Alrededor del mundo, la deuda de los gobiernos lleva décadas aumentando. La deuda pública en el mundo pasó de 56% del PIB en los 50 a 92% del PIB en 2022, el último dato disponible. Es decir, los gobiernos en el mundo deben el equivalente a todo lo que se produce en el mundo durante un año. Un extremo es Japón, donde la deuda se multiplicó por 20 en los últimos 70 años.
¿Qué es la deuda pública y cuándo se genera?
La deuda pública son todas las obligaciones financieras (bonos o préstamos, por ejemplo) contraídas por los gobiernos, y que los comprometen a pagar en las fechas determinadas.
La deuda se genera cuando los gastos del gobierno superan sus ingresos, y para tapar el “hueco”, que oficialmente se conoce como déficit fiscal, piden prestado mediante la emisión de deuda pública (bonos de gobierno).
En general, históricamente la deuda crecía principalmente por las guerras. En lugar de subir impuestos o imprimir dinero, los países financiaban esos gastos extraordinarios mediante deuda, que luego reducían en tiempos de paz.
Más recientemente, la deuda tiende a aumentar en tiempos de debilidad económica pero, a diferencia de antes, cuando se supera la emergencia no hay esfuerzos para reducir los niveles de endeudamiento.
La emergencia del Covid es un ejemplo. En general los países dieron grandes estímulos para paliar los efectos que tuvo en la economía y el empleo. Pero una vez superada la emergencia, pocos países se amarraron el cinturón. Eso sí, quizás es pronto para sacar conclusiones: los efectos del Covid todavía se sienten, tal vez no en términos sanitarios, pero sí económicos.
Una forma de ver qué tanto un país se está “ajustando el cinturón” es mediante el balance cíclicamente ajustado, o también llamado balance estructural, que elimina los efectos del ciclo económico en los ingresos y gastos del gobierno, lo que permite evaluar la “verdadera” posición fiscal del gobierno.
Por ejemplo, si hay déficit cuando la economía anda mal, el balance cíclicamente ajustado será menos negativo, porque toma en cuenta que el gobierno está recaudando menos impuestos. Por el contrario, si la economía anda bien y de todas maneras el gobierno está gastando más que sus ingresos, el balance cíclicamente ajustado será más negativo que el balance sin ajustar. Durante la pandemia la gran mayoría de los países tuvieron déficits fiscales, naturalmente. Había que hacer lo posible para limitar el daño.
Y al parecer, todavía no hemos podido apretarnos el cinturón: los balances cíclicamente ajustados siguen en terreno negativo.
¿Por qué? en parte porque hay muchas necesidades sociales que atender, como pensiones y salud.
Aunque la tendencia global de la deuda pública ha ido inequívocamente al alza en la gran mayoría de los países, se asume que no puede seguir creciendo hasta el infinito y algún día alguien la tendrá que costear, posiblemente las futuras generaciones.
Que los balances de los gobiernos sean sistemáticamente deficitarios y que los niveles de deuda pública tengan décadas en aumento implica que hay algo estructural que debe ser solucionado. Es decir, que se necesita reformar el sistema para aumentar los ingresos o reducir los gastos de forma permanente.
De todas maneras, no es algo imposible. Por ejemplo, en 1990, la deuda del gobierno de Chile era equivalente al 43% del PIB, y fue bajando sistemáticamente hasta llegar a un sorprendente 4% del PIB en 2007. Se conjugaron varios factores, como una política fiscal prudente (en el 2000 el gobierno impuso una regla que apuntaba a mantener un superávit del 1% del PIB en el balance cíclicamente ajustado) y un boom en el precio del cobre, pero esto demuestra que se podría lograr.
Ya veremos cómo enfrentan los países este problema, si con aumento de recaudación fiscal (impuestos), reducción de gastos o apostando a mejores condiciones económicas.