En 2011 me pidieron que escribiera un par de columnas en Las Últimas Noticas, en un suplemento especial sobre el Festival Internacional de la Canción de Viña del Mar que se iba a llamar, haciendo un guiño a los periódicos del pasado, “La Gaviota”.
En aquellos días uno de esos textos que redacté versó sobre la tan manida edición del Festival de 1981, que se suele decir fue la más apoteósica de la historia; y el otro sobre El Monstruo, aquella entelequia de la Quinta Vergara que se come a los artistas y de la cual yo intenté hallar algunos patrones respecto de su dieta.
Al año siguiente, en 2012, me contrataron inicialmente por el verano para cubrir el Festival a través de columnas diarias y quisimos hacer algo en grande. Con un equipo de periodistas jóvenes nos fuimos a la colección de diarios de la Biblioteca Nacional y revisamos desde el año 1974 en adelante, año tras año y día tras día del certamen viñamarino, en principio para llevar a cabo algo que hasta entonces no se había hecho: documentar todas las Gaviotas y/o Antorchas que se habían entregado en los habituales seis días de esta fiesta de cierre del verano.
Todo terminó en una planilla Excel. Consignaba que entre 1974 y 2011 se habían entregado 674 galvanos gaviotiles o antorcheros. Con los años yo seguí ingresando la data y la base de datos terminó con un catastro completo de actuaciones bajo la antigua concha acústica o el nuevo escenario aggiornado de los últimos lustros, particularmente debido a que desde aquellos días nunca he dejado de cubrir el Festival. Lo hice por varios años desde LUN y luego desde radio ADN.
Amén de la consulta a los periódicos, logré hacerme de un documento esencial, sobre todo para el detalle de shows de los primeros años del Festival. Un libro llamado La Gaviota de la Ilusión, que fue el trabajo de quizá el hombre que más supo de los pormenores del Festival en su historia, el periodista viñamarino Hernán Gálvez, que año tras año, desde los ochenta y hasta su fallecimiento a inicios del presente siglo, fue registrando en sucesivas ediciones mucha información clave.
Ahora, con los datos de 2023 a mano, donde ha jugado un papel crucial la consulta a la Wikipedia que desde hace varios años registra minuciosamente el noche a noche de Viña, creo que puedo hacer un recorrido por la historia de La Gaviota y El Monstruo y llegar, desde ya, a la conclusión de que ambos son dos caras de una misma moneda: una que se fragua en 1971 y que ha dado muchas vueltas, conforme transcurren los lustros. A continuación, la historia de La Gaviota y El Monstruo.
El origen
Todos los años, año tras año, columnistas de espectáculos reclaman en los principales medios impresos, radiales y audiovisuales de Chile sobre lo devaluada que está La Gaviota. Se suele señalar que esta se entrega sin ninguna consideración y casi con fórceps a cuanto artista pisa el escenario y, que además, el desdoble en las versiones de Gaviota de Plata y Gaviota de Oro extiende de manera innecesaria el rol de los animadores, cortando el espectáculo.
Eso es cierto, pero no tanto.
Vamos con nuestra primera pregunta flash:
¿Cuál fue la primera Gaviota que se entregó fuera de la competencia?
Claro, usted y muchas más personas que están leyendo esto lo saben de memoria, porque de ello se ha hablado hasta el hartazgo: la primera Gaviota fuera de la competencia la recibió Bigote Arrocet.
Segunda pregunta flash, algo más complicada:
¿Qué año sucedió eso?
No sería nada raro que usted hubiera contestado que en 1974, porque ese es el Festival que sucede luego del Golpe de Estado de 1973 y se suele recordar a Bigote Arrocet cantando, “Libre”.
Lo llamativo es que eso no es cierto, sino que uno de los Efectos Mandela que más perviven en la cultura pop local. En realidad el año que Bigote recibió la Gaviota fue 1971, cuando interpretó una canción que hacía eco -o más bien remedo- de la llamada Música Cebolla: “Juístete [juístete, juístete, pero gorviste]”.
En aquella ocasión la reacción del público de la Quinta resultó de tal intensidad que no se pudo seguir con los siguientes espectáculos. Entonces, en una medida desesperada, el animador de la época, Alejandro “Saltamontes” Chávez, tuvo que salir a darle una Gaviota especial para saciar la sed de la Quinta: del Monstruo.
Las Gaviotas hasta ese entonces sólo se entregaban para la competencia del Festival, tanto internacional como folclórica. Antes de la Gaviota el Festival disponía de otro tipo de galvano, llamado La Lira de Oro (y algunos años El Arpa de Oro), de la que, en el diseño para la Gaviota, que comenzó a usarse en 1969, quedó miniaturizada en su pico.
¿Por qué se tuvo que llegar a dar este premio?
Acá está gran parte del intríngulis festivalero: solo unos años antes, en 1967 se terminó la construcción de la concha acústica del anfiteatro de la Quinta Vergara, y esta, más el anfiteatro, ahora en 2023 con una capacidad para 18.000 personas es en realidad como La Bombonera de la música. Un recinto que, si se me permite la comparación quizá exagerada, le va a la par al Hollywood Bowl o a la Ópera de Sydney.
Quien haya estado en la Quinta para shows como el de Daddy Yankee en 2006 o de Ozuna en 2020 sabe a qué me refiero.
El espacio acústico y la presencia del público son bravos en la Quinta. Tanto que, si el público se euforiza, enfervoriza o enoja, aplausos y rechiflas alcanzan una intensidad que no tiene comparación en ningún otro escenario chileno.
Además hay que tomar en consideración que El Monstruo es una entidad que, si bien se potencia in extremis por las condiciones arquitectónicas y acústicas del anfiteatro, también depende de la composición sociológica del público.
De hecho, ha habido veces en que la audiencia misma se tensiona, como son los casos que he reconocido en algún otro texto que he escrito: uno sobre el rol de los movimientos estudiantiles de la década del sesenta (imagínese que los estudiantes llegaron incluso a formar parte del jurado), o para el Festival de 1972, en que facciones antagónicas del Monstruo torpedearon alternadamente las presentaciones de Miriam Makeba, Los Huasos Quincheros o Quilapayún.
Antorchas de fuego y de plata
La Gaviota a Arrocet de 1971 sentó un precedente, pero solo como una excepcionalidad. Algo así como, “nosotros que estamos en la producción del Festival tenemos un As bajo la manga; si El Monstruo se pone demasiado fiero, para calmarlo vamos y le damos al show que la está rompiendo la Gaviota excepcional y con esto damos un cierre, un argumento de clausura, y todos contentos”.
De hecho, por varios años en esos inicios de los setenta no se tuvo que volver a recurrir a aquella medida desesperada. Solo fue en 1977 que la Gaviota extraordinaria fuera de competencia volvió a irrumpir. El lunes siete de febrero la recibieron, nuevamente como una excepcionalidad para calmar a El Monstruo, Julio Iglesias (“os amo, os quiero, os adoro”, “si tengo un hijo, le pondré Chile”; aunque estas frases en rigor las dijo en Viña en 1969, cuando llegó por primera vez a la Quinta) y Gloria Benavides.
Por aquellos días había otra enseña de la fanaticada en la Quinta Vergara: las personas que asistían solían llevar hojas de diarios, las que encendían como antorchas y el Festival se llenaba de humo y fuego. Tanto así que una noche de 1980 cuando se presentaba la cantante de la Onda Disco, Gloria Gaynor, esta quedó tan espantada con la tradición de las antorchas que dijo, “quita fuego”. Ese incidente motivó una regla para la asistencia que era no prender antorchas con diario y aparecieron en su reemplazo al año siguiente las antorchas fosforescentes (como esa “virgencita fosforescente” de la que habla Claudio Baglioni en uno de sus temas más conocidos) y luego las pantallas luminosas de los celulares.
Pero eso llevó a otra idea.
Para 1981 se habían sumado once artistas con la Gaviota extraordinaria (no en orden cronológico: Miguel Bosé, KC and The Sunshine Band, Julio Iglesias -por segunda vez-, José Luis Rodríguez, el Jappening con Já, Lucho Navarro, Ray Conniff, Camilo Sesto, Maureen Mac Govern, José Luis Rodríguez y Antonio Prieto).
La Gaviota se había chacreado.
Así que a algún astuto se le ocurrió la brillante idea de “¿y si inventamos otro galvano para dar a los artistas en vez de la Gaviota, y si nos basamos en la tradición de las antorchas de la Quinta?”.
Así nació la Antorcha de Plata, que fue recibida por primera vez por Raphael ese mismo 1981.
¿Santo remedio?, ¿El Monstruo controlado?
Para nada.
Porque al año siguiente, 1983, llegó Zalo Reyes a la Quinta y la descosió.
Tanto que en una medida de emergencia hubo que volver a la Gaviota excepcional aquel domingo 13 de febrero.
Y al año siguiente se dio que la misma Gloria Benavides [que, entre paréntesis, ha sido la persona que más veces ha actuado en el Festival -exaequo con Miguel Bosé-] fue tan aclamada por El Monstruo que la producción se vio obligada a aplicar el Combo 1: o sea, darle tanto la Antorcha de Plata como la Gaviota de Plata.
¿Resultado?
La Antorcha se había devaluado, porque no era suficiente presente para El Monstruo.
Aún así siguió entregándose y sería otra vez, Gloria Benavides, en 1988 quien repitiera la dosis de Antorcha+Gaviota, lo que se reiteraría con José Luis Rodríguez, “El Puma”, quien dándose cuenta de que podía torcerle la mano a la alcaldesa para recibir la Gaviota, se detuvo en el escenario, hizo callar a la orquesta, y espetó su famoso: “A veces hay que escuchar la voz del pueblo”. El tercer Combo 1, que además fue interpretado en clave política en aquel año del Plebiscito.
El interregno de Mega
Para 1993 se habían entregado 46 Gaviotas fuera de competencia y 124 Antorchas, y al acabarse la era de Televisión Nacional, la señal televisiva pasó a manos de Megavisión, bajo la égida de Televisa, en lo que se suele llamar, la “mexicanización” o la “siempreendomingación” del Festival.
Y hubo un giro clave: ya no se entregaría, bajo ninguna circunstancia la Gaviota, la que sería reemplazada por un galvano genérico al final de cada show, sin mayores aspavientos.
Y la tónica pareció dar resultados: entre 1994 y 1997 que fue lo que duró la Era Mega no se entregó ninguna Gaviota.
Miento.
Hubo una excepción.
Otra vez desde el humor.
Había a fines de los ochenta en el Portal Álamos, uno de los edificios comerciales más reconocidos del centro de Viña, unos payasos que se hacían llamar Pilita y Merendina. Sus chistes sonaban ya caída la noche y eran muy subidos de tono, por lo que alguien les pidió o sugirió que se sacaran los disfraces y los maquillajes y cambiaran de nombre. Pasaron a llamarse El Flaco y El Indio, y en los años siguientes se fueron a hacer su espectáculo nocturno un par de cuadras más abajo donde había unos teléfonos públicos de la CTC.
Y el furor por ellos era tal que cuando pasaban el sombrero cada noche recibían varias decenas de miles de pesos, e incluso un productor les hizo hacer unos videos de chistes en VHS llamados “Cementerio pa’l pito” que fueron verdaderos hits.
Se subieron al escenario de la Quinta con todo el público a su favor el viernes 16 de febrero de 1996 y la rompieron.
Tanto que, como otros tipos de espectáculos en aquellos años, les ofrecieron repetirse el plato el día domingo de cierre.
Y la organización se vio obligada a darles la Gaviota para coronar su estruendoso éxito no solo ante la Galería, sino que en el rating de la señal televisiva.
En los años siguientes, de escasez de Gaviotas, fueron otros números humorísticos quienes lograron el favor de El Monstruo: Melón y Melame, Dino Gordillo y -era que no- Gloria Benavides en 1998.
Para el año 1999 la producción de Mega bajó los brazos y ese año llovieron las Gaviotas. Se entregaron 7. Y, además, en otro esfuerzo de marketing solo en apariencia genial, se inventó un nuevo galvano, la Gaviota de Oro, que se le otorgó a Ricardo Arjona de manera honorífica, aunque, ¿les cuento una copucha?, el galardón estaba pensado para ser entregado a Juan Gabriel quien se había retirado del show previamente.
La dieta del Monstruo
Ya a estas alturas algo queda claro: El Monstruo suele ensalzar a los espectáculos de humor. Pero ello tiene un doble filo, porque también, en su faceta artistívora, suele alimentarse de humoristas, en una especie de blakeano “Matrimonio del Cielo y el Infierno”.
Hace muchos años hice un catastro de irrupciones del Monstruo en esta última faceta y llegué a las siguientes conclusiones:
- El Monstruo se alimenta de preferencia los días jueves (dos ocasiones), viernes (tres ocasiones), sábado (dos ocasiones) y domingo (dos ocasiones); nunca los días de inicio (miércoles) ni cierre (lunes) del Festival.
- El Monstruo se alimenta de espectáculos intermedios; solo en una ocasión, Enrique Iglesias (Gaviotazo, 2000) lo ha hecho con un número inicial.
- El Monstruo prefiere consumir humoristas (ocho ocasiones), solo los años 2000 (Enrique Iglesias y Xuxa) y 2006 (Los Tigres del Norte), devoró músicos.
- Contrario a lo que podría pensarse, el Monstruo no se alimenta de variedades.
- No hay evidencia de que el Monstruo ataque en los días de “platos fuertes”.
Entre los shows de humor que El Monstruo ha ingerido se cuentan Los Muleros (1977), Checho Hirane (1984, cuando Checho no halló nada mejor que poner una cama saltarina en el escenario tratando de congeniarse luego de que El Monstruo despertara días antes aclamando a raudales el homofóbico espectáculo de Hermógenes Conache y quedara con sed de sangre luego de que este fuera bajado del escenario y la transmisión televisiva de su rutina fuera cortada), Sergio Feito (1990), Jorge Pérez (1997), Vanessa Miller (2003), Natalia Cuevas (2004), Ricardo Meruane (2011 y 2016) y este año 2023, Belén Mora.
El Combo 4
Entre el año 2000 y el 2009 Canal 13 (UC) estuvo a cargo de la televisación del Festival, primero en solitario y en el cuatrienio 2007-2010 junto con TVN en el regreso de Televisión Nacional a la producción.
Y entonces había cuatro premios: la Antorcha de Plata, la Antorcha de Oro, la Gaviota de Plata y la Gaviota de Oro, los que, aun cuando se trataba de varias especies de “Premio anual Montgomery Burns por logros destacados en el campo de la excelencia” pensados para calmar a El Monstruo cuando apareciera, en realidad significaron un nuevo chacreo, toda vez que se entregaban de manera sumamente poco consistente. Joe Vasconcelos por ejemplo, el 2000 obtuvo una Antorcha de Oro y dos Gaviotas de Plata; Ráfaga ese mismo año se hizo de la Antorcha de Plata, la Antorcha de Oro y la Gaviota de Plata; Millenium Show se llevó un pack de Antorcha de Plata, Gaviota de Plata y Gaviota de Oro en 2001. Y así.
¿Por qué sucedía eso?
Porque no había quizá recuerdo de los orígenes de la Gaviota como sacrificio galvanístico para saciar a El Monstruo que se comporta como un dragón medieval o un volcán legendario. Y, entonces, no había un crescendo para acallarlo y se perdía de parte de la organización el control de la Quinta.
O al revés, cuando logró Chilevisión hacerse de la transmisión televisiva en dos cuatrienios sucesivos (2011-2014 y 2015-2018) Alex Hernández, entre otros, pensaron que dar estos premios, y “hacer como que El Monstruo los está pidiendo” era lo mejor. Así que resucitando la Antorcha de Oro, que había desaparecido en el intertanto, aplicó de manera tan indiscriminada la entrega de estos trofeos que llegó a haber años como 2020 en que casi se entregaron todos los posibles a todos los shows (excepto, por cierto los que no se le entregaron a Maroon 5, a ti te estoy hablando, Adam Levine).
Concluyendo (1)
Cuando algunas personas envían cartas a los diarios señalando de que hay que volver a la Gaviota (porque desde 2015 se esfumaron las Antorchas) a su sitial, eliminar la de Oro (porque ahora, además está la de Platino que también se le iba a dar a Juan Gabriel, pero se le entregó en reemplazo a Isabel Pantoja y asimismo a Luis Miguel -2012- y a los chilenos Lucho Gatica -post mortem- y Los Jaivas) se olvidan de la íntima relación de la Gaviota con El Monstruo y que esta ha sido desde hace más de medio siglo la manera, muchas veces en modo de emergencia, de controlarlo. Y yo me imagino que el mismo año que acaben con las entregas o quizá un año más tarde se subirá a la Quinta alguien como Felipe Avello, recibirá una ovación estruendosa en La Bombonera de la música, y habrá que salir corriendo a buscar el premio otra vez.
Porque esto es al final un péndulo.
Concluyendo (2)
Regalos para quienes llegaron hasta acá abajo:
- Les dejo en el link la BBDD de Artistas, Gaviotas y Antorchas que han pisado el escenario con sus espectáculos desde 1960 hasta este 2023.
- Un gráfico de la evolución de los premios por países (excluyendo Chile).
- Un bar chart race que muestra lo mismo, pero con animación.