Hace un año, me encomendaron la tarea de escribir sobre los premios nobel de economía. En esa edición, lo ganaron David Card, Joshua Angrist y Guido Imbens. Éramos pocos economistas en Fintual y naturalmente me tocó la noble misión.
Pero me equivoqué: no aclaré que en realidad no existe el premio Nobel de economía. Y esa es la magia de este newsletter: no es un discurso unilateral, sino que pueden respondernos a través de cartas@fintual.com. ¡Espero que Glen me lea esta vez y vea que lo corregí!
Buscando ese texto y mirando atrás me doy cuenta cuánto ha cambiado y avanzado el Fintualist. Tenemos logo nuevo. Tenemos reseñas de libros y series. Todas las semanas les contamos alguna historia con datos.
Pero bueno. Dejo la nostalgia de lado y a lo que nos convoca: los no-Nobel de economía de este año.
Los premios Nobel
A no ser que vivas bajo una roca, estoy segura que has escuchado hablar sobre los premios Nobel. Aunque quizás no sabes de dónde surgieron.
Alfred Nobel, inventor de la dinamita, murió en 1896 y en su testamento dejó escrita su última voluntad: destinar parte de su fortuna a premiar a personas importantes de distintas áreas: física, química, fisiología o medicina, literatura y paz. Se agregó economía al premio y se entregó por primera vez en 1969. Aunque en estricto rigor no es «un Nobel» sino el «Premio del Banco de Suecia en Homenaje a Alfred Nobel».
¿Cómo funciona? Los científicos, académicos o profesores universitarios pueden nominar a sus favoritos y luego cada comité elige hasta 3 ganadores o ganadoras por premio. Todos ganan el mismo monto de dinero, que va variando año a año. Este año se dividieron 10 millones de coronas suecas (como 880 millones de pesos chilenos).
En cada nueva edición resurgen algunas polémicas y cuestionamientos. Porque no solo la familia estuvo en contra de perder la herencia del viejo Alfred, también se han cuestionado varias aristas de los premios. Algunas cuestiones son 100% cahuin: dicen que no hay Nobel de matemáticas porque la esposa de Nobel lo engañó con un matemático. Otras son más serias: premios a inventores de armas nucleares o de la lobotomía.
Las premiaciones más polémicas son las del premio Nobel de la Paz. Se habla de que premiaron a Obama en 2009 para evitar que se fuera a guerra a poco tiempo de su llegada a la Casa Blanca, pero hasta ahora ha sido el único presidente en EEUU que ha pasado todos los días de su mandato en guerra. Quisieron quitarle el Nobel a Aung San Suu Kyi y Wangari Mathai; a la primera por no denunciar la matanza de musulmanes en Myammar y a la segunda por difundir una teoría conspirativa poco comprobable. Y cómo dejar fuera a la omisión que se recuerda cada nueva entrega de premios: no haber entregado nunca un Nobel de la Paz a Mahatma Gandhi, a pesar de haber estado nominado 5 veces.
Aunque hay que decir que, en general, un premio Nobel siempre es motivo de orgullo. Ya lo sabemos los chilenos gracias a nuestros ilustres poetas: Gabriela Mistral y Pablo Neruda.
Los premios que me convocan son los de mi área de estudio (y favorita, por lo demás): los ganadores del Nobel de Economía 2022.
Los ganadores de los premios Nobel de Economía 2022
Generalmente, cuando eligen a más de un Nobel de economía, se trata de profesionales que han trabajado en el mismo tema. El año pasado, los 3 ganadores usaron experimentos naturales para «responder a importantes preguntas de la sociedad»: en el mercado laboral y en encontrar relaciones causales. En el 2020, los ganadores avanzaron en la teoría de subastas.
Este año premiaron a 3 economistas por su investigación en banca y las crisis financieras: Ben Bernanke, Philip Dybvig y Douglas Diamond (de izquierda a derecha en la foto).
Específicamente, los tres economistas avanzaron en la investigación del rol que juegan los bancos en la economía, especialmente durante las crisis financieras. Sus investigaciones ayudan en la implementación de políticas públicas que apunten a la estabilización económica.
Y a diferencia de varios economistas, Bernanke lo vivió en carne propia. Tuvo el difícil rol de presidir la Reserva Federal de Estados Unidos (llamada también la Fed: el banco central de EE.UU.) durante la crisis financiera del 2008. Escribió varios artículos de investigación sobre el rol bancario en las crisis durante la década del ‘90, y los puso a prueba durante su mandato. La principal conclusión de sus trabajos apunta a que cuando hay crisis, las personas corren a retirar su plata de los bancos (pánico bancario); eso hace que muchas veces los bancos quiebren y se profundice aún más la crisis, porque se detiene el mecanismo de préstamo, ahorro e inversión.
Dybvig y Diamond, por su parte, trabajan sobre el efecto que tienen las creencias colectivas de quiebra sobre los bancos: si mucha gente cree que un banco puede colapsar, probablemente lo haga. Si todos van a la vez a retirar su plata, el banco se quedará sin efectivo para entregarles y colapsará. Incluso si el rumor original de colapso era falso. Una profecía autocumplida.
¿Te suena esto de las profecías autocumplidas? Me imagino que sí, porque la inflación tiene un mecanismo bastante parecido.
Ellos proponen una solución: que el Estado garantice al menos parte de la plata que las personas depositan. Así, si hay rumores de quiebra no saldrán todos corriendo a retirar plata al banco. Pero claro, el Estado debe tener credibilidad suficiente.
En conclusión, el mercado financiero se mueve bastante por expectativas y por cuánto le achuntaron las expectativas a la realidad. Los bancos y el sistema financiero en general se mueve mucho por expectativas; las fake news se pueden hacer realidad si mucha gente las cree, y, si eso pasa, una crisis financiera se puede convertir en una grave crisis económica. Entonces, las políticas públicas deben enfocarse en darnos garantías para que no creamos las fake news.