El comediante nos cuenta que nunca tuvo mesada, que trabaja desde los 15, que su rubro está lleno de altibajos y que siempre está pensando que la plata se va a acabar.
Esta entrevista es parte de la serie “Con dinero y sin dinero” de FINTUAL, donde le preguntamos a gente interesante sobre el rol que el dinero ha jugado en sus vidas. Fabrizio Copano (28) es comediante y guionista. Trabajó en “El Club de la Comedia” y ganó gaviota de plata y de oro en el pasado Festival de Viña del Mar. Actualmente vive en Los Ángeles, California.
¿Cómo era tu relación con la plata cuando chico? ¿Te daban mesada?
Nunca tuve mesada. En mi familia no era un concepto. Mi primer recuerdo con la plata es haber vendido disquetes con información, gracias a que tuve acceso a internet desde muy chico. Vendía fotos de temporadas que venían de Pokemón que el resto no había visto y cosas así. Me hacía 300 pesos, monedas muy chicas que las usaba para comprar láminas de álbumes. Tenía como esa economía de niño escolar que quería láminas. Y mi siguiente recuerdo se remonta a trabajar ayudando a mi hermano [Nicolás Copano] con unos guiones y haber ganado, no sé, 15 lucas. Ahí debo haber tenido 13, 14 años.
Y si no tenías mesada, ¿cómo lo hacías? ¿Pedías cada vez?
Es que a los 15 tenía ingresos propios, así que si quería hacer algo ya tenía como unos ingresos míos, chicos, pero míos. Pero nunca tuve mesada. Nunca ha sido “pucha, una emergencia: plata a mi papá”. Nunca ha pasado y espero que nunca pase.
¿Recuerdas lo primero que compraste y valoraste?
Lo recuerdo perfecto. Fue el cómic Watchmen. Junté 30 lucas de la época y me lo compré en el Portal Lyon. Me sentí orgulloso.
¿Cómo empezaste a relacionarte con la plata? ¿Eras bueno para invitar? ¿Amarrete?
No, siempre he sido bueno para invitar. Y he tenido amigos a los que he subvencionado casi un año, especialmente cuando me empezó a ir muy bien. Ahí me relajé e incluso me relajé mucho. Me acuerdo y digo “oh, a ese hueón le pagué un año de su vida”, jaja. Porque ganaba una plata que era absurda para los pocos gastos que tenía: seguía andando en micro, no pagaba arriendo. Y cuando empecé a ganar una plata considerable, con mi hermano empezamos a ayudar a la casa con un porcentaje. De hecho, como familia nos cambiamos de La Florida a Providencia debido a que a nosotros dos nos fue bien.
Pareciera que es inusual tener éxito en la comedia. Es como en la música, donde a muy pocos les va bien y al resto le cuesta. No es como dedicarse a la medicina.
Claro que no. Y lo otro es que no hay rangos de precios muy establecidos. No es como “soy doctor de la clínica-no-sé-cuanto, por lo tanto debería ganar esto”. Acá es como “a ver…, soy comediante… soy chistoso, pero no lleno los lugares …”. O puede haber otro comediante que sea muy malo pero que tenga muchos fans, aunque fans muy jóvenes que no pagan mucho. Entonces es como muy volátil la economía de la comedia. Y puta, un año a alguien le va la raja y al año siguiente la gente se aburre. O hay crisis y la gente lo primero que hace es dejar de ir a un show de comedia. Esto tiene esas fluctuaciones y hay que ser súper ahorrativo e inteligente en los momentos buenos. Y cuando las cosas andan mal, estar dispuesto a flexibilizar tu modo de vida y no sentirse avergonzado por ello.
O sea que tu mismo has tenido períodos fluctuantes.
Sí. Y estoy preparado como para que también vengan de nuevo. Como que ahora está todo muy bien, pero quizá el otro año ya pasó la ola del Festival de Viña y esto se transforma en otra cosa o más adelante puede que haya un año donde no pase nada.
¿Qué es más conveniente para un comediante? ¿Los shows en vivo?
Depende. En otra época era mucho más la tele. Había una época que alguien que salía en El Club de la Comedia era bien pagado. Pero hoy un hueón que sale haciendo humor en un programa, no sé, de cable ya no tiene la misma repercusión. Quizá a un youtuber le va mejor. Como comediante tienes que tener un pie en el escenario y otro en otra cosa, algo que genere fans y la sensación de que “hay que ir a ver a este hueón en vivo”. En ese sentido hay una doble pega. Y los shows en vivo, incluso en la época de vacas flacas, como cuando El Club de la Comedia ya se había terminado, por show ganabas, no sé, 100 lucas o 200 lucas, pero podías presentarte todos los días si te coordinabas bien y tenías shows fuera de Santiago. Y ahí vivía súper bien, porque además ya tenía un departamento.
¿A qué edad te compraste un departamento?
Debe haber sido a los 22. Apenas tuve plata lo primero que hice fue comprarme un departamento. Lo compré, no sé, en un año muy bueno para El Club de la Comedia, cuando estaba en 20 puntos de rating. Y comprarlo me solucionó harto este tema. Porque siempre tuve esa paranoia: “Hay que tener un bien raíz”. Y con eso como que me paré en la vida. Esa idea me viene de mi papá principalmente. Y pagué lo más que pude en efectivo, con plata que había guardado como por dos años.
Al contado.
Eso, no en efectivo, si no sería como una caja con plata, jaja. Y luego pedí un crédito de consumo muy chico y terminé pagando lo que me faltaba con un crédito.
Igual eres bueno para ahorrar.
Sí. Siempre tengo miedo como de ir para atrás, jaja. Tengo miedo a la pobreza. Tengo esta idea de que la pobreza es una hueá real, ¿cachai?
Creo haber escuchado que eras de Puente Alto, pero mencionaste antes La Florida.
Es que nuestra casa técnicamente estaba en Puente Alto, en el límite, donde empezaba, pero hacíamos nuestra vida en La Florida, en el colegio y lugares donde íbamos. Y en mi familia nunca faltó nada, pero nunca viajamos tampoco ni nunca hubo lujos ni nada. Mi papá tenía un Daewoo. Mi casa era como de estas casas de villa donde todas son iguales. Pero tampoco hubo pobreza.
Mencionabas que cuando partiste habías financiado a otros. ¿Te siguió pasando eso?
Cosas parecidas. Hay ene proyectos donde puse toda la plata y después no pasó nada. Paso como por épocas. Cuando hay plata creo en la idea de invertir en proyectos, no creo que uno debería tener la plata durmiendo. Hay plata que se pierde en proyectos, pero al final uno igual uno aprende. Muchas cosas en las que puse plata no fueron a ninguna parte, pero aprendí a dirigir o conocí gente o caché que había que trabajar de tal manera.
Nunca has sentido que botaste plata, entonces.
Ahora pienso que podría haber aprendido a cocinar y habría sido más inteligente con mis gastos. Hubo años donde corría para todos lados y comía afuera. Ahora no, ahora cocino mucho más, intento como no pasar tanto en restoranes. También me acuerdo que después de El Club de la Comedia armé una gira con cuatro comediantes nuevos, que yo los encontraba buenos, pero que no tenían público. Perdí todo un año plata. Después decís “¿será tan buena idea hacer algo así?”. Pero se aprende haciéndolo y no me arrepiento.
Los chilenos nos relacionamos de una manera particular con la plata, los gringos también. ¿Qué te llama la atención ahí?
Es muy heavy cómo se relacionan los gringos con la plata. La gente es como “¿y cuánto estás ganando?”. Siempre habla de plata. Y a mí como que me da pudor, una hueá muy chilena. En EEUU tienen también ese rollo de que no conciben la felicidad sin plata, algo que el latino no tiene. El latino dice “somos de barrio”, “jugamos a la pelota”. Eso lo tienen un poco los negros en EEUU, el orgullo de barrio, pero también tienen un orgullo medio bling-bling. Mientras que, no sé, el argentino de barrio no tiene joyas encima, porque el hueón quiere el asado, el partido, que gane su club y como que concibe una felicidad así. Y el chileno en su relación con la plata yo creo que ha aprendido. Yo, por ejemplo, le tengo mucho miedo a las deudas, pero pavor a las deudas.
¿Tienes deudas?
No, pero por cuevazo. El Festival me salvó de una deuda gigante. Porque había invertido todo en irme a EEUU y eso me cambió toda la economía personal y me comí todo mis ahorros en tiempo récord. El año pasado estaba como “ya, para seguir en esta aventura tendría que pedir un préstamo”. Y justo llegó este “préstamo” que fue el Festival de Viña.
¿Por qué tanto miedo a endeudarse?
Tengo la sensación de que uno no tiene que gastar la plata que no tiene. Es también un rollo psicológico que te ayuda a seguir trabajando más duro. Siempre he sido de pensar de que no hay que bajar de cero. Me pone nervioso depender de bancos y me gustaría que ellos tuvieran el menor poder sobre mí posible.
¿Entonces nunca recurres al crédito? ¿No dices me voy a comprar, no sé, un auto, y lo voy pagando?
No. Para mi eso significa juntar la plata y cuando la tengo, lo compro.
¿Y esa actitud no cambia porque últimamente te va mejor?
No, porque cuando me va bien más paranoico me pongo pensando en que la plata se va acabar. Eso sí, ahora con el cambio a EEUU tuve que invertir mucho, con el proceso de sacar visa, cambiarme de casa, pagar un arriendo nuevo.
Dónde vives exactamente.
En Los Ángeles, California. Y antes estuve un tiempo en Colombia, en México… Y este tiempo ha sido de experimentación y de puro gasto porque no tenía ingresos.
Imagino que allá en EEUU tu realidad es distinta.
Técnicamente no puedo hacer dinero allá. Hasta ahora, porque ahora recién tengo visa de trabajo. Pero en el intertanto lo que hice fue, primero, trabajar en muchas cosas para Chile. Me puse escribir chistes para Condorito, asesoré guiones de gente, intenté hacer pegas como más de escritorio. Y paralelamente fui a clubes de comedia a probar material. Siempre gratis o incluso pagando por presentarme, porque hay algunos open mic donde tienes que pagar cinco dólares.
Entiendo que es habitual eso de los open mic en EEUU, donde los comediantes van a probarse una noche.
Sí, así es como se parte allá. En Chile el formato es muy nuevo, cuando yo partí no existía. Y se supone que tu vas al circuito de open mics, de ahí pasas al circuito de teloneros de otros, de ahí a un local que te contrata como regular y así hasta que logras un fanbase.
O sea que irte de alguna forma fue un salto, porque saliste a hacer comedia fuera de Chile, pero de otra fue un retroceso, porque te presentas donde nadie te conoce.
Fue totalmente partir de cero. Para mí en Chile es difícil saber cuánta de la aceptación que tengo se debe al auténtico trabajo y cuánta a este empuje de haber trabajado en medios. Y me fui una vez que tuve la seguridad de que lo que hacía era bueno nomás. Porque me subí a hacer stand-up en Colombia, donde no me cachaba nadie, y funcionaba. Entonces dije “ah, esto es bueno, llegó a un buen nivel”.
¿No te dio miedo pararte en escenarios fuera de Chile?
Me da mucho miedo hasta ahora subirme al escenario afuera. Aquí nada. Pero allá me duele la guata. ¿Por qué? Por todo. Que no te conozcan. El idioma, que te limita también. Pero así vas ganando espacios y trabajando hasta que quede bien. Este proyecto de intentarlo fuera de Chile puede tomarme de dos a cinco años.
Dijiste que habías trabajado hace poco escribiendo para Condorito. ¿Qué otra pega curiosa te ha tocado hacer?
Creo que la pega más rara, una pega inventada, fue una vez que hicimos unos talleres de stand-up con Felipe Avello. No tenían nada de taller. Era como un club social bizarro donde la gente pagaba para que los hueviáramos, jaja. Pero igual tenía cosas bacanes. Había ene de gente que se acercaba no para ser comediante sino para perder el miedo escénico.
¿Nunca has tenido que trabajar fuera de tu rubro?
No. Un privilegio. Una suerte increíble.
Supe que tiempo atrás, en el Shamrock, un bar gringo acá en Providencia, el dueño te cortó porque no hiciste el stand-up en inglés.
Sí. Son gajes de este miserable oficio de la comedia. Ese es un ejemplo, pero te podría decir también el de unos locales de sushi donde fui o eventos que parecen ser muy decentes y los huevones pagan con cheques sin fondo. Hay bares, locales chicos, a los que les das boleta y te dicen “¿ah?, ¿qué?, ¿cómo?, ¿por qué?”. La comedia es mucho de ese mundo de bares. Y en ese bar fue así: llego al local para hacer una rutina en inglés y todos hablaban español. Me sentí super ridículo. Intentando la hueá en inglés cuando todos hablaban español. No había ningún gringo. Ni siquiera un bilingüe. Entonces dije “pico, la hago en español”. Y el dueño se enojó y me echó la foca. Y no pagó.
Vamos al presente. ¿Cuál es tu relación cotidiana con la plata? ¿En qué se te va? ¿En comer? ¿En carretear?
En comer no mucho porque intento cocinar. Lo que sí es que ahora estoy comiendo más sano y comer más sano es más caro. Entonces soy cuidadoso con las cosas que como, dónde como y eso lamentablemente es caro, más aún en EEUU por todo el negocio con la vida sana. Y mi dinero actualmente se me va harto en viajar, algo a lo que estoy un poco obligado.
¿No pones tu plata en instrumentos financieros?
No. Tengo solo cuenta corriente y tarjetas de crédito que ocupo cuando estoy afuera. Y tengo mi departamento arrendado, que me genera un ingreso fijo, no para volverse loco, pero que está bueno.
Si te llega plata sólo la guardas entonces.
Sí. Además que tampoco es tanta plata la que tengo, no es como para decir “sabís que ahora hay que invertir en Ciudad del Niño”. Pero si llegara a tener harta plata la gastaría en propiedades. Sería como Miguel Tapia. Jaja.
¿Algún gusto reciente que te hayas dado?
Uno carísimo, pero que valió la pena totalmente, fue irme de vacaciones a Japón. Me fui en abril. Fui una semana y fue un gustito muy entretenido.
¿Eres de gastar mucho, comprar muchas cosas?
Compro libros, que afuera no son caros, vinilos, pero tampoco compro mucho. No es que salga de la tienda con veinte vinilos. Salgo con dos. Y soy malo para carretear, y tomo más que nada cerveza. Aunque los gringos, muy inteligentes, tienen todo creado como para que gastís plata. En los bares tienen esto de open your tab, donde dejas tu tarjeta en la barra, tomas y al final vas a buscarla y es como “cucha, la cuenta”.