El pasado domingo 21 de agosto se apagó la figura del último gran referente popular nacional. A los 69 años y producto de un cáncer, falleció Boris Leonardo Gonzalez Reyes, conocido en nuestras casas como Zalo Reyes.
Para las nuevas generaciones la figura de Zalo está vinculada a los excesos y a una grabación televisiva, suerte de docu-reality realizado por el canal Mega, donde lo filman junto a su doble artístico. El clímax fue la escena donde Zalo exclama “¡están matando a un hueón!”, frase popularizada por el comediante Felipe Avello.
Cierto es que el cantante nacido en Conchalí (03 de Noviembre 1952) desarrolló una cuestionable carrera a partir de los años noventa, donde solo fue invitado a la TV como “personaje gracioso”, poco y nada para cantar los éxitos con los que dominó los ochenta. Terminó con escenas tan tristes como comer una cebolla en cámara supuestamente hipnotizado y el comentado episodio junto a su doble.
Lo bueno, es que a partir de su muerte comienza a sentirse el real legado artístico del “Gorrión de Conchalí”. Uno que el propio Zalo se encargó de mantener a punta de colaboraciones con nuevos músicos y esporádicas participaciones en escenarios tan distintos a los que frecuentaba antes, como la discoteca Blondie.
Zalo Reyes: una especie de Rey Midas
Zalo Reyes dominó la escena nacional desde finales de los años setenta hasta mediados de los ochenta. Cuando decimos “dominar”, nos referimos a todo. Medios grandes y pequeños. Estadios y fondas. Conchalí y Vitacura. Incluso, llegó a tener su propia línea de productos de belleza; champú, colonia etc.
La periodista Marisol García, autora del libro Llora, corazón. El latido de la canción cebolla (Catalonia, 2017), cita en su relato una conversación que describe el momento peak de Zalo Reyes en voz de Miguel Cárcamo, quien supervisó el desarrollo del artista en el sello EMI-Odeon:
No ha habido otro Zalo Reyes. No ha habido un cantante popular que le llegue un poquito ni a los talones a Zalo (...) Llegó a ser una especie de Rey Midas. Puede sonar extraño ahora, pero quienes lo teníamos cerca entonces veíamos en él a alguien que parecía ser un elegido. Lo comparo con lo que ocurre en Chile con los futbolistas; gente que con un talento único y mucho trabajo logra traspasar las barreras que le pone la vida.
Quien conoció a Zalo Reyes desde el inició de su apogeo, fue la cantante y compositora Denisse Malebrán (Saiko), sin dimensionar entonces la figura del cantante:
Conocí a Zalo muy chica. Mi familia siempre estuvo ligada a lo artístico, por entonces mí Tía Nelly animaba el Festival de los Vilos (IV región) y ahí llegó a cantar Zalo Reyes, quien entonces se hizo amigo de mi familia, yendo a veranear junto a nosotros… verano de 1979. A partir de ahí se hizo amigo de mi papá. Entonces no dimensioné la figura que era Zalo Reyes, para mí era solo un cantante famoso. Con los años comencé a admirarlo profundamente; es nuestro Tom Jones, nuestro Juan Gabriel, nuestro Roberto Carlos… si le hubiera tocado nacer en un país que apoya a sus artistas hubiese tenido una vida más gloriosa. Además somos un país lejano, no pudo conquistar mercados como otros cantantes. Lo tenía todo para haberlo hecho… creo que su historia da para una serie: un rockstar con caídas y vueltas a levantar
Para 1979 Zalo Reyes se daba a conocer de manera masiva. Después de fallar con sus dos primeros intentos discográficos y luego de que su casa discográfica le diera un ultimátum, reactivó su carrera como “Zalo Reyes y el grupo Espiral”, lanzando el éxito “Una lagrima y un recuerdo” (canción popularizada en México por la banda Miramar).
Este éxito sería la antesala de una ola de hits y su inminente llegada al Festival de Viña en el año 1983. Aquí terminaría de consolidar su carrera a nivel masivo, recibiendo 2 antorchas de plata, gesto inédito hasta esa fecha. Noche gloriosa donde compartió escenario con monstruos de la música como Victor Manuel, Ana Belén, Los Jaivas, Emmanuel y Jose Luis Perales.
El escenario del festival más importante de Chile se vino abajo cuando el hijo ilustre de Conchalí ingresó al show. Sus primeras palabras fueron la mítica frase que popularizó en pleno apogeo de su carrera: “¡Hola! ¿Cuándo vai a ir pa la casa...?”
Referencia que el artista explicó en varias ocasiones y que corresponde a su trato cercano en su barrio de Conchalí, lugar que nunca abandonó y del que no solo fue nombrado hijo ilustre, sino que también desde 2018, tiene una calle con su nombre, donde vivió hasta el día de su muerte.
Del Fervor de los ochenta al culto alternativo de las fiestas Kitsch
“Kitsch” según la Rae significa: “'estética caracterizada por la mezcla de objetos heterogéneos pasados de moda y que se consideran de mal gusto”
A partir de esta definición, el productor de eventos Patricio Sanchez, más conocido como Pato Hado, ha popularizado una fiesta hace 20 años que invoca a la nostalgia en torno a los ídolos de antes, y que han incluido Festivales, programas de radio e incluso venta de cedés cuando ya nadie vendía discos.
Y claro, Zalo Reyes no fue la excepción.
Fue tanta la obsesión de Pato Hado con tenerlo en sus eventos que llegó a golpear la puerta de su casa:
Empezamos a llevar a René de la Vega y a Cecilia a nuestra fiesta Kitsch, pero era lógico que queríamos llegar a Zalo Reyes, y fuimos directo a su casa en Conchalí. Un lugar muy especial, que incluía su estudio de grabación, una piscina entremedio de árboles y un perro que vivía en una casa construida en uno de los árboles. Además de una suerte de museo donde tenía todos sus premios y memorabilia… Fue como estar en la casa de Johnny Cash, donde él mismo fue anfitrión junto a su familia y me atendieron muy bien, hasta el día de hoy soy muy amigo de su hijo. Esa conversación se materializó en trabajar unas 40 a 50 veces junto a Zalo.
Conocido es que Zalo Reyes, desde sus inicios, no pudo entrar con facilidad en los circuitos de estrato alto. Quienes lo veían como lo que era: un cantante cebollero, ligado a lo popular. Famoso es el episodio cuando se presentó en el programa de TVN “Permitido”, que se realizaba desde el centro comercial Los Cobres de Vitacura y que animaba Antonio Vodanovic. La producción, en un acto de ironía, colgó un letrero de neón que titulaba “The Zalo Reyes Show”. Fue en ese show televisivo, que no pasó a la historia, donde Zalo Reyes rompió con la barrera social, echándose al bolsillo al acartonado público del sector oriente. Así lo explica Pato Hado:
Zalo Reyes pudo ser en algún minuto de mal gusto en ciertas audiencias, por eso lo llevaban a cantar a lugares muy cuicos o la televisión. Era un artista distinto, iba a contra pelo por cómo se vestía, cómo hablaba… por todo eso, Zalo es un ídolo Kitsch. Además de ser un adelantado en el negocio. Fué el primero en tener su propio mercadeo con la línea cosmética por ejemplo; champú, desodorante, etc. Hizo su carrera como quiso, solo le faltó salir en teleseries. Él encarna el concepto de “todo pasado fue mejor.
“Mi Caminar”: por más que toque fondo
En el año 2010 Zalo Reyes lanzó una de sus últimas canciones: “Mi Caminar”. Composición que es acompañada por un videoclip dirigido por Victor Cubillos. En 3 minutos y 46 segundos, el artista repasa su carrera en imágenes, además de presenciar su propio funeral rodeado de otros artistas y amigos. Todo en blanco y negro. Un must.
Lo cierto es que Zalo Reyes falleció como siempre quiso. En una de sus últimas entrevistas, el cantante manifestó que quería “irse” en un sueño y rodeado de su familia. Su hijo, Boris Gonzaléz, confirmó que su padre falleció producto de un cáncer al páncreas no detectado y que efectivamente murió rodeado de su familia y en un coma inducido.
Ha tenido una de las despedidas más masivas y populares de los últimos años, así lo cree el periodista y melómano Alvaro Henriquez Ensemeyer:
Eran cuadras y cuadras de personas tratando de ingresar al gimnasio (municipal de Conchalí). Pocos artistas se han ganado un sitial especial entre el cariño popular, la despedida de la gente está muy alejada de la tristeza, lo han despedido con alegría coreando sus canciones, un jolgorio popular que no se veía desde la muerte del Gato Alquinta (Los Jaivas, 2003). Zalo Reyes es un artista que nació desde las entrañas de las poblaciones de Santiago y por eso la fiesta popular que ha sido su despedida, eso es parte del legado que deja y que tiene que ver con su mayor mérito: haberse hecho él completamente como artista, desde una comuna popular y humilde. Fue genuino siempre, le dio el sello del chileno popular a su obra y a partir de ahí se construye como un artista integral, una combinación de artista innato y a la vez un carisma incomparable forjado desde las boites y quintas de recreo. Pocas veces visto en nuestra escena.
Denisse Malebrán piensa parecido: «murió muy jóven, pero lo cierto es que vivió todo lo que tenía que vivir como la estrella y figura que fué.»
El Gorrión voló por última vez, buen viaje Zalo.