Existe una clásica película rusa que muestra muy bien ese sentimiento de algo que no fue: se trata de un hombre que en plena Guerra Fría se junta con su familia y la casa tiembla porque pasa un avión militar. Justo la televisión advierte de una posible Tercera Guerra Mundial y holocausto nuclear. El padre de familia, desesperado, se empieza a volver loco y a creer en extraños esoterismos. Cuando despierta al día siguiente lo más probable se hace evidente: no pasó ni pasará nada, no hubo guerra.
Lo que ha pasado con la economía mundial me recuerda a esta película, especialmente ahora que nos damos cuenta de que ha mostrado una resiliencia notable.
En lo que va del año hubo tres riesgos para la economía global que no se materializaron.
El primero es la preocupación de una caída abrupta de actividad. La llegada de la tan esperada recesión en los principales países desarrollados se ha postergado, y su magnitud se ha reducido. En lugar de la “estanflación” (inflación sin crecimiento) que muchos esperaban, vimos un “auge desinflacionario”. Es decir, las tasas de inflación cayeron en cierta medida, y la actividad se expandió.
El segundo, que apareció en los primeros meses del año, fue el miedo a una crisis bancaria generalizada. Las corridas de depósitos en algunos bancos de Estados Unidos y Europa causaron turbulencia en el sector financiero. Sin embargo, la volatilidad se ha reducido y parece que los riesgos de contagio están contenidos.
Y el tercero fue el de un impago de deuda por parte de Estados Unidos. Los políticos llegaron a un acuerdo para aumentar el límite de endeudamiento y así evitar un daño económico importante.
Entonces, aunque las economías están en un proceso de desaceleración como consecuencia de las altas tasas de interés a las que los bancos centrales tuvieron que recurrir para controlar la inflación, este proceso ha sido más gradual de lo que se esperaba hace un par de trimestres.
La mayor sorpresa vino de Estados Unidos, y su tan anticipada recesión que no llegó. Tampoco la de Inglaterra. Y aunque el PIB de la eurozona se contrajo por segundo trimestre consecutivo, la caída fue más pequeña de lo esperado.
Los mercados laborales siguen bien fuertes, con tasas de desempleo que persisten en niveles históricamente bajos. Así, se materializó lo que hace algunos meses parecía un escenario muy optimista: un ajuste en el gasto sin mayores impactos en el empleo. Es decir, hasta el momento el ajuste se caracteriza como un “aterrizaje suave”.
No mufemos la economía ni cantemos victoria antes de tiempo: la inflación no ha bajado lo suficiente
En parte debido a la actividad tan resiliente, la inflación ha mostrado resistencia a bajar. Los menores precios de materias primas redujeron la inflación de alimentos, energías y ciertos bienes, pero la inflación de la mayoría de los servicios sigue muy alta, lo que indica que la desinflación no se ha afianzado lo suficiente todavía.
En este contexto, los bancos centrales de países desarrollados tuvieron que seguir subiendo sus tasas de política monetaria. Y de hecho, algunos de los que detuvieron los aumentos, como Canadá y Australia, tuvieron que reanudar el ciclo de alzas. Ahora se espera que los bancos centrales de los países desarrollados suban sus tasas de interés a un mayor nivel de lo que se esperaba a principios de año.
La Fed subió su tasa a un rango de 5.25%-5.5% y no ha cerrado la puerta para un aumento más. Así, la probabilidad de recortes de tasa este año ha disminuido significativamente; lo más probable es que tengamos que esperar al próximo año.
Con las condiciones crediticias volviéndose más restrictivas, lo más probable es que la economía mundial continúe desacelerándose y no se puede descartar una recesión en los próximos trimestres en los principales países desarrollados. Sin embargo, cada vez se ve más probable que esta sea no sea profunda ni prolongada, ya que la gran parte del alza de tasas ya se dio y las economías han podido tolerarlo bien. Además, el estímulo fiscal en los países desarrollados sigue siendo alto en términos históricos. Pero como dice un famoso dicho:”hay que respetar los procesos de inversión y no echar la sal”.
En un entorno de desaceleración económica gradual y mercados laborales bien fuertes, la desinflación seguramente no será tan rápida. Así, la probabilidad de ver recortes de tasas generalizados en los países desarrollados este año se ha reducido, y es probable que las tasas de interés continúen altas durante todo el próximo año.
La reapertura de China: el dragón decepciona
Al inicio de año había mucha expectativa por la reapertura de China. Pero después de un buen primer trimestre, los datos empezaron a decepcionar, y mostraron que la economía iba perdiendo impulso.
El PIB del segundo trimestre se desaceleró, incluso más de lo que se esperaba. Con esto hay dudas de si China podrá alcanzar su objetivo de crecimiento de este año, que fijó en 5%.
El crecimiento de China lleva décadas desacelerándose, y la industria y construcción cada vez aportan menos al crecimiento. Para Chile estos son vientos en contra, ya que China es su principal socio comercial, y los lazos son más estrechos en el sector industrial.
En medio de esta debilidad probablemente veremos algo de estímulo monetario, y sobre todo fiscal. Eso sí, el gobierno seguramente será estratégico respecto de a dónde dirigir los estímulos, ya que los altos niveles de endeudamiento en el país requieren que sea cauteloso con el gasto.
Chile sigue corrigiendo los excesos de gasto de años previos
La economía chilena continúa contrayéndose en términos anuales. Tanto el consumo como las importaciones se han reducido, lo que refleja la corrección de los desbalances que se crearon con los estímulos otorgados durante la pandemia. El mercado laboral todavía muestra debilidad. La tasa de desempleo sigue relativamente alta, y los puestos de trabajo anunciados en internet son cerca de 30% menos que los tres años anteriores a la pandemia.
Este freno en la actividad no solo era esperado, sino que era algo que el Banco Central buscó en su esfuerzo por controlar la inflación.
En el segundo trimestre, al igual que China, la producción de Chile perdió fuerza. De hecho, la economía se contrajo en el trimestre en un contexto en que el consumo se debilitó de forma pronunciada. El crecimiento del segundo trimestre fue más débil que el primero, y más débil de lo que esperaba el Central. Con estas cifras seguramente la economía cerrará el año 2023 en números rojos.
La inflación general marcó 6.5% en julio. Se ha reducido más de la mitad desde su peak de 14.1% en agosto del año pasado. Sin embargo, casi toda esta baja se explica por alimentos y energía, ítems que se caracterizan por ser bien erráticos. En la inflación sin volátiles también hubo progreso, pero ha sido más lento. Cayó a 8.5% anual, 2.5 puntos porcentuales debajo de su peak y aún está muy por encima del objetivo de 3%. Dicho eso, en los últimos datos vimos que la desinflación se está afianzando más, ya que comenzó a extenderse a los servicios, así que esperamos que el enfriamiento continúe.
Lo que podría pasar en el futuro a la economía de Chile
Con el retroceso de la inflación y los débiles datos económicos recientes, el Central comenzó a recortar su tasa, y lo hizo de forma acelerada, con un primer recorte de 1 punto porcentual. La tasa de política monetaria probablemente cerrará el año entre 7.5% y 8%, significativamente por debajo del 11.25% que alcanzó.
Con la menor inflación, los salarios reales dejaron de caer y la masa salarial, es decir, la suma de las remuneraciones salariales que reciben todos los empleados, ha crecido en torno a 2% en los últimos meses. El panorama del consumo se irá poniendo cada vez menos cuesta arriba. Además, las menores tasas de interés también le darán un respiro a la inversión, que posiblemente se contraiga menos que este año.
Así, a pesar de que el entorno externo seguirá siendo complicado, el crecimiento del PIB Chileno probablemente mejore en la segunda mitad del año y continúe con un mejor ritmo rumbo a 2024. Las menores bases de comparación apoyan esta visión (el año pasado el crecimiento de la economía fue muy débil, entonces es "fácil" que la producción sea mayor que en ese momento). El PIB anual probablemente se contraiga ligeramente este año y se acerque a su potencial de alrededor de 2.1% en 2024.
Aunque no tan rápidamente como en la primera mitad del año, la inflación seguramente seguirá descendiendo a medida que los shocks asociados a la pandemia se disipen. La duda es qué tan fácil o difícil será que regrese y se mantenga en la meta de 3%. En Fintual creemos que, a medida que nos acerquemos a la meta, la reducción de la inflación irá costando más. Como dijimos más arriba, hasta ahora la gran parte de la caída en la inflación general se explica por una desaceleración en los precios de alimentos y energía. Mientras tanto, la inflación de los servicios sigue por encima del 8%. Hacia adelante, es improbable que los precios de alimentos y energía sigan cayendo, y la inflación de servicios suele ser lenta en caer.
En este contexto, creemos que para finales de 2024 la inflación podría todavía estar algo por encima de la meta, y por tanto, la tasa de política monetaria estará todavía por sobre su nivel neutral, que es alrededor de 4%.
Mientras esperamos pacientemente a que la inflación siga bajando y las tasas de interés vuelvan a niveles más normales, te recomendamos ver la película que pusimos al principio, y no ser como su protagonista.