Hace poco te contamos sobre las Magnificent Seven y de dónde venía su nombre tan cool: una película basada en el clásico de 1954 de Akira Kurosawa, Los siete samurai. Ahora quien hace noticia es la bolsa de valores japonesa, cuyo índice más representativo, el Nikkei 225, alcanzó su máximo histórico desde 1989.
Sí, hace 35 años que el Nikkei 225, que agrupa las acciones de las 225 empresas más importantes de Japón, no llegaba a su máximo histórico.
Raro, teniendo en cuenta que Japón es una de las economías más desarrolladas del mundo y que el Nikkei contiene empresas como Sony, Nintendo, Mitsubishi, Canon, Nissan, Panasonic, y varias otras que seguro te sonarán, y otras no tanto, como Fast Retailing (que, bueno, es dueña de la marca de ropa Uniqlo).
Agarra un plato de sushi con este famoso nombre (que también quiere decir descendiente de japonés, o que representa a la diáspora japonesa) y te contamos por qué el Nikkei ha estado bajo su máximo histórico tantos años.
El Nikkei 225 y la burbuja financiera japonesa
El Nikkei se calculó por primera vez en 1950, y lo hacía el periódico del mismo nombre. La primera valoración fue de 176,21 yenes. De ahí en más todo parecía ir bien, tanto que el último día hábil de 1989 llegó a un máximo de 38.957,44 puntos.
Pero la economía japonesa venía sobrecalentada, y en agosto de 1990 el Nikkei había disminuido su precio a la mitad. La historia suele poner los orígenes de las tragedias en “un día cualquiera”, un día despejado y optimista en el que Japón estaba invirtiendo fuertemente en innovación y desarrollo y Estados Unidos temía que le pudiera quitar el protagonismo como potencia económica.
¿Cuál era su secreto para un crecimiento tan exitoso después de la Segunda Guerra Mundial? En paralelo a controlar las tasas de interés, el país tenía una política monetaria secreta pero también novedosa, llamada “guía de ventanas” (窓口指導, madoguchi shido), algo que no se usaba para nada en occidente. Lo que hacía el Banco de Japón (BoJ) y a lo que se le atribuía su éxito, es que de forma discreta se juntaba en persona a conversar con los otros bancos privados sobre la cantidad de créditos que les permitiría dar a distintas industrias. “X préstamo para tecnología, Y para metalurgia, Z para salud…”
Es decir, el mercado no regulaba los créditos como en occidente. Se llamaba “guía de ventanas” porque supuestamente acordaban juntarse en una ventana o mostrador específico del Banco de Japón para conversar cara a cara. Esta técnica le daba a Japón mayor control sobre el crédito y flexibilidad, porque podía hacer ajustes rápidos por si quería incentivar estratégicamente una industria en particular. Y aunque los bancos no estaban obligados por ley a seguir estas instrucciones, sí había presiones indirectas de que si no hacías caso, te metías en problemas.
El “día cualquiera”, el día optimista en que todo empezó a decaer lentamente sin vuelta atrás fue en 1985, después del Acuerdo Plaza. Este se dio en una glamorosa junta de las mayores potencias económicas (Estados Unidos, Alemania, Japón, Francia y el Reino Unido) en el Hotel Plaza de Nueva York, para ver cómo hacían más equilibrado el comercio internacional. Su conclusión fue que el dólar estaba excesivamente caro en comparación a las otras monedas.
En este acuerdo Japón prometió vender gran cantidad de su reserva de dólares para que el Yen se apreciara, y el dólar se depreciara. Y funcionó: por un lado sus exportaciones se volvieron menos atractivas porque era costoso exportar, pero por otro lado, para los consumidores en Japón su riqueza subió porque bajaron el precio de las importaciones y pedir préstamos era muy barato.
Para contrarrestar los efectos negativos sobre la competitividad de sus exportaciones, Japón bajó más todavía las tasas de interés para incentivar la inversión en sectores que no tenían que ver con exportación. De forma simultánea, con su estrategia de Guía de ventanas, el BoJ guiaba a los bancos para que expandieran aún más el crédito, especialmente hacia sectores como el inmobiliario, e indirectamente al sector de valores por lo barato que era conseguir un préstamo (por las bajas tasas). Todos estos elementos crearon un caldo de cultivo para inflar la burbuja especulativa del país nipón.
¿Fue en parte culpa de Estados Unidos que se arruinara la economía de Japón? Aunque no es difícil leer un aire “manipuladorsillo” en esa junta en el Hotel Plaza, no es tan sencillo. Esa época de postguerra y la tensión entre Estados Unidos y Japón llegó a ser tan extraña como Akira, la famosa película y manga cyberpunk de ciencia ficción (el manga fue escrito en los mismos años de la burbuja y su explosión, entre entre 1982 y 1990, y la película salió en 1988).
A principios de los años 90 , la cosa se puso cuesta arriba cuando para controlar la inflación, el Banco de Japón subió las tasas de interés y la burbuja finalmente explotó. Lo que viene después tiene un triste nombre, “la década perdida”: una economía estancada e incluso periodos de deflación.
Después de la burbuja a los japoneses les vino un rechazo al riesgo, al consumo e invertir, y de ahí agarraron esa fama de ahorradores con una bajísima inflación. Preferían guardar su plata con el mínimo riesgo posible: 54% de los hogares en Japón ahorran en efectivo o dejando la plata en una cuenta del banco, en comparación a 31% en Gran Bretaña y 13% en Estados Unidos. Como el fontanero más famoso del mundo, se fueron por una tubería.
Este tipo de ahorro quizás no era un gran problema cuando Japón tenía una inflación prácticamente inexistente. Pero ahora que la inflación ha subido a 3%, el primer ministro de Japón, Kishida Fumio, cree que dejar la plata en efectivo o botada en el banco es simplemente dejar que se “erosione”, como bien dice la dramática metáfora de este reportaje del Economist.
Fumio quiere volver a empujar las inversiones, y su forma de incentivarlas es bastante tentadora: eliminar los impuestos por ganancias para los inversionistas retail.
Y ahí está el Nikkei, de nuevo en su máximo histórico 35 años después; en el momento justo y el lugar adecuado.
Volvió igual que el Ave Fénix
El nuevo ATH del Nikkei y los jóvenes japoneses
El lunes el Nikkei 225 cerró en 39.233,71, un número que parece más simbólico que otra cosa: refleja el largo camino que tuvo que recorrer el país para que sus compañías volvieran a ser atractivas, sus bancos se recuperaran, y las personas dejaran de considerar sus salarios como insuficientes.
Al parecer, el plan de Kishida Fumio dio resultado. La confianza en el mercado ha gatillado que las nuevas generaciones comiencen a invertir: según una encuesta de Investment Trusts Association, un 23% de las personas en sus veintes invirtieron en fondos mutuos el último año, un aumento del 6% desde 2016. Mientras que las personas en los treintas invirtiendo crecieron más de un 10%.
Tal vez entendieron que en el largo plazo, incluso las peores caídas son solo momentáneas.