“Ya era hora” dice, alegre de poder hablar de todo esto, uno de los protagonistas en la negociación que posibilitó el regreso de Pinochet a Chile en marzo del 2000, después de 503 días detenido en Londres.
Era la parte del libro que menos me interesaba (yo solo quería leerme el tercer libro que cerraba la trilogía nazi de Calle Este Oeste y Ruta de Escape), y quizá valga por sí sola (y nos olvidamos del nazi).
Philippe Sands es (un gran) escritor y abogado inglés, experto en derecho internacional que participó en el juicio a Pinochet en Londres hace unos 25 años ya y que en este libro cuenta detalles que hasta ahora no sabíamos.
Me lo devoré en 16 horas: empecé a leerlo el sábado a las 5pm y lo terminé el domingo a las 7pm.
Lo leí como si fuera novela de suspenso. Sentía que partes del libro eran una bomba: “esto va a ser tremendo, es información nueva”. Y luego, más escéptico: “nah, va a pasar piola y nadie va a comentar nada”.
En la página de derechos dice Primera Edición: Abril 2025, pero resulta que era 29 de marzo de 2025 todavía (primera vez que me pasa, así que además me dieron ganas de terminarlo antes de que empezara abril, ja).
Pasó menos tiempo entre el golpe de estado y el juicio, que entre el juicio y hoy. Y el tiempo (alerta: comentario de viejo) permite ver las cosas con perspectiva y saber, desapasionado, detalles de lo que pasó. Sands entrevista a muchos de los protagonistas, algunos pasados los 80 años y con la irreverencia de esa edad (sin intención de esconder demasiado). Su cercanía y hasta amistad (real) con los abogados del otro bando, le da un toque de amabilidad que hace más fácil avanzar por el libro sin los obstáculos de la enemistad, dando a hechos legitimidad más allá de posiciones políticas. Los mismos abogados chilenos dan pequeñas señales significativas en ese sentido (una reconsideración en el cobro de honorarios o cierta incomodidad).
Está entretenido también conocer los pormenores. Por ejemplo, los de quien hiciera de traductora todo ese tiempo, desde que entra con la Scotland Yard a The Clinic hasta que se va de Virginia Water y finalmente al aeropuerto.
Y en paralelo, la historia de Walter Rauff, un nazi que se vino a esconder en 1958 a Chile, arrancando de la justicia europea, y al que la prescripción impidió extraditar en los años sesenta. Ni Simon Wiesenthal, el cazador de nazis, años después, logró convencer a Allende de no respetar el dictamen de la Corte Suprema.
Un nazi que trata de no pensar demasiado en el pasado glorioso, haciendo frente al presente a veces en Porvenir, a veces en Punta Arenas, a la espera del regreso en algún momento futuro, de un hito que llegue y lo trate como a un monumento.
Es una novela –medio crónica como las de Fluxá– que todavía no logro decantar del todo (acabo de terminarla). Y no sé si es el mejor libro de la trilogía, como dice Javier Cercas, pero sí el más ambicioso.
Una ambición que lo ha llevado con talento y destreza, a embutir como a centollas en lata, actividades del Mossad, Selknams, libros de Bolaño y hasta una mención a Evelyn Matthei. En un tramado de relaciones (familiares muchas) que sorprende por la cantidad, pero que en realidad revela lo pequeña que ha sido siempre la élite (y más pequeña cuando la población era la mitad de hoy, ni 10 millones) y que llega hasta al autor, quien lo investiga todo, finalmente, por razones personales.
Y está muy bien investigar por razones personales.
Pero que muy bien.