En el día a día estamos todo el tiempo armando presupuestos. Ya sea porque nos vamos a algún lado con amigos o para proyectar los gastos en pareja. Ármate un presupuesto, me decía mi mamá cada vez que le contaba que me había quedado sin plata para el mes. Pues bien, no solo las personas arman presupuestos, también las empresas y, cómo no, los países.
La semana pasada el gobierno de Chile presentó su presupuesto anual para 2023. Según el propio gobierno, es un presupuesto contracíclico: tiene por objetivo estimular la actividad económica y el empleo, en un año que se espera muestre una contracción económica.
Una breve historia de los presupuestos en Chile
Hoy en día el presupuesto de la nación es un proyecto complejo, lleno de tecnicismos y detalles. Pero no siempre fue así: lo primero que podríamos considerar un presupuesto nacional apareció por allá por 1810, y tuvo que agrandar el gasto público producto de la guerra desde unos 600 mil pesos a dos millones. Tuvimos que endeudarnos con varios préstamos internacionales para costearlo.
El primer presupuesto oficial, leído ante el congreso en 1834, lo presentó uno de los ministros más reconocidos de la historia de Chile: Manuel Rengifo.
El ministro de Hacienda de aquellos tiempos tuvo que arreglárselas para disminuir la deuda de un país que venía dando baches en los últimos años. Dejó la Tesorería con un superávit de 200 mil pesos en cuatro años. No por nada le decían “El mago de las finanzas”.
Pero si hay un momento de la historia de Chile donde el presupuesto se convirtió en el centro de la vida política, fue durante los últimos años del siglo XIX, cuando el congreso rechazó el presupuesto del por entonces presidente Balmaceda, enfrentando al ejecutivo y al legislativo, y que terminó en la guerra civil de 1891.
Hoy en día la discusión del presupuesto parece bastante más civilizada, aunque esto no quiere decir que esté exenta de debate.
El gobierno va a aumentar el gasto para tratar de impulsar la economía
Los ingresos del gobierno van a disminuir, en términos reales, en casi 13% respecto de los que tendrá este año, según sus cálculos. La principal razón es una perspectiva de menor crecimiento en Chile y en el resto del mundo. Esto disminuye la base sobre la cual se aplican los impuestos, y por tanto disminuye la recaudación tributaria. Otros factores como un menor precio del cobre también van a afectar sus ingresos, probablemente.
En este contexto de menores ingresos públicos, el gobierno planea gastar 4.2% real más en 2023 de lo que va a gastar este año.
En total, se planea gastar cerca de 3 billones de pesos por sobre lo que se va a gastar en 2022, la mayoría dirigido a pensiones. El resto va a educación, obras públicas, transportes y deporte.
El crecimiento del gasto mantiene una tendencia de varias décadas. De hecho, en las últimas dos el crecimiento del gasto público ha sido en promedio tres puntos porcentuales mayor que el crecimiento del PIB.
En otras palabras, ha crecido la presencia del gobierno en la economía. Es importante notar que incluso si excluimos 2008-2009 y 2020-2021, que fueron tiempos atípicos porque hubo crisis profundas, el gasto del gobierno ha crecido más que el PIB.
Raya para la suma: el gobierno proyecta que el próximo año sus gastos van a superar en casi 8 mil millones de pesos a sus ingresos. Esta diferencia, gastos totales menos ingresos totales, es lo que se conoce como balance público, o balance fiscal. Basado en su propio supuesto de que el PIB se va a contraer en -0.5% el próximo año, Chile tendría un déficit público de -2.7% en 2023.
En realidad, los déficits son bien comunes.
En todos los años, desde 2013, el gobierno de Chile ha estado en déficit.
Aunque todo indica que en 2022 su balance va a ser positivo, este sorpresivo superávit debe verse como excepcional, ya que está ligado al fuerte crecimiento que tuvo la economía en 2021 y a otros factores temporales.
Desde 2023 y probablemente hasta por lo menos 2026, el balance público volverá a números rojos, a no ser que se ajuste el gasto o se reformen las reglas fiscales (esto último es lo que el gobierno quiere hacer con la reforma tributaria que propuso, pero que, por no estar aprobada todavía, no está considerada en las proyecciones del presupuesto).
Como tú o yo, cuando los gobiernos gastan más que sus ingresos, tienen que pedir financiamiento. Cada año de déficit, la deuda de Chile aumenta. Y cada vez más, esta deuda es financiada con plata del resto del mundo. Esa es la principal razón por la que el déficit de cuenta corriente de Chile ha crecido.
Lo que sí, es que para que se cumpla el objetivo que el propio gobierno se propuso a mediados del año pasado, de que el nivel de deuda no sobrepase el 45% del PIB, los déficits tienen que irse reduciendo.
Más allá del gobierno de turno, tanto la historia reciente como la más lejana nos muestra que los presupuestos pueden adecuarse a los momentos particulares por los que atraviesa un país.
En el futuro veremos si es el caso de Chile.