Mi papá siempre se creyó irlandés. Es más chileno que las sopaipillas, pero supongo que viene de una época donde valía la pena inventarse un pasado un poco más elegante. El suyo era decir que era irlandés: su apellido medio que le avalaba la mentira, porque se supone que era de allá, aunque le habían sacado el clásico apóstrofe con la "O", ya que según él el original era O'Sullivan. Fue su excusa para ponerme "Patricio" de nombre: "El santo patrono de Irlanda", decía.
Y uno cuando es pequeño se compra cualquier historia. Aunque tal vez debería corregirme: yo cuando chico me compraba cualquier historia. Así que vamos aprendiendo de Irlanda y su historia, sus costumbres, sus escritores (debe ser lo mejor que tienen) e incluso sus pintores.
Este lunes 17 de marzo fue San Patricio, una fecha que nunca jamás me tocó celebrar –creo que mi padre no tiene idea de cuándo es, siempre lo saludo yo– hasta que en Saint Louis, Missouri, me tocó ver a toda la ciudad pintada de verde y, era que no, borracha a las 10 de la mañana. Me tocaría ver varios San Patricios más, y por supuesto se convirtió en mi día favorito del año.
Una buena excusa para recordar a uno de los pintores irlandeses más representativos.
Jack Butler Yeats nació en una familia terrateniente venida a menos, aunque en casa nunca faltó el arte. Su papá era pintor y podríamos hacer un post completo sobre él, pero baste decir que tuvo tres hijos notables: quien nos convoca –el bueno de Jack Butler–, su hermana la editora y escritora Lolly Yeats, y el poeta W.B. Yeats, ganador del premio Nobel en 1923.



De izquierda a derecha: William Butler Yeats, Elizabeth Corbet Yeats y Jack Butler Yeats. Todos pintados por su padre, John Butler Yeats.
Samuel Beckett, otro grande de las letras irlandesas, diría que el hermano poeta había perseguido "todas las cosas equivocadas en la vida irlandesa", y que en cambio el que valía la pena de la familia era el pintor. Y como Beckett era un hombre consecuente, cuando de joven se le ocurrió ser pasante de arte: lo único que hizo fue comprarse una pintura del joven Yeats: A morning.
Muchos dirían que una de las gracias de Yeats fue alimentar el fuego del sentimiento independentista irlandés, con sus pinturas impresionistas que representaban al irlandés común y corriente y sus paisajes más característicos. Y es que sus obras sí que parecen una vuelta por el mundo irlandés.




Tal vez lo que más llama la atención en Yeats es la diferencia entre sus cuadros: mientras unos todavía le deben mucho a la pintura figurativa en cuanto muestran personas reconocibles con un tinte realista, poco a poco los colores y los trazos cargados de óleo van tomando protagonismo. Esta última versión de Yeats, que se resiste a la categorización y que al parecer no cabe en ninguna escuela ni manifiesto, es la que Beckett admiraba –porque le recordaba un poco a sí mismo, digámoslo–. Y es, tal vez, la que le permitió pasar a la historia como el pintor irlandés más importante de todos.
Esta vez quisimos probar más de una IA para armar las imágenes. Así que algunas de las que verán en la newsletter y en el Fintualist son hechas con Runway y otras, con Midjourney.
