Si no quieres leer la discusión completa, este es el resumen:
- La fórmula utilizada por Trump tiene tantos errores técnicos y conceptuales que los resultados obtenidos no son más válidos que lanzar dados.
- Ignora factores clave como la sustitución de productos o la integración de cadenas productivas globales, generando efectos negativos especialmente para Estados Unidos y los países que tengan mala suerte en esta tómbola.
- La falta de sensatez de estas medidas debiesen ser razón suficiente para esperar que fuerzas internas o externas en la política norteamericana empujen su rectificación o disminución.
Contexto: Trump y su guerra arancelaria:
El 2 de abril pasó a la historia como el "Liberation Day" de Trump. Invocando poderes especiales bajo la Ley de Emergencias Nacionales de 1974 (originalmente usada para enfrentar el embargo petrolero de la OPEC en 1973), Trump acabó con más de medio siglo de liberalización arancelaria, imponiendo fuertes aranceles a nivel global, excepto curiosamente para países como Rusia, Bielorrusia y Cuba.

Estos aranceles van del 10% al 50%, elevando el promedio arancelario estadounidense de cerca del 0% a más del 20%, niveles no vistos desde comienzos del siglo XX.

¿Qué dice esta polémica fórmula?
Trump justificó estos aumentos arancelarios usando una fórmula que, supuestamente, ajustaba aranceles por manipulaciones cambiarias y prácticas comerciales injustas.
Tras críticas generalizadas, el Departamento del Tesoro publicó su "metodología":

Pocas veces una simple ecuación ha generado tanta controversia. La comunidad económica todavía se pregunta de dónde salió esta fórmula (algunos incluso bromean diciendo que fue generada por ChatGPT).
Pero olvidémonos del origen por un momento. Primero intentemos entender que busca resolver esta ecuación.
Si despejamos los dos factores de sensibilidad y los tiramos a la izquierda, llegamos a la fórmula:

Por el lado izquierdo, el multiplicar los aranceles por su factor de traspaso a precio de importación y la sensibilidad de la demanda implica que el lado izquierdo responde a cuánto caería la demanda de un bien como producto de una alza de aranceles.
Por el lado derecho, la diferencia entre exportaciones e importaciones es el déficit comercial de un país.
Es decir:

En términos simples, la fórmula busca reducir el déficit comercial de EE.UU. aumentando aranceles, bajo el supuesto de que esto automáticamente bajará las importaciones. Este efecto se calcula considerando la sensibilidad de los precios y de la demanda.
Esto deja claro que el objetivo de la Casa Blanca poco tiene que ver con rectificar abusos aranceles de socios comerciales, si no el reducir el déficit comercial a toda costa, lo que es ampliamente descartado por la teoría económica como un objetivo sensato.
¿Qué tiene de malo?
Incluso si reducir déficits comerciales fuera un objetivo deseable, esta fórmula presenta varios problemas graves:
Adiós multilateralismo
Aplicar aranceles bilateralmente, país por país, ignora completamente las cadenas globales de valor.
Por ejemplo, una economía desarrollada puede importar acero barato desde países emergentes y luego exportar maquinaria avanzada a otras economías desarrolladas, manteniendo una balanza comercial positiva pese a tener desbalances a nivel bilateral.
Si cada país impusiera aranceles bilaterales agresivas, el comercio internacional colapsaría.
Contando bienes pero olvidando servicios
Otra falla de la fórmula es la decisión de medir el déficit comercial solo con bienes físicos, ignorando por completo los servicios, como tecnología, medios, finanzas y turismo. Para aclararlo con un ejemplo: comprar un DVD sí cuenta, pero suscribirse a Netflix, no.
Esta omisión genera resultados curiosos. Por ejemplo, Bermudas prácticamente no exporta productos físicos a EE.UU., pero sí muchos servicios financieros, gracias a leyes tributarias atractivas para empresas estadounidenses. Con la fórmula de Trump, Bermudas paga un arancel de solo 10%. Pero si se incluyeran servicios, este arancel aumentaría drásticamente hasta el 37%.
En cambio, grandes socios comerciales como la Unión Europea o Suiza se ven más perjudicados. EE.UU. importa más bienes desde Europa de los que exporta, pero envía más servicios a Europa que los que recibe. Contando tanto bienes como servicios, el arancel para Europa bajaría del actual 20% a tan solo 10%. En el caso de Suiza la diferencia es aún más grande: su actual arancel del 31% se desplomaría a un 10% si se consideraran adecuadamente las exportaciones de servicios estadounidenses.
Esta extraña distorsión probablemente tenga un origen ideológico: Trump enfoca su visión comercial en el mundo manufacturero del obrero norteamericano, obviando el enorme factor que tiene el mundo tecnológico de alto valor agregado presente en los servicios que Estados Unidos exitosamente exporta a todo el mundo.
Problemas con las elasticidades
La fórmula asume, de manera simplificada, que la respuesta de la demanda y de los precios de importación frente a los aranceles es la misma para todos los países y productos (usando valores arbitrarios como 4 y ¼). En palabras simples: no todos los países y/o productos reaccionan igual ante un aumento de aranceles.
En este punto resalta que el paper citado por la Casa Blanca (Cavallo et al, 2021) dice explícitamente que este factor de 1/4 corresponde a la elasticidad versus precios de venta final, y que el paso a los precios de importación es prácticamente 1, algo que el propio autor se encargó de corregir.
Este pequeño error por sí solo corregiría los aranceles impuestos a un cuarto de lo que son hoy, dejando a ningún país por sobre el 14%, mucho menos del 50% de los datos actuales.
¿Hace sentido pensar en una sola elasticidad para todo el mundo?
Otro error crítico en la fórmula es asumir que las sensibilidades (elasticidades) son iguales en todos los países y para todos los productos.
Esto es poco realista porque cada economía y producto tienen diferentes respuestas ante cambios de precio. No es lógico pensar que un producto especializado tendrá la misma elasticidad que un commodity. Aplicar aranceles individuales basadas en esta simplificación exagerada lleva a resultados absurdos.
Paltas, diamantes y zapatillas: el dilema de la sustitución
Como dijimos antes, la fórmula de Trump busca reducir el déficit comercial subiendo aranceles para incentivar la compra local en vez de productos importados. Pero esta idea es bastante burda, porque en algunos casos sustituir es muy difícil o incluso imposible.
Paltas en invierno: el problema de los productos de estación
Pensemos en frutas como las paltas o las berries. Países como Chile exportan grandes cantidades a EE.UU., especialmente en el invierno norteamericano, cuando estos productos no están disponibles localmente. Imponer aranceles en estos casos no genera sustitución, pues simplemente no existen alternativas locales durante esos meses.
Así, EE.UU. no tendría beneficios reales, salvo que aprenda a cultivar paltas en invierno o se conforme con comer las ya famosas avocado toasts solo en verano.
Minerales y productos geológicos: cuando la ubicación no ayuda
Un caso llamativo es Botsuana, con un alto arancel del 37%.
¿Por qué ocurre esto?
Botsuana es un país pobre, que básicamente no importa productos de Estados Unidos (menos de USD 70 millones anuales en productos varios), pero les exporta casi exclusivamente diamantes, con cerca de USD 400 millones anuales.
Esto lo hace un país que posee un elevado superávit comercial contra Estados Unidos, por lo que acorde a la fórmula, debiese pagar altos aranceles.
De hecho, varios países africanos sufren de esta situación: Botsuana y Lesoto son los mayores exportadores a EE.UU. de diamantes sin pulir, y ambos enfrentan altos aranceles y Lesoto posee el mayor arancel impuesto de un 50%.
Estados Unidos casi no produce diamantes naturales; importa más del 80% para consumo interno y exportación posterior como diamantes pulidos para joyería. Ante esta situación, cabe preguntarse cómo un arancel alto podría reemplazar estas importaciones, dado que EE.UU. carece de capacidad geológica.
Al parecer, comprar un anillo de compromiso será cada vez más difícil.
Calzado y vestuario: ¿el nuevo “sueño americano”?
Finalmente, ¿es deseable sustituir todas las importaciones? Tomemos el ejemplo de las zapatillas deportivas. China y Vietnam, ambos sujetos a aranceles altísimos de 34% y 47% respectivamente, y son sus mayores exportadores.
Trump podría buscar reemplazar estas importaciones, pero ¿realmente quieren los estadounidenses fabricar zapatillas?
Según la Fair Labor Association, en Vietnam las condiciones laborales en la producción de calzado son especialmente difíciles:
- Salario promedio mensual: USD 200 (solo un 4% del ingreso mensual promedio en EE.UU.).
- 57% de las fábricas incumplen el descanso semanal obligatorio (24 horas continuas cada 7 días).
Es claro que trasladar estos empleos a EE.UU. no parece una buena idea. Como dijo el comediante Dave Chapelle: "Quiero usar mis zapatillas Nike, ¡no fabricarlas!".
Conclusiones
Este análisis nos deja una conclusión bien clara: la fórmula que usaron para definir los aranceles comerciales tiene grandes fallas técnicas e incluso conceptuales. Si consideramos los impactos económico que esto tendrá no solo en el mundo entero, sino incluso para los consumidores norteamericanos, parece lógico que en el futuro veamos una serie de negociaciones para ajustar los aranceles de cada país.