Mi primer colegio era caro y elitista pero mi familia no tenía tanta plata en realidad. Yo era “el pobre”.
Luego, en mi segundo y tercer colegio, por venir de un colegio elegante yo era “el millonario” (siempre me cambié por plata, aunque no faltaron ganas de echarme por conducta).
También era “el millonario” para mis compañeros del Bravíssimo, con los que lavaba platos y servía helados (no en ese orden necesariamente), aunque para mis amistades del primer colegio yo era “el esforzado”.
Salí del colegio y –gracias a mi padrastro– me conseguí una pasantía en Samson AG (Frankfurt, Alemania), pasando de oficinista a “el flaco que mueve las cajas” en un lapso de 6 meses. Para los alemanes yo era “el niño sudaca”, para mis amistades chilenas yo era “el alemán”.
Después estudié psicología y me empezaron a decir “tú, como psicólogo… ¿qué opinas?” (en general la gente le dice eso cuando quiere validar algún punto de vista personal, muchas veces bastante errado e incluso patológico). Vale decir que en esa época para mi familia yo era “el hippie”.
Terminé la carrera, dejé el hipismo (gracias a Shiva) y emprendí, entonces pasé a ser “el su-propio-jefe”.
Llegó el día en el que me cansé de tanto éxito, busqué pega y llegué a Fintual.
Me llamó la atención la libertad y autonomía que me entregaron desde el día uno. Después de muchas vueltas, me sentí como en casa en un trabajo.
Para mí todo fue miel sobre hojuelas (aunque prefiero ají sobre completo) hasta que caí en cuenta del lugar donde estaba. Fintual no solo era lo más parecido a un colegio waldorf en el mundo laboral, sino que también tenía metas -para mí- bastante ambiciosas, tales como llegar a ser una startup top-top-top tipo Airbnb o Zoom (como Fintual, son empresas que cuentan con el backup de Sequoia Capital, EL venture capital).
Carajo.
Claramente nada en mi historia me preparó para esto.
Claramente no estudié en Harvard.
Claramente mi colegio quebró.
Y claramente mi universidad también quebró.
Pero al menos ya sé quién soy.
Un impostor.
¿Qué es el síndrome del impostor?
Actualmente está en discusión el hecho de que se le diga “síndrome” ya que da la impresión de es un conjunto de síntomas estables que son propios de una enfermedad.
El síndrome del impostor es más un cuadro psicológico, o sea, una experiencia psicológica que puede ser más o menos estable en el tiempo.
La experiencia del impostor se refiere a una incapacidad (o gran dificultad) para internalizar logros (personales y/o profesionales) sumado a una gran ansiedad y miedo por llegar a ser descubierta como un fraude.
En resumen: sentirse una estafadora que se está saliendo con la suya, cuyos logros son gracias a temas circunstanciales y que, eventualmente, será descubierta como tal. Así de heavy.
¿Por qué pasa y cómo puedo saber si tengo el síndrome del impostor?
Puedes sentirte impostora por muchas razones distintas, checa acá abajo con cuál te sientes más identificada:
- 🏄🏽♀️ Tomar caminos no oficiales: es lo que me pasa a mi. No salí del mejor colegio ni fui a la mejor universidad y hoy estoy en una empresa súper chida como Fintual. Si no seguiste un camino lineal y aún así llegaste a un buen lugar, bienvenida al club.
- 🙋🏽♀️ Pertenecer a grupos marginados / “ser la primera”: imagínate ser la única mujer en un directorio de puros hombres. Imagínate ser el primer universitario de tu familia. Ahora imagina las expectativas que están puestas sobre ti (tanto internas como externas). Estas expectativas, sumado a no tener muchos role models que seguir, genera mucha sensación de ser impostora.
- 👶🏽 Hacer algo nuevo: es obvio si lo piensas. De repente eres un universitario que come sopaipillas de carrito y al día siguiente te ponen una corbata y recibes la coronación de “adulto funcional en la sociedad” que hace su desayuno en una air fryer. Le pasa mucho también a las personas que son padres por primera vez. Hacer algo nuevo implica actuar, y eso no siempre se siente honesto.
- 😥 Tener una personalidad que tiende a la depresión: en las personalidades depresivas la autoimagen suele estar mermada y apaleada por sentimientos de estar chiquita. Muchas veces los logros externos resultan insuficientes como para cambiar esto, porque, surprise-surprise: la objetividad con uno mismo no necesariamente es un atributo muy común (y eso explica en parte por qué necesitamos el input de terceros para regularnos).
- 👩🏽🚀 Tener metas demasiado altas: ¿existirá algún astronauta que no se sienta impostor? ¿Todas las estudiantes de Harvard tienen una autoestima increíble? Mi respuesta: no lo creo. Y esto me lleva al siguiente punto…
- 🥇Influencia del entorno: si yo le arreglo el wifi a mi abuela, me dirá que soy un prodigio de la ciencia. Si yo le arreglo el wifi a un compañero de Fintual, solo me dirá gracias parcamente. Tanto a las astronautas como a las estudiantes de Harvard les decimos que son parte del 1% (o menos) más top del mundo. Las sensaciones de ser impostora aumentan cuando los mensajes del entorno no hacen match con mi propia autoimagen. El “amiga erís seca” no siempre ayuda.
- 👁 Sufrir del efecto Dunning-Kruger: las personas que saben un poco de algo, creen que se las saben todas porque sobreestiman sus capacidades. Las personas que saben mucho de algo, creen que saben poco porque son más conscientes de las limitaciones de su conocimiento. Si eres parte del primer grupo te sentirás impostora cuando te des cuenta de lo mucho que te falta saber, y si eres parte del segundo grupo te sentirás impostora porque subestimas lo que sabes. Solo queda llorar.
- 🙇🏽♀️ Comparación irracional: quizás el fin de semana meto un golazo con mi equipo de amigos en la liga y me gano una medallita, pero si me comparo con Cristiano Ronaldo… sigamos llorando.
La última causa: la comparación racional 🔍
¿Y si el assesment que haces de tus propias capacidades vs. las exigencias del entorno es correcto?
¿Y si efectivamente estás chiquito en ese proyecto?
¿Y si efectivamente estás improvisando sobre la marcha?
No todo es el síndrome del impostor, y para ilustrar mi punto, permítanme adjuntar la imagen más cruda y certera que he rescatado del internet en los últimos 58 años:
Ahora sí, hay permiso para un full-blown llanto.
No es necesario caer en la autoindulgencia ni tampoco en el autocastigo.
Por si a alguien le ayuda: está bien no saberlo todo, está bien tener brechas, está bien abrirse camino sin tenerlo todo claro.
Solo no seas esta persona:
Todo muy lindo joven pero… ¿Qué hago para combatir el síndrome del impostor?
- Terapia de verdad.
Tu cabeza (dinámicas psicológicas internas) muchas veces se puede parecer a un ovillo de hilo enredado. La terapia sirve para desenredar y ordenar el hilo para que puedas tejer mejor.
La “primera parte” (aunque es más circular que lineal) de la terapia es desenredar: conversar e identificar los nudos de tu vida y sus motivos.
La segunda parte es poner la aguja y comenzar a tejer: tomar acciones concretas que te encaminen a resultados distintos.
Mi humilde consejo para las personas que buscan ayuda es que tengan ojo con los muchos pseudo terapeutas que andan dando vueltas por la internetósfera. La moda actual es hablar de empoderamiento y amor propio, eso vende, pero tal como dijo un sabio por ahí…
“Self love is a great thing, but self awareness is better for the people around you.”
Mi propuesta “radical” es:
- Para mejorar tu autoimagen necesitarás la primera y segunda parte que te conté recién, una sola será insuficiente.
- Muy probablemente necesites hechos y logros concretos, desconfía de quien te diga que a base de afirmaciones positivas repetidas diez mil veces frente al espejo (o cualquier otro “atajo” similar) mejorarás. Si suena demasiado bonito: te quieren vender algo.
- Lograr una actitud saludable respecto a tus brechas es tan importante como identificarlas.
“Nadie se ilumina fantaseando figuras de luz, sino haciendo consciente su oscuridad.” Carl Jung
Lo que queremos es una autoimagen balanceada, en la que yo no soy ni el rey del universo (narcisismo) ni el último papel del bote de basura (depresión), es un trabajo difícil pero que vale muchísimo la pena.
2. Ponle números a la cosa.
Quizás las ideas que tienes sobre ti misma son 100% subjetivas, pero no todo en tu vida es subjetivo.
Pónle números a ese proyecto en el que trabajaste.
Pónle números a las veces que fuiste al gimnasio.
Pónle números a los libros que leíste en el año.
¿Te falta un curso? Agéndalo.
¿Te faltan ahorros? Aprende de finanzas personales.
¿Te falta disciplina para todo lo anterior y preferirías no tener que hacer tantos esfuerzos? Somos dos.
3. Autocancelación y honestidad.
Siendo honestos con el resto podemos aterrizar las expectativas que tienen sobre nosotros, y con esto, disminuir el efecto que tienen sus opiniones en nuestra propia autoimagen.
En términos millenials, autocancélate (autofúnate):
- “No abuelita, no soy un prodigio de la ciencia”
- “Mire jefe, la verdad es que yo no manejo TANTO ese tema, solo soy la primera persona que se está haciendo cargo de x”
O, del otro lado:
- “Oye, yo sí soy bueno en esto, solo que estoy rodeado de personas demasiado talentosas”
La honestidad puede ser una cura a muchas sensaciones internas desagradables (como lo descubrieron los católicos con el sacramento de la confesión o los psiquiatras seculares del siglo XX).
Una invitación a la reflexión
Imagina que mañana mismo consigues todo lo que esperas de la vida: el auto, la casa propia y la de veraneo, la familia, las relaciones, los hijos, los títulos, el cargo, la plata en el banco, la realización espiritual, etc. Ya eres esa persona que buscas ser.
¿Qué faltaría en el puzzle de tu vida?
El desarrollo de personaje.
No empezamos a ver Breaking Bad cuando Walter White ya es Heisenberg, ni partimos Game of Thrones cuando Jon Snow ya es Aegon Targaryen.
Tampoco escuchamos solo el clímax de las canciones. Si fuera así, los mejores compositores serían los que componen canciones más cortas.
Lo que nos gusta es el despliegue de la experiencia. El becoming, con sus subidas y bajadas.
Tu identidad está en ese constante proceso de llegar-a-ser. ¿Es difícil? Por supuesto. ¿Tienes asegurado el éxito? Por supuesto que no.
El desarrollo de tu vida sí o sí afectará tu sentido de identidad: te cambiarás de trabajo, cambiarás de círculo social, quizás te casas, quizás te divorcias, te enfermarás, experimentarás la muerte de personas cercanas, etc.
No serás “la misma” a lo largo de toda tu vida.
Quizás por esto mismo valga la pena considerar que tal vez “impostor” no sea el mejor concepto para definir lo que nos pasa internamente.
Un impostor es un mentiroso que oculta su incertidumbre, y sus inadecuaciones son motivo de vergüenza.
Un explorador es alguien que se abre caminos abrazando su incertidumbre, y sus inadecuaciones son solo confirmaciones de la magnitud de su tarea y del trabajo que tendrá que hacer para poder completarla.
Estar chiquito frente a la vida, un desafío, un nuevo rol… ¿nos hace impostores o exploradores?
¿Era Steve Jobs un impostor o un explorador? Depende de la fecha en la que preguntes.
¿Estoy asumiendo que tu vida es tan interesante como la de Jobs?
No, pero…