cada votación, o sea 16 formularios 040s, y en cada uno de ellos había que explicar lo mejor posible el error. Esto es solo un ejemplo del nivel burocrático que provoca tener 4 elecciones en una.
Por suerte agarramos vuelo y empezamos a recibir votantes con buen ritmo. Diría que salvo un par de casos excepcionales (pobre don Manuel que se le olvidó cambiarse de distrito electoral y tuvo que viajar 3 horas para llegar a votar a Santiago) la gente estaba feliz, se reían de mis chistes y nos daban las gracias. Mi mesa tenía bastante gente mayor que necesitaba asistencia con el voto y la verdad es que funciona perfecto.
Pero éramos solo tres vocales y apenas nos daba tiempo para comernos un plátano o tomarnos un vasito de agua. Ni pensar en ir a almorzar o si íbamos al baño tenía que ser en algún momento donde no tuviéramos fila. Y era difícil no tener fila, porque como sabrá cualquier votante, las sábanas del demonio no eran fáciles ni de abrir ni de cerrar, y elegir un candidato si no lo tenías identificado de antes, tampoco.
Así que con un par de votantes en las cámaras ya se te formaba fila. Pero no importaba, todo el mundo iba con paciencia y sabían que la cosa podía ser lenta. La gente, además, feliz de votar.
Terminamos el día a las 6pm. 11 horas seguidas de atender votantes. Fue duro pero gratificante al mismo tiempo. Diría que hasta lo pasé bien. Como en mi mesa éramos tres, fuimos super mateos para no quedarnos hasta las tantas cerrando la mesa (suspendiéndola en realidad, porque cerrarla era el domingo). Así que fuimos la primera mesa en tener todo listo y presentarnos ante el delegado.
Que de nuevo no la tenía muy clara: muchas de las cosas administrativas que implicaron los dos días de elección nadie las sabía con certeza. Pero igual todo avanza porque tiene que avanzar y nos vemos mañana a las 7:30 para reabrir las mesas.
Si hubiese sido un puro día creo que me habría quedado con una buena impresión del proceso. Pero la levantada del domingo fue durísima. Las 11 horas del día anterior me habían dejado agotado y la sensación de haberme perdido el fin de semana completo se acentuó el segundo día.
Día 2: el conteo de votos
De a poco me había hecho la idea de que el conteo iba a ser caótico. Pero no nos adelantemos.
Con mis colegas de mesa de nuevo fuimos bien mateos y logramos re-instalar nuestra mesa relativamente rápido y recibir votantes. Igual que el día anterior, a veces se armaba fila y otros momentos del día eran más relajados. Ya teníamos experiencia y todo nos salió más fluido.
Hasta que nos pusimos a pensar en el conteo. Cuando llegó el votante 250 de mi mesa hice el cálculo mental: ya me toca cantar 1000 votos en voz alta. Se venía rudo, así que tratamos de adelantar pega: firmamos todo lo que podíamos firmar, sobres, actas, formularios, cajas, calcomanías, sellos, todo. Rellené todo los formularios que pude mientras no tenía votantes haciendo fila. Mientras la comisario de la mesa leía la cartilla de instrucciones para tener clarísimos todos los pasos a seguir.
Como en todo manual de instrucciones, muchas cosas no quedan claras, son ambiguas o no están especificadas. Así que ante cada duda partíamos donde el delegado que nos miraba con cara de circunstancia y nos mandaba donde las chiquillas del SERVEL que nos intentaban contestar lo mejor posible.
A medida que las sociedades se fueron haciendo más complejas sus procesos burocráticos tenían que seguirles el ritmo, y eso fue lo que tan bien retrató Franz Kafka: la sensación de que nadie sabe realmente dónde hay que ir ni quién tiene la decisión final en los procesos legales.
Y el término pesadilla kafkiana aplica perfectamente para esta votación cuádruple.
Cerramos la mesa a las 6 y empezamos el proceso: firmar cosas, contar talonarios, corroborar con el padrón, llenar el acta y llevarla donde el SERVEL. Que te daba permiso para abrir las cajas y empezar el conteo… Obviamente nos equivocamos porque la cartilla de instrucciones no especificaba bien el orden en que había que hacer ciertas cosas y nos llegó reto.
Justo a esa hora empezaron a aparecer los apoderados de los partidos políticos, casi todas personas mayores que parecían no tener nada mejor que hacer un domingo a las 6 de la tarde y que supuestamente velaban por el buen funcionamiento de todo. En general eran bastante simpáticas y nos llevaron galletitas y chocolates –sospecho que para tratar de ganarse nuestro favor en caso de que se viniera una pelea por algún voto–.
Pero en fin, que nos pusimos manos a la obra con Gobernadores Regionales. Abría un voto (nada fácil con las pegatinas del SERVEL), lo cantaba en voz alta (gracias por poner a los dos Orrego uno al lado del otro, un acierto monumental, idea seguramente del mismo genio anónimo) y se lo pasaba a mi secretario que lo firmaba por detrás y lo ponía en el montoncito de “votos válidos”.
En la mesa de al lado tenían otro sistema, primero abrían la urna, contaban y firmaban los votos antes de abrirlos, y recién ahí partían con el conteo en voz alta. Además, ordenaban los votos por montoncitos separados para cada candidato. Su sistema parecía mejor que el mío, pero ellos eran cinco y nosotros tres. Así que al diablo, no me iba a quedar hasta las 3 de la mañana contando votos. Y así se lo dije a una apoderada bien pesada que vino a retarme.
Y una vez terminado el conteo, a ver que los números calzaran. Cruzábamos los dedos porque si había alguna discrepancia había que ponerse a contar todo de nuevo. Qué sensación de alivio cuando comprobábamos que estaba todo ok.
La mesa de 5 iba más rápido que la nuestra, obviamente. Pero la del otro lado, donde también eran tres, iban más lento que un bolero. Su sistema, que no reproduciré aquí por respeto, era muchísimo más ineficiente.
Eran las 9 de la noche y recién habíamos terminado las dos primeras cajas. Ahora venía la verdadera pesadilla: contar los votos de los cores y los concejales. Las famosas sábanas. Ya estábamos cansadísimos, llevábamos desde las 7:30 de la mañana en esto, más de 14 horas, sin contar el día anterior. Yo me había comido un par de plátanos y las galletitas que me habían regalado las apoderadas buena onda. Pero estaba muerto. En vez de pasar el fin de semana jugando fútbol y pasando tiempo con mi hija, me tocaba terminar el domingo gritando nombres de gente que no conocía en voz alta mientras la comisaria, que era profe de colegio y obviamente estaba reventada, se quedaba dormida de pie.
Mi señora me escribió por Whatsapp que me escuchaba cantar votos desde el departamento. Hasta me hizo un video. Aquí estamos recién partiendo con el conteo.
Logramos con nuestras últimas energías hacer las dos últimas urnas a las 11pm y empezamos el proceso de cerrar la mesa. Todos los números nos habían cuadrado y nos sentíamos con suerte. La mesa de al lado había terminado una media hora antes. Empezamos a meter todo en las cajas como decía el manual, un poco a ciegas porque las instrucciones nunca eran del todo claras. Llegamos donde el delegado y nos dimos cuenta que éramos la segunda mesa en terminar.
Después de firmar otras miles de cosas, sellarlo todo, firmar todo lo sellado por fuera, meterlo en las cajas correspondientes, firmar las cajas y sellarlas, logramos entregarlo todo e irnos para nuestra casa a las 11:30 de la noche.
Y eso que fuimos los más rápidos. Llegué a mi casa a dormir, pero cuando mi hija se despertó a las 3am aproveché de asomarme a la terraza para ver si seguían ahí. Y ahí estaban contando votos. ¿Cómo se iba esa gente a su casa a las tantas de la madrugada? ¿Quién les pagaría el uber? ¿Seguían pasando micros para su casa a esas horas? ¿Todos sus jefes iban a ser tan comprensivos como el mío cuando pidieran el lunes libre?
Lo dudo. La comisaria de mi mesa tenía paseo a Kidzania el lunes y cero chances de faltar. Aunque seguro hay gente que tuvo que vérselas con algo peor.
Todo esto te puede sonar muy personal, así que decidí contrastar mi experiencia con otra persona que por primera vez fue vocal de mesa: nuestro amigo Alvaro Díaz (el creador de 31 Minutos) también había sido ganador de esta lotería. ¿Y qué le pareció? Sus primeras palabras fueron “es horrible”. Obviamente también estaba contento de cumplir con su deber cívico, y hasta se sacó una foto feliz en la mesa. El segundo día, cuando se dio cuenta que no había nada de comida ni agua, incluso llevó sandwiches de atún palta y agua para todos, aunque dijo que sus compañeros no pescaron mucho sus sandwiches. Finalmente su conclusión fue que con una votación así, la democracia empieza a ser un contrasentido: ir a votar por personas que jamás has escuchado ni puedes encontrar información de ellos en internet, con una cantidad gigante de nulos… Parece novela de ciencia ficción. Y un truco que compartió: es mucho más fácil contar los votos por número (porque cada número se asocia a un nombre específico) que por nombre y apellido, porque los nombres y apellidos a veces se repiten y es un enredo.
El problema, según Álvaro, es que estos trucos nadie te los dice, y cuando con un grupo de compañeros de mesa que se ven por primera vez, tienen que ponerse de acuerdo en una metodología, en esa complejidad de ponerse de acuerdo empiezan los roces. Al final, lo que todos quieren es simplemente irse para la casa. Y obviamente por el cansancio puedes cometer errores: “estaba tan cansado que se me fue la cabeza, y anoté más votos para un candidato (... ), hubo que contarlos de nuevo. Yo me quería matar y la mesa me quería matar”.
Vocales vs SERVEL: la demanda
No me sorprendió cuando el martes en la mañana supe que se estaba organizando una demanda colectiva, especialmente si consideramos que se pagan aproximadamente $60.000 por los dos días, que no es mala plata tampoco, pero si lo dividimos por las horas trabajadas realmente no da mucho (aprox $2.400 la hora, si tuviste la suerte de solo trabajar 12 horas por día, aunque lo dudo).
Si, como yo, fuiste vocal de mesa y quieres participar de la demanda, te recomiendo unirte a este grupo de Whatsapp donde están gestionando todo.
Por mientras, lo único que sé es que en un mes más tengo que ir a plantarme de nuevo para la segunda vuelta de gobernadores.