En 1967 apareció Eliza, el primer programa de computación con el que podías chatear y simulaba ser tu psicólogo. Convenientemente, el estilo de terapia era rogeriana: el “psicólogo” imitaba las palabras del paciente y parecido a un horóscopo, no decía nada muy específico, solo hacía preguntas ambiguas de vuelta, así era fácil para el usuario identificarse.
Su creador, Joseph Weizenbaum, lo hizo para entender cómo se relacionaban las personas con las máquinas, y aunque Eliza prácticamente solo repetía lo que le decías, la gente se sentía escuchada y decía que tenía emociones. Parece que habían muchas ganas de conversar con un computador, porque no costó mucho creerle a Eliza.
Solo un año después se hizo famoso HAL de 2001: odisea del espacio, ese robot/computador que tiene una de las conversaciones más largas con un humano en la historia del cine, especialmente por su monólogo final cuando se apaga cantando Daisy Bell.
Y existe una metáfora más reciente de los chatbots, muy difícil de olvidar para los que vimos la película cuando chicos: el meme habla por sí solo.
Quizás no nos dábamos cuenta, pero habían suficientes claves de esa obsesión que teníamos de conversar con máquinas.
Era obvio que esa obsesión iba a llevar a algún lado: ChatGPT nació el 30 de noviembre del 2022.
Al principio no me interesaba porque se hablaba demasiado del tema en el mundo de startups tecnológicas en el que me muevo. Pasó a ser como escuchar una canción muy repetida en la radio. Y sí, quizás encarno ese prejuicio de diseñadores que se alejan de las cosas cuando están muy de moda, que dejan de usar el “jeans con jeans” que los hacía sentirse tan especiales el 2022 porque ahora todos los usan… lo admito. Pero es que tiene sentido: cuando algo está de moda, se vuelve mucho más difícil encontrar innovación o creatividad.
Steve Jobs, cuando le preguntaron por qué eliminó Flash del iPhone, dijo que la tecnología tiene estaciones antes de morir y que conviene usar una que está en su “primavera” (cuando recién está surgiendo, antes que todos la usen) para que tenga un ciclo de vida más largo.
Así que, como muchas personas, estaba evitando la conversación monotemática de ChatGPT, hasta que llegó mi día y caí: vi algo que me hizo encontrarle un lado completamente distinto, su lado “primaveral”. Una solución a un problema que parece simple, pero que había sido imposible de resolver antes.
Me acuerdo que pasé años buscando una novela que leí hace tiempo y no la podía encontrar, ni preguntándole a mi familia, ni a mis amigos, ni a Google. Hasta que probé con ChatGPT, le di cinco pistas y me dijo qué libro era. Se demoró como 2 minutos, fue muy raro. ChatGPT podía encontrar recuerdos de cosas que pensé que nunca iba a volver a ver, esas que pasas horas sin encontrar la respuesta con frustración y dices “lo tenía en la punta de la lengua”. Como si se pudiera meter en tu memoria.
Ahí me di cuenta, con ese detalle, lo distinto que estaba logrando hacer OpenAI. Quizás era verdad que después de ChatGPT, nuestra rutina no volvería a ser la misma.
Por eso, cuando me dijeron que Fintual iba a auspiciar y producir la primera hackathon de OpenAI en Latinoamérica, supe que el diseño del evento tenía que estar a la altura. Obviamente, no iba a ser fácil llegar a un estándar tan alto, pero por los elogios que recibió el diseño, creo que logramos darle una identidad bastante única que vestiría completamente por tres días el espacio donde sería la hackathon: el imponente edificio de la Cámara Chilena de la Construcción.
Tarjetas perforadas y código ASCII
Para este diseño, mi primer objetivo fue alejarme de la estética que se te viene a la cabeza cuando piensas en Inteligencia Artificial: fondos azules o verdes eléctricos tipo la película de Matrix, con cables, degradados.
Estuve mirando un buen rato código de desarrolladores de la empresa, pero también quería que los lineamientos del diseño de Fintual estuvieran presentes en el resultado (funcionalidad, geometría y simplicidad). Con eso en la cabeza, esto fue mi primer bosquejo.
Mi primer intento nos recordaba a dos cosas que conversé con el equipo que organizó la Hackathon: 1) la base binaria de los programas de las máquinas, que desde el siglo XIX hasta 1970 se hacía con tarjetas perforadas (un hoyo en una tarjeta es un 1 y la ausencia de un hoyo es un 0).
Esta “estética binaria” me gustaba porque no quería ser tan literal con el lenguaje de programación actual (no quería incluir caracteres como < > /), y porque en DEF CON, la conferencia de ciberseguridad más grande del mundo, se conversaba la importancia de recordar que lo que hay detrás de la IA siguen siendo solo unos y ceros. Que no hay que dejarse hipnotizar por el hecho de que la IA pueda imitar el lenguaje humano.
2) Lo que bosquejé también coincidía muy bien con los principios de diseño de la Bauhaus, que son una clara inspiración para la película 2001: Odisea del espacio, otro de nuestros referentes. Las formas geométricas (el círculo que es Hal), el minimalismo en el diseño de la nave y la integración de ese tipo de diseño con la tecnología (un elemento también clave para la Bauhaus).
Libro de la Bauhaus que saqué de la biblioteca
Pero sentía que le faltaba algo. Por ejemplo, el nombre del robot HAL esconde una clave: se inventó a partir de la sigla de la marca de computadores IBM, pero se corrió todo una letra “a la izquierda” en el abecedario. Antes de la I, viene la H, de la B la A, y de la M la L. Algo así hubiera sido ideal para este diseño. Dándole una vuelta, al cofundador de Fintual, Omar Larré, se le ocurrió que en esos “puntos” podrían haber escritas palabras que están en ASCII 8 bits.
La composición que ven en la imagen de abajo, a la derecha, dice “bienvenidos” (cada punto es 1 bit). La primera columna de puntos es la letra b. Se puede entender con más claridad en la primera fila que está en la tabla a la izquierda: b = 01100010
El problema es que la imagen que resultaba era un poco densa, con demasiados círculos, y para mantener nuestros lineamientos de diseño minimalista era ideal poder limpiarla un poco más. Lo bueno es que nos dimos cuenta que podíamos sacar los primeros tres bits de cada letra, porque todos eran iguales.
Como se ve en la tabla de arriba, todas las letras parten con 011 porque el primer bit es para definir si se quiere extender la cantidad de caracteres, y el segundo y tercero, para saber si la letra va en mayúscula. Como esa información no era relevante para el mensaje, decidimos darnos la libertad de cortar tres de cada letra – o en buen chileno, echarnos las primeras tres filas de puntos– para que se viera mejor:
Y así quedó en el cartel de la entrada:
No voy a mentir, hasta yo estaba impactada con los resultados y cuando se lo mostramos a OpenAI, nos aceptaron de inmediato todos los diseños, sin proponer ningún cambio. Si eres diseñador, sabrás que eso es bien extraño: por lo general el cliente pide varias iteraciones.
Pero no todo en diseño puede ser 100% funcional. A veces hay que sacrificar “significado” para que algo simplemente se vea mejor, como el caso de los polerones que mandamos a hacer para los mentores de la hackathon. Queríamos que también dijera Bienvenidos, pero cuando los enviamos a serigrafiar, la proveedora puso demasiado arriba el diseño y no se veía. A último momento tuvimos que agregarle dos puntos para que no se vea tan vacío, y perdió el significado.
Si no pudieron ir al evento les quiero dejar estas fotos, para que vean cómo se veía todo: organizar y diseñar algo de esta magnitud es una locura, así que espero que lo encuentren tan espectacular como lo encontramos nosotros.
Por último, subimos más detalles en nuestra landing de diseño, por si quieren mirar imágenes del proceso completo.
Y si me aguantaron hasta acá con esta historia, quiero proponerles un concurso: como les contaba, lo que hizo que me llamara la atención ChatGPT por primera vez, fue lo rápido que puede desbloquear recuerdos (como esa novela que había perdido). Y una colega me dijo que también pudo encontrar una película de terror que vio cuando chica y llevaba años buscando, Happy hell night. Malísima la película, pero genial la satisfacción de por fin dar con ella y confirmar que no era producto de su imaginación. Si logran desbloquear recuerdos como esos, cuéntenos en cartas@fintual.com. A los más graciosos y vintage les daremos un regalo sorpresa.