Era marzo del 2022 y yo llevaba 8 años trabajando en el fútbol profesional. Ya había pasado, entre otros equipos, por Colo Colo y la U, y en ese momento me ganaba los morlacos en la principal agencia de representación de fútbol masculino en Chile. Un buen día me llama una amiga de mi suegra, y me cuenta que a la Agu, su hija de 17 años en ese momento, la habían subido al primer equipo de Universidad Católica, pero no tenía contrato, por lo tanto quería ver si nosotros la podíamos ayudar “en lo que sea posible”.
Hoy lo digo con cierta vergüenza pero, hasta ese momento, luego de 8 años años viendo fútbol todos los días sin excepción… no había observado un solo partido de fútbol femenino.
La historia acerca de cómo llegué finalmente a la representación de jugadoras profesionales es larguísima, pero me voy a centrar en los puntos más relevantes: al día siguiente de ese llamado, le propuse a mi jefe empezar a representar jugadoras ya que, si éramos la principal agencia de representación masculina de fútbol… ¿por qué no podíamos también ser la principal agencia de representación femenina? Me miró como cuando el alumno aventajado le intenta explicar la tabla del 2 al más porro del curso y me dijo *“¡¿Estai más loco!? ¡Esa cosa no la ve ningún amigo! ¡¡El fútbol femenino es otro deporte!!”.
(*Cambiar la letra cursiva por el tradicional chilenismo)
Por algún motivo, el bichito de tener mi propia agencia me picó en ese mismo momento, así que el 1º de mayo del 2023 me independicé y puse una agencia de representación dedicada exclusivamente al fútbol femenino (futfem). Lógicamente, mi primera representada fue Agustina Heyermannn (hoy de 20 años, goleadora y capitana de UC), pero tras poco más de un año ya representamos a 50 jugadoras: 34 chilenas, 11 uruguayas, 1 argentina, 1 colombiana, 1 ecuatoriana, 1 peruana y 1 paraguaya.
Sin embargo volvamos al tema original: ¿es el futfem otro deporte? ¿realmente no lo ve nadie?
En primer lugar, y a diferencia de otras disciplinas deportivas, el fútbol masculino y femenino tienen las mismas reglas, es decir, el balón tiene la misma presión y peso, juegan la misma cantidad de minutos por partido, tienen la misma cantidad de sustituciones y las dimensiones de la cancha son exactamente las mismas.
Ahora vamos a lo segundo, ¿alguien ve fútbol femenino? Más allá de algunos prejuicios, lo mejor es remitirnos a los números. El año pasado, por ejemplo, se jugó el Mundial en Australia y Nueva Zelanda a cuyo partido inaugural (Australia vs. Irlanda) fueron 75.784 espectadores (para tener una idea, la final de Francia vs Argentina en Qatar 2022 tuvo 88,966 espectadores). Y otros datos de este evento fueron los siguientes:
- Fue el Mundial femenino con más espectadores en la historia, superando a Canadá 2015.
- Aumentó un 54% la cifra de espectadores respecto a Francia 2019 (único Mundial en el cual ha participado Chile, por cierto).
- En Nueva Zelanda se dio el récord de asistencia a un partido de fútbol, ya sea masculino o femenino, con 42.958 espectadores, en el partido entre Portugal y Estados Unidos (superando al partido inaugural de Nueva Zelanda frente a Noruega que tuvo una asistencia de 42.137 espectadores).
El próximo Mundial de fútbol femenino se jugará el 2027 en Brasil y se espera que todos los records anteriormente señalados queden pulverizados, considerando la pasión que hace rato genera el futfem en el país de Marta.
¿Y cómo andamos por casa? En la década del ‘90 aparecieron algunos tímidos intentos para que el campeonato femenino chileno tomara fuerza, e incluso la Asociación Nacional de Fútbol Profesional (ANFP) se hizo cargo de éste en 2008. Lo que coincidió con el Mundial sub 20 femenino que se realizó en Chile y que fue la cuna de la “Generación Dorada” del futfem, con Tiane Endler a la cabeza.
Pero en estricto rigor, hasta el 2022 el fútbol femenino en Chile no era profesional. Ese año se aprobó una ley que, entre otros aspectos, señalaba que los planteles debían tener al 50% de sus jugadoras contratadas durante el 2023. Eso subió a un 75% este año y para el 2025 el 100% de las jugadoras de los planteles de Primera y Segunda División deben estar contratadas.
Obviamente, el solo hecho de que las jugadoras tengan contrato no hace que el fútbol femenino sea profesional; hay un millón de factores a mejorar, por lo que en realidad el futfem chileno está en proceso de profesionalización. Sin embargo, el desarrollo que ha experimentado en los últimos años ha sido extraordinario, al punto que, a diferencia de lo que ocurría antaño en donde las jugadoras debían entrenar, pero al mismo tiempo tenían que trabajar para subsistir, hoy en día varias jugadoras jóvenes ya están viendo al fútbol como una opción real para desarrollarse laboralmente.
¿Falta visibilidad para que se desarrolle el futfem en Chile? Sin dudas… pero también es bueno valorar lo que ya existe. Por ejemplo, hasta el año pasado cada club tenía la responsabilidad de transmitir sus partidos de local; en consecuencia, la transmisión de dichos partidos se hacía por YouTube, Facebook u otras aplicaciones… e incluso hubo partidos que no se transmitieron. En cambio este año la ANFP llegó a un acuerdo con Zapping TV: todas las semanas se transmiten 3 partidos del campeonato nacional femenino, y que semana a semana marca mejores sintonías, tal como ha declarado la propia aplicación.
Finalmente y continuando en el tema de la visualización, para los fanáticos de los álbumes y las láminas, este año por primera vez el tradicional álbum del campeonato nacional que todos los años saca Panini con los equipos de Primera A y Primera B, en un lado de cada escuadra es posible apreciar al plantel masculino mientras que en la otra página es posible ver al femenino. De esta forma se le ha dado realce y la misma importancia a los 2 planteles profesionales de cada institución.
¿Cómo funciona la representación de jugadoras?
La representación tiene dos lados, uno comercial y otro deportivo. La representación comercial consiste en buscar auspiciadores para las jugadoras, mientras que la representación deportiva busca guiar la carrera de la jugadora dependiendo de los intereses que tenga ella (y obviamente tratando de mejorar sus condiciones económicas). En ambos casos se cobra un porcentaje, ya sea por auspicios o en base al sueldo.
Esto me lleva al segundo punto: yo no las ayudo, esto es un negocio. Y lo digo siempre porque justamente algunas jugadoras me han contactado para que “las ayude” y yo inmediatamente les digo que esto no es ayuda, no es por la buena onda, es un trabajo. El servicio que presto, aparte de la representación (es decir, negociar por ellas) consiste en guiarlas en el aspecto comunicacional y futbolístico ya que, como soy entrenador, les hago una retroalimentación después de cada partido.
Así, me ha tocado negociar contratos en Ecuador y Uruguay, además de Chile. Eso sí, la cosa funciona –todavía– un poco diferente al fútbol masculino: prácticamente no se dan transferencias por “pases” –donde un club le compra el pase a otro por cierto dinero–. Los representantes en general ganan buena parte de su sueldo por porcentajes en base a esas transferencias: por ejemplo un jugador X que juega en un equipo Y es vendido a un equipo Z en 10 millones: entonces el representante se queda con un 5% de ese monto. En el caso del fútbol femenino, como todavía es raro encontrar transferencias por pases, los representantes ganamos principalmente en base a los sueldos de las jugadoras.
¿Queda espacio para seguir desarrollando el fútbol femenino chileno? ¡Oh sí, queda un montón! Pero lejos de ser otro deporte, el futfem tiene un enorme potencial de crecimiento que sí o sí dará que hablar en un futuro cercano.