Se dice que los seres humanos somos desconfiados por naturaleza. Esta aseveración encierra en sí misma algo poco comprobable que nos da algo de tranquilidad frente a las adversidades que nos propone el sistema social y económico en el que nos desarrollamos. También, que los gemelos idénticos, aun cuando no hayan vivido en el mismo entorno, desarrollarán características similares, que van desde padecer las mismas enfermedades, enfrentarse a accidentes a la misma hora o tener preferencias de colores o nombres que nos siguen asombrando como una verdad irrefutable. Varios científicos atribuyen hoy a la dopamina un papel importante en la esquizofrenia, se dice que el estómago es un segundo corazón. Así avanzamos con una serie de teóricos saberes que leemos en estudios de poca y alta monta, en artículos amateurs en internet o en papers académicos, aumentando aquello que llamamos desde hace mucho “cultura general”.
Siri Hustvedt (Minnesota, 1955), escritora, investigadora y doctorada honoris causa en la Universidad de Oslo, nos entrega en este ensayo, una visión crítica acerca de las certezas de la cultura, que, amparada en la ciencia, nos hace establecer verdades de las que no estamos seguros y que seguramente serán complementadas, corregidas o banalizadas en un futuro cercano.
Oliver Sacks, escritor y neurólogo, nos decía hace años en su libro “Alucinaciones”, que no vemos con los ojos sino con el cerebro, y que muchas de las interpretaciones dadas a la realidad, no son más que atajos propiciados por ciertas áreas de nuestro complejo sistema neurológico. Ciertamente, nuestro lugar de nacimiento, aquello que llamamos genética, nuestras creencias espirituales; generan una cosmovisión desde la cual leemos aquello que sucede a nuestro alrededor, sin contar con la enorme influencia de los medios de comunicación en el comportamiento humano. Noticias falsas, estrategias de marketing por medio de algoritmos y el avance de la robótica, nos convierten en presas fáciles de un limbo intelectual donde algunos se mueven con más eficiencia que otros.
La audacia de la ciencia es vista desde este lugar, como una confianza agresiva, más que un legítimo intento por sacarnos del infierno de no tener respuesta a nuestros dilemas fundamentales. ¿Por qué un deportista que se alimenta con comida macrobiótica sin antecedentes genéticos muere de un ataque al corazón al jugar con sus hijos en una playa? ¿Y una fumadora de noventa y un años no padece cáncer de pulmón? Son preguntas que solemos hacernos cuando caemos en el ejercicio comparativo. Si lanzamos este argumento en una cena, seguro alguien dirá que el deportista tenía emociones reprimidas y que la mujer se alimentó de brócoli y tomó sobredosis de vitamina C toda su vida. Estos cortocircuitos argumentativos nos dejan en la indefensión cuando alguien se ha dedicado con más profundidad a algún área vinculada a la medicina, la biología o la genética. Pero ya lo vimos en la pandemia del Covid-19 y todas sus variantes: médicos que decían que era solo una estrategia de manipulación murieron supuestamente de coronavirus, y otros que extremaron los cuidados también acabaron teniéndolo. En ese sentido, la naturaleza se nos sigue presentando como un enorme enigma, poniendo a prueba nuestros saberes y constelaciones de tesis formuladas a través de consensos.
Este ensayo, es tal vez, en suma, un recorrido por aquellas ideas que nos han constituido como civilización, a partir de hallazgos científicos que incluso derivaron en corrientes filosóficas. Transitar en la ambigüedad es arena movediza, exageradamente necesaria en tiempos donde todos creemos tener la razón. Pensar las certezas como un espejismo, nos habla de la sed del caminante que necesita respuestas, pero también de la imposibilidad de establecerlas cuando el conocimiento se torna un bien más esencial que la misma economía. Con enorme destreza, Hustvedt es una detective de detectives que nos ayuda a una tarea, hoy imprescindible: el desaprendizaje de todo aquello que consideramos una ley.
“Los espejismos de la certeza”, Siri Hustvedt, Editorial Planeta, 2021.