A mí, como probablemente a ti también, me dijeron:
Pagar con tarjeta de crédito es lo más inteligente.
La justificación es que el pagar con tarjeta de crédito es más seguro (no das acceso a tu ‘cartera’) y además hay ventajas como los meses sin intereses y el cashback.
Saqué mi primera tarjeta de crédito apenas 2 días después de cumplir 18 años (y eso porque mi cumpleaños cayó un sábado). Trabajé en dos bancos. Conozco los productos de pé a pá.
Y aún así, psicológicamente, usar tarjetas de crédito me provocaba gastar más. Tardé en darme cuenta, porque siempre ahorro un monto fijo al recibir la nómina y el resto me lo gastaba como quería. Pero en ese desorden, me dí cuenta de que estaba gastando dinero en cosas innecesarias y que, sin impactar mi estilo de vida, podría estar ahorrando bastante más dinero.
Las tarjetas de crédito y el efecto en el gasto
Existen estudios, llevados a investigaciones publicadas en los diarios de economía más famosos del mundo, en los que analizan el impacto de tener una tarjeta de crédito en tus gastos.
Ojo, que aquí no hablo de sobreendeudarse irresponsablemente. Eso es otro tema. Hablo de qué tanto dinero gastas al pagar con una tarjeta de crédito versus una de débito.
Independientemente de si puedes pagarlo o no.
Uno se siente inteligente cuando recibe cashback en una tarjeta de crédito. Aún así sea el 1% o 2% de las compras, crees que hackeaste al sistema.
En parte sí: existe un estudio que demuestra que hay un subsidio cruzado de la gente que usa instrumentos financieros y la que usa efectivo. Sin embargo, esto no es un beneficio único de las tarjetas de crédito. Hablaré más de esto más adelante.
Sin embargo, también se ha demostrado que la gente tiende a gastar más con una tarjeta de crédito que con una tarjeta de débito o con efectivo. En ciertos casos, entre 50% y 100% más.
30 días sin usar mis tarjetas de crédito
Cuando le dije de mi plan, mi esposa me miró con cara de “ahora sí este se deschavetó”.
Pero estaba convencido. Decidí no usar mi tarjeta de crédito durante 30 días y pagar todo con tarjeta de débito o en cash. No me gusta usar efectivo, pero en México sigue siendo útil siempre llevar un poco.
Fue una experiencia reveladora.
Los primeros dos días no noté mucho cambio, en parte por la autoconciencia del experimento, pero a partir del día 3 empecé a ver como, por lo menos, me preguntaba dos veces antes de pagar algo —por muy chico que fuera— simplemente por el hecho de que ese dinero iba a irse directo de mi cuenta.
Fue mucho más evidente también en los días del Hot Sale. Era un grado extra de dificultad hacer el experimento durante promociones en todos lados. Pero el obligarme a pagar con tarjeta de débito también me evitó compras innecesarias y sólo compré unas chanclas para ir al gimnasio que se me habían empezado a romper.
También he de decir que la ansiedad de no tener tarjeta de crédito se me fue después de la primera semana. Al principio tuve una sensación de restricción de gasto (irreal, por cierto, porque realmente tenía el dinero) que fue desapareciendo poco a poco.
Empecé el 12 de mayo (tuvo suerte mi mamá jaja) y pensé que iba a durar una eternidad. Pero se fue bien rápido el tiempo.
¿Cuáles fueron los resultados del experimento?
Gasté 46% menos dinero, excluyendo gastos fijos, ya ajustando también por compras no recurrentes.
Sí, 46%. Casi la mitad.
El paper que había leído decía que este efecto en promedio era de 20%. Resultó ser que en mi caso, las tarjetas de crédito hacían que gastara en cosas innecesarias o que simplemente, de sentir el dolor de pagarlas de inmediato, ya no necesitaba.
¿Mi nivel de vida cambió? No. Pero me hice mucho más consciente de los gastos hormiga y, especialmente, de las compras en línea. De hecho este último ítem fue lo que más reduje: gasté menos del 25% del promedio de lo que solía comprar. También, al pensar si ir a cenar a un lugar, tenía mucho más en cuenta si quedaba comida en el departamento (que de otra forma, probablemente, hubiese terminado en la basura).
Todas estas cosas, que de a una se ven insignificantes, poco a poco van ahorrando pesos. Y supongo que ya lo sabía, pero ‘tarjetear’ con la de crédito es bien fácil. Pero con la de débito no lo fue tanto.
¿Seguridad y cashback?
Sobre los argumentos que la gente suele dar a favor del uso de tarjetas de crédito, existen cosas ciertas pero también otras que han sido exageradas o que han cambiado con el tiempo.
Por ejemplo, en el caso de la seguridad de usar tarjetas de crédito versus utilizar tarjetas de débito, se suele argumentar que en las de débito no hay protección ante fraudes y clonación de tarjetas. Falso. Prácticamente todas las cuentas permiten levantar aclaraciones de compras no reconocidas en tarjetas de débito, igual que ocurre con las de crédito.
Lo que sí recomiendo es no tener todos tus ahorros expuestos en la misma cuenta donde usas tu tarjeta de débito. Por seguridad y también por eficiencia: ese dinero podría estar invertido y generando rendimientos, en lugar de estar parado en tu cuenta.
Y sobre el famoso cashback, dos cosas. Primero, que hay cuentas de débito que ofrecen cashback (yo uso la LikeU de Santander, y sé que también cuentas como la Switch en Banamex ofrecen este tipo de premios). Segundo, y más importante: el cashback es una forma de incentivar a que gastes más. Y créeme, vas a gastar más. Y no necesitas sobreendeudarte para que saquen provecho de ti: simplemente con lograr que gastes 10% más de lo que normalmente gastarías, a las compañías les sale rentable darte una pequeña parte como recompensa.
El efecto de recortar gastos en tu patrimonio
Cada $1,000 menos que gastes al mes, invertidos, se vuelven más de $200,000 adicionales en tu bolsillo después de 10 años.
En una familia, recortar $5,000 en gastos mensuales significa el enganche necesario para comprar una casa o departamento, o enviar a uno de los hijos a la universidad, o tener un colchón para emergencias que te deje dormir tranquilamente.
Además, entre menos gastos recurrentes tengas, es más fácil proteger tu estilo de vida frente a choques en tus ingresos o emergencias a lo largo de tu vida.
¿Hay que correr a cancelar las tarjetas de crédito?
No, no es el punto.
La razón de hacer este experimento fue introspectiva, para saber si estaba sucumbiendo a las estrategias mercadológicas de los bancos.
Resultó que sí. Y decidí continuar con este experimento de forma indefinida.
¿Cancelé todas mis tarjetas de crédito? No, me quedé con una. Si todo sale bien, no la planeo usar nunca. O casi nunca, porque igual me pide gastar $200 al mes para no cobrarme anualidad. Domiciliar mi suscripción de ChatGPT es más que suficiente.
Si tienes una historia relacionada con cómo te has relacionado tu presupuesto personal/familiar con instrumentos financieros como tarjetas de crédito (u otros más), nos la puedes compartir a cartas@fintual.com.