Noviembre de 2017. Filas gigantes para entrar. Gente gritando y celebrando cada nuevo movimiento de una mano. Atención total. El espacio totalmente colmado. Con el ganador declarado, los vítores del público enardecido.
Podría tratarse de un partido de Roger Federer contra Rafa Nadal, pero no: así fue la venta de la pintura más cara de la historia: el Salvatore Mundi de Leonardo Da Vinci.
De tanto inspirarnos en estilos con diferentes IAs para la sección del Artista de la semana, me empecé a preguntar cuáles eran las pinturas más caras de la historia. Cuando vi la charla de Arturo Cifuentes en el Fintual Spring Update me decidí a escribir este pequeño post.
Ahí me encontré con la historia de la pintura más cara de la historia.
El 2014 los dealers (de arte) Robert Simon y Alexander Parish vendieron una pintura llamada Salvatore Mundi, que habían comprado previamente por unos 80 millones de dólares. Se trataba de una obra de lo que se suele llamar los “Old Masters”, los viejos maestros: cualquier pintor de peso que haya trabajado antes de 1800. Los ejemplos más típicos son Leonardo da Vinci, Michelangelo, Albrecht Dürer, Caravaggio, Rembrandt o Jacques-Louis David.
La gracia de los Old Masters es que salen muy, muy poco al mercado. Se calcula que conforman apenas un 9% de las transacciones del mercado del arte. Mientras que el arte moderno representa un 40%.
Y tiene sentido: la mayoría de sus obras están en museos, y por lo tanto se transan bastante poco. Por eso siempre es un eventazo cuando se hace un remate público de uno de estos pintores.
El comprador había sido el magnate ruso Dmitry Rybolovlev, que pagó unos 127 millones de dólares. Y sí, un año después se dio cuenta que medio lo habían engañado con el sobreprecio y demandó a su pasante de arte.
Ya entonces corrían rumores de que el Salvatore Mundi era una obra perdida de Da Vinci, el más codiciado de todos. Un par de exhibiciones donde se lo mostró como obra de Leonardo y una restauración bien profunda (algunos dicen que más que restaurarlo, le tuvieron que hacer cirugía plástica al pobre Cristo), terminaron de confirmar la idea.


Antes y después del Extreme makeover
Muchos todavía tienen dudas de la autoría. Otros –entre los que me incluyo– todavía nos pasa que la pintura es bien fome, más allá del autor: de frente, un poco soso, sin demasiadas marcas de lo que hace a Da Vinci la estrella de cualquier museo.
Mientras tanto, Christie’s –una de las dos empresas de subastas más importantes del mundo junto con Sotheby’s– había comprado la pintura y se disponía a venderla… pero querían hacerlo con toda la pirotecnia posible. Y vaya que lo lograron.
Las filas de gente con ganas de ver la pintura en Christie 's –algunos cuentan que varios se pusieron a llorar al verla– seguro ayudaron a aumentar el hype. Tanto que el precio de 100 millones que habían estimado como venta inicial quedó chico al lado de los 430 que pagaron finalmente, y que la puso como la pintura más cara de la historia. Aunque cuando se enteraron del comprador, ya no estaban tan felices.

Llama la atención que en el top 10 no aparezca ninguna pintura del siglo XXI –esto muestra un poco que, igual que con varias inversiones, estas apuntan al largo plazo– y la más nueva es de 1955. Más abajo en la lista están Andy Warhol (11) con una pintura de 1964 o Roy Lichtenstein con una de 1962 en el puesto 15. Pero la verdad es que si consideramos el promedio del año de las 10 primeras, nos encontramos con 1827 y de las 30, 1888. Da la sensación que el valor de una pintura toma tiempo en concretarse.
Además, tomemos en cuenta que lo que se entiende como “Mercado del arte” no existió siempre. Como dicen Arturo Cifuentes y Ventura Charlin en su libro The Worth of Art, un mercado con compradores, vendedores y terceras partes (como Christie’s), además de galerías, dealers, ferias y museos tiene, más o menos, 250 años de antigüedad. Si quisiéramos ponerle un hito, tal vez la Revolución Industrial sería el momento –que coincide con la creación de Sotheby’s y Christie’s– en que el arte deja de hacerse por encargos y empieza a producirse para ser vendido.
Desde ese momento hasta hoy, constantemente se han ido superando los precios pagados por las pinturas. Pero siguiendo con esta idea de que lo más viejo vale más, hay una tendencia bastante interesante entre las pinturas que fueron las más caras de la historia en cada momento.
Por ejemplo, una de las primeras pinturas en ostentar ese título fue La Madona Sixtina de Rafael, quien la terminó de pintar en 1514, pero que se convirtió en la más cotizada recién en 1759. Y la tendencia se mantuvo por bastante tiempo: en 1901 otra pintura de Rafael se subió al podio y entre su momento de creación y de venta pasaron casi 400 años. En 1911 El molino de Rembrandt se vendió por 500 mil dólares aproximadamente, la pintura ya tenía 266 años.
La tendencia se mantuvo más o menos estable hasta los años ochenta, cuando dos pinturas de J.M. Turner se adjudicaron el primer lugar de manera consecutiva. Luego, entre el año 85 y el 2004 un pintor dominó la escena: Vincent Van Ghog, con 4 podios seguidos. Una pena, considerando lo poco que ganó en vida.
Y la cosa parecía que se estabilizaba ahí, hasta que apareció un tal Salvatore Mundi medio apócrifo dando vueltas por Christie’s. Como te contaba antes, las pinturas más caras de la historia son las que han sido transadas, porque seguramente la Mona Lisa costaría bastante más que el Cristo post cirugía, pero claro, por suerte el Louvre no necesita –ni quiere– venderla.
Te deja pensando de todas formas, que la chances de ver el Salvatore Mundi en vivo son bien bajas, ya que el comprador fue el príncipe Saudí Mohammed bin Salman, que además de haber sido acusado del asesinato de un periodista del Washington Post, tiene al último Leonardo bien escondido: nadie sabe realmente dónde está ahora.
¿Qué otras variables influyen en el precio?
Volvamos sobre el libro de Arturo Cifuentes y Ventura Charlin que también sirvió de inspiración para este post. En él, incorporan herramientas de las finanzas al mundo del arte, y los resultados son bastante interesantes –incluso para alguien como yo que viene del mundo de la literatura–. Si les interesa, les recomiendo leer el libro o bien escuchar esta charla que dio en el Fintual Spring Update.
Uno de los capítulos que más me llamó la atención fue el del color y su relación con el precio: cómo podemos usarlo para determinar qué colores en ciertos pintores venden más o cuestan más que otros.
Pero claro: en una pintura figurativa –esto es, que se aprecian formas discernibles– es imposible separar la temática y la composición, del color. Así que Charlin y Cifuentes optan por un camino bastante inteligente: estudiar a Rothko.

Al parecer, sus obras más apetecidas son las que tienden al rojo y al azul; y también las que presentan una mayor diversidad de colores en la paleta.




Ahora bien, Rothko no es el único ejemplo que usan. El otro pintor abstracto (y también obsesionado con el color) que estudian no lo conocía y, la verdad, fue un tremendo hallazgo: Josef Albers. Nos cuentan Cifuentes y Charlin que este pintor germano-americano tenía una teoría bastante controversial sobre el color, en la que importaban más las relaciones entre colores que los colores por sí mismos.








La ironía es que, según el estudio que realizan de los precios de sus pinturas relacionadas al color, la interacción entre colores determina menos el precio de sus cuadros que los colores dominantes, algo que seguramente no le hubiese caído bien a Albers.
Así que en homenaje a un pintor que dedicó su carrera a estudiar el efecto de los colores en el arte –y que propició que ahora podamos estudiarlo en relación a los precios– dejaremos a Josef Albers como artista de la semana.