No, no significa pagar deudas con más deuda. O al menos no es la acepción que veremos en este artículo. La bicicleta financiera es un concepto que lleva bastante tiempo en Argentina y que ha logrado hasta 50% de retorno en sólo 10 meses.
Argentina: un caso especial
Argentina es, probablemente, de los países que primero sale en cualquier clase de macroeconomía.
Primero, tiene un régimen cambiario -cómo se mueve el tipo de cambio entre el peso argentino y el dólar estadounidense- con control. Tiene varios tipos de cambio y se pueden obtener ventajas de cambiar con un tipo u otro; de hecho, hace un tiempo escribimos sobre la forma más eficiente de usar dólares en Argentina. Está el dólar oficial, que se transa directamente con el Banco Central; luego, está el mayorista para compras y ventas a gran escala; el blue es el informal que compró Luchita en el artículo, y varios tipos de dólar específicos por industria.
Hay pocos países con regímenes similares; la mayoría tienen regímenes de tipo de cambio flotantes, o sea, cuyo tipo de cambio se mueve dependiendo de las tendencias de oferta y demanda. Solo unos 15 o 20 países tienen algún tipo de control de cambio; la mayoría de ellos lo hacen porque tienen problemas de alta inflación, sanciones internacionales o crisis en sus balanzas de pago.
En segundo lugar, la inflación. Argentina es uno de los países con mayor inflación en el mundo. En 2023, tuvo una inflación de 221%.
Esto implica que el valor de la plata va cayendo en el tiempo: mil pesos argentinos valdrán menos en un año más, de lo que valen hoy (desde diciembre del 2022 hasta diciembre del 2023, su valor cayó un 221%).
Para evitar perder el valor de su plata, los argentinos tienden a ahorrar en dólares. Como el gobierno tiene cierto control sobre el tipo de cambio, saben que al menos el valor de esos dólares no caerá tanto como el valor de los pesos argentinos.
El arbitraje
El arbitraje significa ganar plata con certeza y sin riesgo.
Imagina que puedes comprar y vender manzanas en una feria; en el local A puedes comprar y vender manzanas a $200 y en el local B, a $250. Podrías comprar una manzana en el local A y venderla en el B, ganando, con certeza y sin riesgo, $50 en la pasada. Para fines de este ejemplo ultra simple, asumamos que siempre puedes comprar y vender a los precios listados por cada local.
Ahora, agreguemos complejidad. Las manzanas pueden ser acciones de empresas y los locales, distintas bolsas de valores. Podrías arbitrar en este mercado si en una bolsa se transa una acción más barata que en la otra, y si tienes acceso a comprar y vender en ambas bolsas. Compras la acción donde esté más barata y la vendes donde esté más cara, y ganas plata sin riesgo. ¿Más complejidad? Las acciones se pueden transar en mercados de distintos países y en distintas monedas, lo que incluye comisiones de intermediarios, impuestos y tipos de cambio, pero la lógica sería la misma.
Suena como un sueño financiero, ¿no? Entonces, ¿por qué no estamos todos haciendo arbitraje? Porque, al menos en teoría, las oportunidades de arbitraje se desvanecen. Volvamos al ejemplo de las manzanas: quizás al principio, solo tú te diste cuenta de esta diferencia de precios. Pero no pasará mucho rato antes de que alguien más note que vas de un local a otro comprando y vendiendo manzanas, y va a darse cuenta de la oportunidad. A medida que más personas lo hagan, los precios deberían regularse: el local A subir el precio y el local B, bajarlo. Hasta que, en ambos locales, el precio sea el mismo. Lo mismo pasará con las acciones o con cualquier otra oportunidad que aparezca. Esto es parte de la Hipótesis de los Mercados Eficientes, que merece post propio.
Pero la teoría está bien distante de la realidad. Hay inversionistas que dedican toda su vida a arbitrar; la clave está en la velocidad para poder correr de un local a otro y cuán caro es ese movimiento. Hay fondos de cobertura que arbitran con grandes volúmenes de plata, hay traders que se dedican a arbitrar con divisas o criptomonedas y hay empresas con mayor base tecnológica que crean sistemas de inversión automatizada (High Frequency Trading - HFT) para aprovechar diferenciales de precios.
La bicicleta financiera
Volviendo al caso trasandino: el gobierno controla el nivel de depreciación del peso argentino y el nivel de inflación es tan alto que normalmente los argentinos convierten sus pesos argentinos en dólares para evitar perder tanto valor.
En base a ambas características, existe un tipo de inversión llamada carry trade: aprovechar las diferencias de tasa de interés entre monedas de distintos países, y tomar prestado en una moneda que tiene una tasa de interés baja, para convertirla a una que tiene una tasa de interés alta.
En Argentina, las tasas de interés en moneda local son altas: para bajar la inflación, se sube la tasa de interés y con ello se incentiva que las personas ahorren más y gasten menos. Están en torno a un 5% mensual. Por otro lado, Milei fijó la depreciación mensual en un 2%,
La bicicleta funciona así: tienes dólares y los cambias a pesos argentinos, luego los inviertes a 5% mensual y luego de un mes (o más meses), nuevamente compras dólares.
Con esto, en un mes logras transformar 1 dólar en 1,04 dólares con poco riesgo. ¿Cuán poco riesgo? Con las tasas de interés y el tipo de cambio fijos, tiene olor a arbitraje. Pero en realidad, no tiene cero riesgo. Depende de que ambos porcentajes (5% de retorno y 2% de depreciación mensual) se mantengan en el tiempo, y sabemos que, en el pasado, a Argentina le ha costado mantener sus compromisos.
El tema es achuntarle al cuándo: las personas querrán seguir en la bicicleta hasta justo el punto anterior en el que esto colapse. Y esto es cierto para cualquier inversión especulativa (vender justo antes de que una acción caiga de precio, comprar dólares justo cuando están baratos). El problema es que no tenemos una bola de cristal para saber cuándo va a pasar eso. Por mientras, nos seguiremos sorprendiendo con los retornos mensuales de nuestros vecinos.
Esta práctica se hizo común en los setentas y noventas, y el gobierno de Macri la re popularizó. En los años 70, cuando José Martínez de Hoz era ministro de economía, implementó políticas económicas que fomentaron este tipo de inversiones, pero el excesivo endeudamiento y el aumento de la inflación provocaron una crisis económica que terminó en un colapso financiero. La situación fue similar en los 90, cuando la convertibilidad impulsada por el gobierno de Carlos Menem estabilizó temporalmente el peso frente al dólar, pero también incentivó el endeudamiento y la especulación, lo que resultó en una crisis económica en 2001. En 2018, durante el gobierno de Mauricio Macri, se vivió la tercera versión de la bicicleta, pero la falta de control sobre la inflación y el deterioro de la economía llevaron a una devaluación y fuga de capitales, dejando a muchos inversionistas con pérdidas enormes.
En el pasado, las bicicletas no han terminado bien. A pesar de lograr buenos retornos de corto plazo, las consecuencias a largo plazo para la economía completa han sido bastante nefastas: pérdida de valor del peso, alta inflación y crisis económicas varias. Veremos qué pasa con el cuarto intento: aprender a andar en bicicleta, dicen, es algo que no se olvida.