Charrúa, un pueblo en la zona centro sur de Chile, vive en una situación insólita: no tienen luminaria en las calles y la luz es inestable, a pesar de estar rodeados de torres de alta tensión y termoeléctricas que le brindan energía a diferentes zonas del país.
Uno podría suponer que sabe cómo la película se vería, pero las directoras Ignacia Merino e Isabel Reyes nos traen una propuesta sensorial diferente e inesperada.
El pueblo sin luz
Charrúa vive en esa contradicción, albergando una de las subestaciones eléctricas más grandes de Chile pero con una situación energética inestable para sus propios habitantes.
Son menos de mil vecinos los que componen este pueblo de la región del Bío Bío. Y pierden seguido la poca luz que tienen, sufren apagones y son sensibles a lluvias o condiciones climáticas adversas. También tienen costos de luz elevados.
Así que se reúnen y solicitan a las autoridades y a las empresas eléctricas atención, protección y hasta luminarias públicas para sus calles. Viven una situación injusta e invisibilizada.
Y las directoras del recién estrenado documental A la sombra de la luz se interesaron en ellos y decidieron poner el ojo y la cámara en su realidad, pero de manera distinta. Al verlo, uno se sorprende por la contradicción y entiende la urgencia de su alegato, pero el documental lo comunica de formas menos directas.
Es a través de una combinación de recursos visuales y sonoros que ellas sacan este relato del cotidiano esperable y diferencian su propuesta, manteniendo el discurso social que quieren impregnar pero dotándolo de una capacidad de sensibilizar aún mayor.
Entrevista con Ignacia Merino, co directora de A la sombra de la luz
Entrevistamos a Ignacia Merino, una de las dos directoras de la película junto a Isabel Reyes. Con el estreno de su documental, ya están dando por terminado el recorrido de festivales y el viaje de este proyecto que las ha ocupado por años.
*Editamos las respuestas por compresión y claridad.
Fintualist: Tú e Isabel son primas y ahora codirectoras. ¿Cómo descubrieron y se interesaron por este caso y cómo decidieron trabajar juntas?
Ignacia Merino: Nos encontramos en la universidad y nos dimos cuenta de que teníamos visiones políticas y sociales muy parecidas. Desde ahí tuvimos la intuición de trabajar juntas y hacer documentales. Isabel leyó una nota en un diario local y empezó a investigar. Eso nos llevó a Cabrero (comuna donde está Charrúa) y ahí nos dimos cuenta de la paradoja: un lugar que alberga una gran industria eléctrica pero que tiene condiciones de vida deficientes.
Ella es periodista y muy buena investigando y yo soy directora audiovisual, así que nos complementamos muy bien para abordar esta historia y darle características cinematográficas.
F: ¿Cómo fue su metodología de trabajo allá?
IM: Empezamos a ir seguido, entendiendo que la investigación era muy importante. Conversamos con la junta de vecinos, tocamos puertas y nos presentamos. Los veíamos como personas más que como personajes que nos podrían servir para un fin. Formamos una relación cercana con los vecinos que se mantiene al día de hoy
Y desde ahí hubo mucho aprendizaje en el camino. Nos fuimos llenando de información, sobre todo la que tenía que ver con la industria eléctrica. Así, por ejemplo, pudimos plantear los aspectos que lo hacen ver como un documental de miedo.
F: El documental reúne aspectos de cine de denuncia, observacional y sensorial. ¿Cómo calibraron estos distintos elementos?
IM: Ese fue uno de los aspectos más difíciles del proceso. Nos pusimos la obstrucción de no mostrar entrevistas directas. Usamos de hilo conductor las voces de los vecinos en sus reuniones y luego lo tratamos como un documental observacional, teniendo que entender cuándo las cosas merecen ser grabadas y cuando simplemente había que dejarlas ir.
Lo sensorial era un bichito que teníamos que se fue confirmando más a medida que íbamos a Charrúa. Se intensificó cuando empezamos el rodaje y fuimos allá con la directora de foto y nuestro sonidista. Ellos planteaban cosas de forma muy horizontal y surgían propuestas.
Partimos por el sonido de la alta tensión, que se siente en todo el lugar. La cámara termográfica y las cámaras trampa nos ayudaron a introducir más momentos experimentales, que son los que nos preparan para el clímax de la película.
F: Han exhibido la película en el extranjero. ¿Cómo es la recepción afuera sobre un caso como este? ¿Y aquí en Chile?
IM: Lo hemos mostrado en distintos países y las principales preguntas siempre iban sobre la relación entre estas empresas y el pueblo y sobre nuestra aproximación sensorial a algo que podría ser más de denuncia.
Se impresionan más en países del primer mundo, pero también hay mucha gente que entiende y se identifica con que las grandes industrias se instalen en pueblos pequeños a extraer recursos.
Es bastante similar la forma en que chilenos y extranjeros se aproximan al documental, pero en Latinoamérica tienen más ejemplos cercanos. Gente del norte ha reflexionado sobre la industria del litio, por ejemplo. Pero es universal. Charrúa no es el único lugar donde suceden cosas injustas.
F: ¿Cómo ves la responsabilidad que tiene el cine con las comunidades? ¿De dar a conocer sus historias y visibilizar sus problemas?
IM: El cine es una gran herramienta de comunicación y sensibilización. Por eso para nosotras era importante hacer sentir. Más allá del discurso que te podría decir cualquier persona que esté en una zona de sacrificio, queríamos hacer sentir cómo era vivir allá.
El cine tiene una gran fuerza para plantear problemáticas existentes en el mundo y subir temas a la mesa que de otra forma no se hablarían. Con Isa queremos seguir tratando temáticas medioambientales y sociales, temáticas incómodas que no toda la gente se detiene a ver.
Si te puedo adelantar algo de lo que se viene, nos gustaría ahora explorar la temática del agua en Chile.
¿Dónde ver A la sombra de la luz?
- Santiago: los días 12, 14 y 15 de septiembre en la Cineteca Nacional a las 19hrs.
- Antofagasta: el 4 de septiembre en Sala Retornable a las 20hrs.
Pronto se podrá ver por OndaMedia.