El caso The Bear: ¿qué define una comedia?

Ya todos hemos visto The Bear y seguramente hemos escuchado la polémica. ¿Es una comedia? ¿Por qué gana premios en esa categoría? 

El debate revivió hace algunas semanas, cuando se anunciaron las nominaciones a los Emmy y la serie rompió un récord: tener la temporada de comedia más nominada de la historia.

Cuando el domingo pasado se celebró la ceremonia de premiación, The Bear empezó a arrasar. Ya había ganado varios Emmys técnicos en una ceremonia previa no televisada y esa noche llevaba ganados tres galardones más para sus actores, además del de Mejor Dirección. 

Jeremy Allen White recibiendo su premio por mejor actor de comedia.

Cuando solo quedaba el premio mayor de la noche, Mejor Comedia, The Bear ya había roto otro récord: ganar más Emmys en un solo año que cualquier otra serie de comedia previamente. 

El resultado final parecía inevitable. 

Por eso, cuando se anunció el último premio, la sorpresa de los asistentes y los espectadores fue total: el Emmy a la Mejor Comedia fue para Hacks

Vanity Fair, Rolling Stone, The Atlantic, Forbes y la BBC, entre otros, subieron artículos en menos de 24 horas intentando explicar el fenómeno. 

Todo indicaba que la industria estaba enviando un veredicto claro a la discusión: The Bear no es una comedia. 

Y nosotros nos preguntamos, ¿por qué no? ¿Qué sí lo sería? ¿Qué define a una comedia? ¿Y por qué esto nos importa? Recopilé opiniones del equipo de The Bear, analicé escenas de la serie, consulté las reglas de los Emmys, pregunté a un experto y hasta invoqué a Aristóteles para entender qué es una comedia el día de hoy. 

¿Es The Bear graciosa?

Lo primero que pensaríamos al intentar definir una comedia es que es algo que te hace reír, ¿cierto? Si tan solo fuese tan fácil. 

La misma ceremonia de los Emmys inició con un monólogo de los animadores, padre e hijo Levy de Schitt’s Creek, que mencionaba el elefante en la habitación:

“Sé que pueden estar esperando que hagamos una broma sobre si The Bear es o no una comedia… pero, al estilo de The Bear, no haremos ninguna broma”

No es que The Bear no tenga chistes –los tiene–, sino que su humor no está remarcado. Los actores no indican dónde está lo gracioso, solo lo viven, y la dirección los lleva a interpretar con seriedad las escenas. Fotográficamente, la iluminación y coreografías también se alejan de lo que asociamos con comedia. The Bear está diseñado para sentirse tenso y claustrofóbico, pero eso no significa que no busque dar risa. 

La mera situación en la que se encuentra el elenco de personajes es clásica de sitcom: un grupo de desadaptados que no se lleva bien pero que tiene que hacer funcionar una misión común, un restaurante venido a menos. Dentro de eso hay estrés, roces y situaciones absurdas que perfectamente en otras manos podrían haberse filmado como una comedia clásica. Especialmente en su primera temporada. 

Veamos la evidencia. Estos hilos de twitter reúnen momentos de la serie que deliberadamente buscan hacer reír: 

Y es por eso que es comprensible por qué en sus inicios la serie puede haber sido vista como una comedia y catalogada de esa forma para las entregas de premios. 

¿Qué piensa el equipo?

El problema no es simplemente que The Bear pueda estar en la categoría equivocada. El problema es que hacer fraude para estar en esa clasificación es visto como la forma más fácil de ganar. En la edición pasada, por ejemplo, The Bear ganó por su primera temporada en la categoría cómica. Si hubiese estado en drama habría competido con el final de Succession, y podemos imaginar cómo le habría ido. 

No solo eso. Hay un sesgo cultural que aún impera, que establece que lo serio es más significativo y valioso artísticamente. Al estar en la categoría de comedia, The Bear se ve como un producto más relevante que sus contrincantes y por ende más prestigioso y digno de galardones. 

Al triunfar contra verdaderas comedias como Only murders in the building, Abbott Elementary o Curb your enthusiasm, actores, guionistas, directores y demás profesionales de la comedia pierden espacios para ser reconocidos.

Por eso la gente, tanto los espectadores en redes sociales como los trabajadores de la industria presentes en el público, parecían celebrar esta derrota. Como si se hubiese corregido una injusticia. 

Porque aunque todos reconozcan ser fans de The Bear, estaban al tanto de la controversia:

Incluso los mismos miembros del elenco tenían problemas respondiendo si creían estar en la categoría correcta:

El productor de The Bear, Josh Senior, respondió en el backstage la misma pregunta justo después de su victoria la temporada pasada: creo que la serie es fiel a la vida. A veces es graciosa, a veces es real. Lo que tratamos de hacer es contar una historia real y hacer que la gente sienta cosas. Si lloran o ríen… no podemos controlarlo.

El problema es que poder controlarlo es precisamente su trabajo, así que Senior se justificó diciendo que debido a la duración de media hora de la serie, The Bear debe ser seleccionada para competir como comedia. 

Pero eso no es técnicamente cierto.

La categorización de las series a través del tiempo

Para no latear con muchos datos y perder tiempo hablando de gringos que no pueden ponerse de acuerdo, hagamos un repaso rápido:

Hace tiempo, las cosas eran sencillas. Las comedias duraban media hora y te hacían reír y los dramas duraban una hora y te contaban cosas serias. Fin. Aunque alguna serie como M*A*S*H podía ponerse loquilla de repente, los híbridos no existían realmente. Los programas de TV eran fáciles de clasificar.

Las últimas décadas la cosa se puso más difusa. Las risas desaparecieron de las sitcoms, las series empezaron a tener formatos más flexibles, duraciones distintas y un número desigual de capítulos. Aparecían comedias negras como Weeds y otras de casi una hora como Glee y Ugly Betty. El cable y el streaming se permitieron experimentar y la televisión, en la última era dorada, se volvió más autoral, más inclasificable. ¿Qué son Atlanta, o Barry, o Louie, o Transparent, o Glow? Eran híbridos, mezclaban géneros y eso las hacía más interesantes. Y eran cada vez más. Enumeré por brevedad solo las series con títulos de una palabra.

El 2015 los Emmys deciden poner orden. Todas las series de una hora serán automáticamente dramas y las de media hora, comedias. Se podía apelar para casos excepcionales. Orange is the new black ganó premios como comedia para competir como drama en todas sus temporadas siguientes. Shameless dio la vuelta contraria.

El 2022 decidieron que era muy enredado eso y que mejor cada serie eligiera la categoría en que quisiera competir, con la condición de que no se pudiera cambiar una vez tomada la decisión. La Academia se reservaba el derecho de tomar la decisión final, basada en la siguiente premisa: 

La mayor parte de la duración de al menos seis episodios debe ser principalmente cómica para las series de comedia, o principalmente dramática para las series dramáticas.

Suena demasiado subjetivo. Y el problema es que, a medida que la televisión fue matizándose y complejizándose, los críticos y premios no han hecho esfuerzos suficientes para redefinir límites. Esa regla mantuvo el binarismo, y es así que The Bear pudo entrar a competir como comedia y que empezó toda esta polémica para los chronically online

Pero la gente parece genuinamente molesta. O confundida. Es cosa de mirar los números:

Las primeras definiciones, el ridículo y la gracia del dolor ajeno

Una de las primeras definiciones de comedia la entregó Aristóteles en su Poética, y decía que esta busca mostrar a las personas de manera imperfecta o ridícula, peor de lo que son. A diferencia de la tragedia (que aborda sufrimientos más dignos de personajes nobles), la comedia representa a personas comunes en situaciones cotidianas y pretende mostrar una fealdad que no cause dolor.

Esta última parte es clave, ya que puede apreciarse en la ficción contemporánea. El acto de ponernos un espejo delante para que veamos nuestro patetismo, pero sin sufrir. El que podamos lidiar con él de forma tolerable es una función que la comedia de todas maneras sigue cumpliendo. 

El nerviosismo de Sidney, la timidez de Carmy y la temperamentalidad de Richie son atributos exagerados, que podemos reconocer en nosotros mismos y de los cuales se puede extraer humor. Nos reímos porque nos identificamos en lo que esa persona expone, en su falta de adecuación a la norma social. Nos vemos en ello y, libres de la presión de cargar con esa falta, la soltamos. 

Si The Bear solo se mantuviera en esa frecuencia, sería una comedia aristotélica.

Consulté a Nicolás Vogt, crítico de cine que recientemente hizo un taller de comedia en el Cine CCC y a quien le insistí para presentarlo también como asesor cómico ocasional. Lo primero que hizo fue mandarnos a ver El regador regado de los hermanos Lumière:

La comedia basada en la desgracia. El schadenfreude. Según Nicolás, exponentes como Charlie Chaplin, Buster Keaton o Max Linder solían representar esto a través de un humor más físico, en el cual muecas, pantomimas y secuencias de acción —que muchas veces ponían en riesgo sus vidas reales— tenían un fin en particular: dar risa. 

Bajo esa premisa, es fácil concluir el propósito básico de una comedia: hacer reír.

NV: En el libro El placer de la desgracia ajena, la autora Tiffany Watt Smith detalla que es posible que reírse con ganas de caídas o golpes en la cabeza tenga su origen en la más lejana prehistoria, y que el placer que sentimos ante los percances ajenos nos haya ayudado a sobrevivir, permitiéndonos lidiar de mejor manera con los peligros físicos y, lo que es más importante, formar lazos dentro de un grupo protector.

Fintualist: ¿Cómo aplicaría esto en el caso de The Bear?

NV: ¿The Bear hace reír? Para mí, es innegable. Gran parte de su encanto recae en los diálogos en donde los personajes interactúan en la cocina, tanto por el comic-relief que representan algunos de ellos como por el timing de sus frases. Sin embargo, gran parte de sus puntapiés narrativos son situaciones mucho más orientadas al drama. No hay un motor narrativo orientado a las situaciones cómicas. Por ende, no es una sitcom. Pero irónicamente, tiene la duración de una.

Postcomedia, dramedia y el fin de las categorías

¿Se acuerdan de Nanette? Hannah Gadsby nos descolocó a todos con su especial de comedia / charla TED / standup / lo que sea, donde básicamente se rebelaba ante las categorizaciones tradicionales, exponiendo las limitaciones de la comedia para expresar lo que necesitaba.

El crítico de Vulture Jesse David Fox explica que ella podría haber querido alejarse de la comedia, pero que la comedia la alcanzó al empezar a incluir la no-comedia. Propone que de ejemplos como Nanette surge la postcomedia, que quizás es un término innecesario, pero ya estamos en esta así que sigamos:

Como el post-rock, la postcomedia usa elementos de la comedia (el stand-up, la sitcom, el cine) pero sin el objetivo de crear el resultado cómico tradicional –la risa–, sino para enfocarse más bien la creación de un tono, impacto emocional, narrativa o experimentación formal. La meta de ser “gracioso” es opcional. 

Sin tratarse de ejemplos rupturistas, las series mencionadas antes como difíciles de clasificar sí cumplían con esto, navegaban las caprichosas aguas de la dramedia rehusándose a casarse con un solo género y delegaban ese problema a los premios y a quienes quieran seguir pegados en eso.

Nicolás Vogt agrega: “el binarismo en estas premiaciones aliena autorías en donde prima la intersección de géneros, como sucede en la narrativa de The Bear. Si lo llevamos al cine, Stanley Kubrick o Raúl Ruiz son conocidos por una fuerte presencia de ironía, sátira y uno que otro chiste corto, pero resulta prácticamente imposible definirlos como directores de comedia.

Al igual que en El regador regado, la narrativa de The Bear es movilizada por la desgracia de sus personajes, pero cuyas historias no suelen orientarse hacia un remate cómico. A través de chistes y chingadas forman lazos entre sí, pero no suelen ser el remate de estos. Si alguno de ellos llegara a resbalarse con una cáscara de plátano, dudo que sea chistoso. Es más: dolerá.”

Aristóteles decía que la comedia tenía que amplificar defectos. Freud, que el humor supone el fin de la represión de un impulso. Shakespeare, que tenía que tener peripecias que llevaran a un final feliz. Y la tele gringa, que parece que no está tan lejos del drama.

La respuesta termina siendo personal. Puede que The Bear sea una comedia seria. Puede que sea un drama con momentos chistosos. Puede que los ojos de Jeremy Allen White solo sean capaces de emitir tragedia. Lo más seguro es que no importe. Si existiera la categoría thriller psicológico y un premio aleatorio la hubiese puesto ahí, habrías leído 13,000 caracteres dedicados a algo totalmente distinto.

Lo más sano parece ser, como en otros aspectos de la vida, intentar trascender categorizaciones rígidas para acercarnos a las cosas de manera más libre. Entender que la comedia cambia con el tiempo. Reírnos con lo que nos haga gracia y pensar que preguntarnos si las cosas nos dan risa quizás termine por matar el chiste. 

¿La peor temporada de The Bear?
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