El Eternauta fue primero una historieta argentina escrita por Héctor Germán Oesterheld y publicada semanalmente desde 1957 hasta 1959 en un medio fundado por el mismo autor. Proponía una ciencia ficción doméstica, donde la guerra interplanetaria se libra en el barrio, los soldados son los vecinos y las armas se construyen en los sótanos.
Se volvió una de las obras más influyentes del cómic latinoamericano y un hito de la narrativa gráfica en español. Tuvo todo tipo de adaptaciones: de teatro, en la radio, libros e incluso secuelas y continuaciones de la misma historia en formato cómic. Pero el formato audiovisual le resultaba esquivo.
Después de décadas de intentos fallidos (incluso Lucrecia Martel quiso adaptarlo), El Eternauta comenzó en 2020 su primera encarnación en la pantalla con el rostro de Ricardo Darín, y llegó finalmente a las pantallas de Netflix y se convirtió en una de las series más vistas en el mundo la semana de su estreno.


El fin del mundo en clave doméstica
Los protagonistas de El Eternauta son un grupo de viejos amigos que están en la casa, un día de verano cualquiera, jugando al truco. De pronto se corta la luz y empieza a nevar. Se escucha cierto caos en las calles y, por si fuera poco, la nieve que cae parece ser mortal. La única forma de salir al exterior, entre los cuerpos y escombros, es cubriendo por completo su cuerpo. El primero en hacerlo es Juan Salvo (Darín), comprendiendo que aventurarse es lo que tendrá que hacer si quiere entender qué está pasando y qué fue de sus seres queridos.
Desde ahí, la historia va de menos a más. No sabemos lo que sucede porque estamos limitados al punto de vista de personajes encerrados en sus casas. Es a medida que logran salir que comprendemos las dimensiones –mundiales– del suceso: esto no pasa solo Buenos Aires, sino al menos el continente completo y que algo afectó a los polos e hizo que cayeran del cielo partículas radioactivas, provocando un mundo congelado por nieve asesina.
Qué son esas cosas que cayeron del cielo y qué tan lejos va a llegar la serie es algo que cada espectador irá descubriendo, y mejor que así sea.
El mundo distópico (que pareciera estar de moda) se revela como uno en que distintos grupos de personas hacen lo posible para sobrevivir. Eso va desde organizarse para conseguir comida y suministros, hasta matarse entre ellos. Es una muestra más de cómo los humanos se vuelven violentos y defensivos apenas necesitan sobrevivir, como si no tuviéramos evidencia suficiente de que juntos hay más posibilidades de salir adelante.
Pero lo bueno es que Oesterheld justamente tenía mucho que decir sobre el individualismo.
Las lecturas políticas de una obra sobre la colectividad
El origen de El Eternauta, contado por Oesterheld. pic.twitter.com/qSgxPH2awM
— Sebas V (@vvs00) April 30, 2025
El autor cuenta que, para él, el único héroe válido es el “héroe colectivo”, y por eso decide que sus personajes no sean superhéroes enfrentándose a extraterrestres, sino las personas más comunes que nos podamos imaginar. Son ellos, pero podríamos ser nosotros; y bien estaríamos buscando pilas para la radio para ver si nos podemos comunicar con alguien, o armando un traje a partir de bolsas de basura para salir a ver qué pasó más allá de la esquina.
Y en eso se dan cuenta de que no pueden hacerlo solos. Incluso la serie de Netflix, que modifica un poco la historia al convertir los primeros capítulos en la búsqueda de Darín por su hija –convirtiéndolo en un relato heroico gringo más tradicional–, finalmente retorna a este punto.
La historieta se convirtió rápidamente en un fenómeno no porque ofreciera escapismo, sino porque hacía lo contrario: te obligaba a imaginar el horror desde la vereda de tu casa.


Oesterheld afirma haberse basado en Robinson Crusoe, queriendo darle a Argentina su propio explorador a través del tiempo y el espacio (en la serie eso no se alcanza a ver, así que podemos contar con que habrá más temporadas), pero historiadores han pasado décadas buscando las lecturas que la obra tiene.
Juan Sasturain, escritor y director de la Biblioteca Nacional argentina desde 2020 hasta la llegada de Milei, ha valorado El Eternauta como el relato más poderoso que se ha escrito en su país: “No hay ninguna historia que tenga la capacidad de significado y resonancia que tiene ese folletín”.
Pongámosle un poco de contexto: en 1955 una alianza de derecha (entre sectores conservadores, eclesiásticos y militares) bombardeó a la población civil en la Plaza de Mayo, el corazón de la capital, con el objetivo de asesinar a Perón. Murieron más de 300 personas.
Quizás era esto lo que pululaba en la mente del autor cuando mostraba cómo acciones fuera de su control repercutían en la vida de gente común. Pero lo cierto es que la obra agarró una resonancia política que continuó incluso después de la dictadura.
Oesterheld reescribió El Eternauta con un tono mucho más político en los 70. El autor militaba en la asociación guerrillera Montoneros y dibujó una conexión mucho más evidente entre el sufrimiento de sus personajes y el régimen militar argentino. Su obra fue censurada durante este período y, en 1977, el autor fue secuestrado junto a sus cuatro hijas. Sigue desaparecido hasta hoy.
Hoy en día, las imágenes de El Eternauta tienen connotación política en Argentina, el cómic estaba incluido como lectura sugerida en los colegios y el espíritu de organización ciudadana que promovía la historia sigue vivo.
Y ahora, un fenómeno televisivo
La serie de Netflix es muy poco política a nivel superficial, pero no por eso carece de relevancia. Primero que todo, es una superproducción que demoró años en hacerse, que muestra el impacto cultural que puede tener un país que ve peligrar su industria audiovisual. Recordemos que tanto el 2024 como el 2025, el número de películas que financió el Instituto Nacional de Cine y Artes Audiovisuales fue 0.
La adaptación dirigida por Bruno Stagnaro (Pizza, birra, faso), logra algo poco habitual: tomar una obra cargada de memoria y expectativas, y traducirla a una narrativa visual moderna y pop sin perder del todo su densidad. Mantiene la atmósfera de desconcierto y solo la amplía, hasta llegar a un final donde un Buenos Aires entero es escenario de guerra.
Los efectos visuales, la reconstrucción de Buenos Aires nevada, los planos aéreos y el diseño de sonido son posibles gracias a avances tecnológicos que simplemente no teníamos a disposición hace unos años, y es quizás el mejor argumento de por qué había que esperar para contar esta historia en este formato.
Además, manteniendo por sobretodo una argentinidad reconocible desde la banda sonora que se atreve a mezclar a Mercedes Sosa con la quema masiva de invasores, hasta mostrar a un grupo de refugiados en Trenes Argentinos.
Los críticos argentinos recibieron la serie con orgullo, como una expectativa que finalmente se cumplió. Porque es una forma de mostrar el nivel de talento latinoamericano y cómo se puede mezclar la tecnología de punta con un discurso que es muy propio, el de resistir colectivamente a lo desconocido
Que hoy esta historia tenga su primera encarnación audiovisual importa porque es la forma de mantener viva una de las obras más potentes de la cultura argentina, hacer que encuentre millones de nuevos interesados y continuar su legado
Nota de riesgo: quizás genere alguna que otra polémica, pero simplemente el foco no está puesto en lo político, sino que es más una serie de acción y suspenso. En ese sentido es moderada.
