Bienvenidos al Libro de la Semana, un espacio donde recomendaremos libros para seguir avanzando en lo económico y lo financiero. Este texto está basado en el capítulo de mi podcast Contrapunto. Así que si prefieres escuchar que leer, ponle play.
Hoy quiero recomendarte una película y no un libro. Es una cinta poco conocida dentro del cine financiero. Se trata de Rogue Trader (traducida como El Trader Rebelde), estrenada en 1999. A diferencia de otras películas que retratan la crisis de 2008, esta se centra en un evento ocurrido en 1995: la quiebra de Barings Bank, una de las instituciones financieras más antiguas del Reino Unido.
La cinta está basada en hechos reales y cuenta la historia de Nick Leeson, un trader de derivados que operaba desde Singapur. Leeson trabajaba para Barings Bank y, presionado por la necesidad de obtener resultados y bonos, comenzó a realizar operaciones encubiertas y cada vez más riesgosas. Para ocultar sus pérdidas, creó una cuenta secreta —la famosa cuenta 888, número que en la cultura asiática representa la buena suerte— donde acumuló operaciones fraudulentas con la esperanza de eventualmente “darle la vuelta” a sus resultados. Pero no lo logró.
El resultado fue desastroso: en 1995, Barings Bank colapsó con pérdidas por cerca de 1.300 millones de dólares, una cifra gigantesca en ese momento. Lo más impactante es que toda esta caída fue causada por un solo operador. El caso fue tan grave que Leeson terminó en prisión, y Barings fue comprada por ING por el simbólico precio de una libra esterlina.
La película está dirigida por James Dearden y protagonizada por Ewan McGregor y Anna Friel. Está basada en el libro autobiográfico que el propio Leeson escribió desde la cárcel.
Personalmente, la vi hace años en DVD y recientemente la reencontré en YouTube, dividida en dos partes. No estoy seguro de si sigue disponible, ni en qué plataformas puede verse hoy, pero si tienes la oportunidad, te recomiendo mucho verla. Es una historia fascinante que muestra cómo el exceso de confianza, la falta de controles y la presión por resultados pueden derrumbar hasta las instituciones más sólidas.