El español de Selena Gómez no es lo peor del llamado narcomusical trans Emilia Pérez. La película más polémica de la temporada ha sido criticada por su mirada eurocentrista, xenófoba y transfóbica.
Mientras, como de costumbre, Latinoamérica mira con rabia e impotencia una apropiación de su estética sin cuidado ni asesoría, que artistas de países imperialistas utilizan para premiarse en las mayores ceremonias del mundo.
Netflix lanzó la película en noviembre, pero curiosamente aún no llega a Latinoamérica. El streaming quiere aplazar el estreno en este territorio para evitar que aumente la crítica en su camino a los Óscar, donde es la favorita en más de una categoría.
¿Quiénes lapidan y quiénes defienden la película? ¿Cuáles son sus méritos y ofensas? ¿Y podrá el coro de voces latinas que la denuncian influir en su éxito?
Polémica en la trama, el elenco y el director
De forma resumida, Emilia Pérez se trata de Manitas, un narco mexicano que contacta a Rita (Zoe Saldaña), una abogada a quien le paga una millonada para que lo ayude a fingir su muerte y poder hacer su transición de género. Así, deja su vida atrás y pasa a llamarse Emilia Pérez (Karla Sofía Gascón), pero luego quiere volver a reencontrarse con su exesposa e hijos, pero también pretende esconderles su identidad, y luego crea una ONG para encontrar mujeres desaparecidas y después de todo la violencia del mundo que dejó atrás vuelve a su vida. Y es un musical.
Decir que Emilia Pérez es un circo es poco, porque abarca desde el cine negro de gángsters hasta la telenovela pasando por diferentes tonos: a veces se toma en serio, otras veces simplemente es camp.
Tratar tantos temas delicados hoy en día requiere preparación y las críticas han apuntado principalmente al nivel de ignorancia de los creadores respecto a la realidad mexicana.
La producción no ayuda a la causa. El director Jacques Audiard es responsable de grandes películas francesas como Un profeta y De óxido y hueso, pero al salir de su elemento la cosa cambia. Filmó Emilia Pérez en Francia y aseguró, polémicamente, “no haber estudiado mucho de México porque ya sabía lo que tenía que saber”.
El equipo de la película es principalmente europeo, incluyendo al dúo que escribió y compuso las canciones. Y el público hispanohablante rápidamente notó que tanto las líneas de diálogo como las letras de las canciones muchas veces no tienen sentido en español, como si hubiesen sido traducidas por ChatGPT.
Para rematar, ninguna de las actrices protagonistas es mexicana. La directora de casting (estadounidense) aseguró haber hecho una gran búsqueda en México y Latinoamérica para buscar autenticidad, pero encontró que las mejores actrices para encarnar estos roles fueron las elegidas finalmente.
Y el resultado fue la estadounidense-dominicana Zoe Saldaña, la española Karla Sofía Gascón (que tenía una carrera televisiva en México) y la estadounidense Selena Gómez, quien claramente no habla castellano, pero se acomodó torpemente su papel para que eso se subsanara (sin mucho éxito). La única mexicana prominente es Adriana Paz (quizás la mejor actuación de la película), pero tiene un rol pequeño.
Acentos aparte, la actuación y pronunciación de Selena Gómez creó su propia ola de memes y críticas, entre las que se encontró la del mexicano Eugenio Derbez (CODA), que resultó en que la actriz y cantante explicara que se preparó lo mejor que pudo con el poco tiempo que tuvo.
Básicamente, se metieron en la pata de los caballos y el público lo está notando.
Insensibilidad hacia la comunidad trans, latina y las familias con desaparecidas
La versión más simplista criticaría a Audiard por ser un hombre rico, blanco, heterosexual y europeo que habla de una serie de realidades oprimidas que no entiende. Y no es que una persona que goza de todos esos privilegios no pueda hacerlo, pero lo que parece gatillar la furia es la falta de intención de educarse cuando tiene todos los recursos a su disposición.
La película fue criticada por su representación poco contemporánea de la transexualidad, en la que un hombre tiene que dejar atrás su vida para “transformarse” en quien quiere realmente ser. Y para eso, la manera es quirúrgica. Lo que está en juego para Emilia luego es ocultar su identidad a su esposa (a lo Mrs. Doubtfire) y todas estas posturas conservadoras se contradicen cuando, a la vez, la película nos quiere dejar claro su progresismo cuando el personaje de Rita educa a un médico transfóbico. O cuando decide santificar a Emilia Pérez.
Porque si Manitas era un narco –un agente en un complejo problema sociopolítico de la contingencia mexicana–, Emilia será una santa. Su transexualidad es su redención, se termina dedicando al activismo, es aplaudida por la comunidad y, en su trecho final, la película la santifica como a una virgen a través de una peregrinación.
Entonces, ¿qué le importa a Emilia Pérez? ¿Es una película sobre transicionar, sobre el narco, sobre las desaparecidas?
No es necesario revelar que México se muestra como la ciudad pobre y corrupta (en tonos amarillentos, por supuesto) que el estereotipo latino ha significado hasta el hartazgo para el cine yanqui, pero sí reparar en que las desapariciones forzadas en México son una de las crisis humanitarias más grandes actualmente, con organizaciones de derechos humanos y familias de víctimas trabajando activamente para encontrar a las personas desaparecidas. Meterse con las heridas abiertas de un país ajeno no está prohibido, pero requiere más tacto que el que le dedica Emilia Pérez. Así como criticaron a El Conde de Larraín por hacer comedia de la familia de Pinochet.
Y toda esta insensibilidad y mal gusto darían igual si Emilia Pérez se hubiese quedado al fondo del algoritmo de Netflix, pero el problema es que no fue así. El problema es que ha sido celebrada durante meses, justo hasta que el público latino (ni siquiera el español, donde la crítica la alabó también) empezara a enfrentarse a ella.
Quienes la aman, quienes la odian, quienes la defienden
En su estreno en el Festival de Cannes, Emila Pérez fue la película más premiada del certamen. Las cuatro intérpretes compartieron el galardón a Mejor Actriz y además se llevó un premio del público. Esto solo indicaría el comienzo de una celebración arrolladora, desde su paso por premios europeos y norteamericanos de alto perfil, hasta la crítica que la aplaudió por su valentía, originalidad y logros técnicos.
Esa crítica que celebra el vibrante recordatorio de que a veces vale más estar vivo que ser perfecto seguramente tiene buenas intenciones, y es que Emilia Pérez técnicamente no tiene muchos problemas. Audiard es un veterano con experiencia que aquí se siente más suelto y lúdico que nunca antes y su uso de la cámara, el montaje y el color pueden ser exagerados pero son provocadores y eso seguramente es justo lo que quería.
¿Se puede separar la forma del contenido?
Más de 130 mil personas creen que no, y lo expresan compartiendo un mensaje que ojalá llegue a oídos de la Academia justo en los días en que están votando para los Óscars, que anuncian sus nominaciones el domingo.
Su alto perfil la ha posicionado como favorita en al menos dos categorías: mejor actriz de reparto (por el protagónico de Saldaña) y mejor película internacional (representando, claro está, a Francia).
Personajes de la industria han salido en su defensa y su ataque. Guillermo del Toro alabó a Audiard diciendo que “es hermoso ver una película que es cine”, pero otros mexicanos fueron más duros. Rodrigo Prieto, que dirigió recientemente Pedro Páramo denunció la falta de elenco latinoamericano y la calificó como “completamente inauténtica”.
Entremedio, la película mexicana Sujo, que también aborda la guerra contra el narcotráfico, está pasando desapercibida. Y sus directores respondieron que las películas latinas más celebradas son las que tienen perspectivas extranjeras, ya que esa es la que entienden quienes están a cargo de los festivales de cine más importantes.
Y, mientras Karla Sofía Gascón se dedica a bloquear en twitter a cualquiera que critique aspectos de la producción, Adriana Paz fue más diplomática y dijo que la misma gente que critica que no hay actrices mexicanas en el reparto es la gente que no las apoya en sus películas independientes.
Quizás el análisis más completo es el que recientemente publicó el activista trans y filósofo Paul B Preciado en el diario español El País, donde tilda a Emilia Pérez de “amalgama cargada de racismo y transfobia, exotismo antilantino y binarismo melodramático”.
En fin, el colonialismo
Y toda la discusión, los premios gringos, las peleas entre yanquis y defensas franceses siguen apuntando a lo mismo: se está dejando de lado la opinión mexicana y latina al respecto. La decisión de Netflix de retener el estreno de la película en su plataforma para Latinoamérica es quizás la estrategia más perversa en esta temporada de premios y solo señala la avaricia de llevar un producto cultural lo más lejos posible, sin importar que la mismas comunidades que representan consideren dañina dicha representación.
Que europeos se apropien con ignorancia de nuestras historias no es nada nuevo (y que se den palmadas en la espalda por hacerlo, tampoco), pero la pregunta ahora es si las voces latinas que quieren hacer entrar en razón a los espectadores de todo el mundo serán escuchadas o no.
Seguramente Emilia Pérez logre todas las nominaciones al Óscar que quiere y Jacques Audiard suba al escenario con una conmovida Karla Sofía Gascón a hablar sobre la importancia de luchar contra el narco y de promover las historias trans. Y después de un tiempo, cuando la euforia baje, la gente se dará cuenta, en silencio, de que la historia se repite. Que la burbuja de los poderosos y los medios que manipulan crea contenido para su propio entendimiento, que está diseñada para favorcerlos y que la inclusión de nuevas perspectivas es lenta y ocurre solo cuando está de moda, es conveniente o ya no queda otra opción.
Cuando eso suceda y miren hacia atrás con algo de vergüenza woke, no pedirán perdón, pero quizás reflexionen y hagan otra película, esta vez más atinada. Y se abrazarán orgullosos de que esta vez sí lo entendieron, mientras desde aquí miramos con impotencia y exasperación esperando que las cosas sean distintas.
¿Por qué no escucharon a Latinoamérica la primera vez?