Un artista no tiene que ser necesariamente alguien que venda cuadros. Si bien siempre ha sido difícil definir qué es arte y qué no; lo que sí sabemos es que es una categoría que va cambiando con el tiempo. Es probable que las personas que dibujaron las pinturas rupestres en una isla de Indonesia –las más antiguas conocidas hasta la fecha– no tuvieran un concepto de arte ni parecido al que tenemos hoy. Ni mucho menos que estuvieran inaugurando el largo camino de la pintura figurativa. Pero hoy en día esos dibujos un poco abstractos un poco realistas de un par de humanos persiguiendo un chancho sí son considerados arte.
Algo similar pasa con los dibujos e ilustraciones de Fritz Kahn: un doctor alemán nacido en 1888, que después de haber servido como médico en la Primera Guerra Mundial se dedicó a plasmar su conocimiento del cuerpo humano en libros plagados de una visión única. Si tuviéramos que resumirlo, podríamos decir que su manera de explicar el funcionamiento del cuerpo humano siempre fue a través de analogías y metáforas. Ya fuese del cuerpo como máquina, o del metabolismo como un cuento de hadas, Kahn se convirtió en un maestro de la ilustración y la divulgación científica.
Veamos algunos ejemplos:



Y no solo proceso del cuerpo humano, cualquier hecho científico podía ser explicado mediante una analogía visual gracias a su talento.

Pero claro, con la llegada del nazismo la atención que llamaban sus dibujos, ilustraciones y libros se convirtieron en un problema. En 1933 sus libros fueron quemados en una plaza y al doctor Kahn se le prohibió ejercer su profesión de ginecólogo y cirujano por ser judío.
Aunque había una historia incluso más triste detrás: la editorial que él mismo había fundado, llena de talentosos ilustradores y que estaba dando buenos réditos en esa época, negoció con el gobierno nazi para seguir utilizando sus dibujos bajo otro nombre. No querían perder el negocio.
Y tan poca vergüenza tenían los nazis, que el doctor del Reich Gerhard Venzmer, publicó un libro con las ilustraciones de Kahn, una copia a lo bestia. Mientras tanto, Kahn escapaba a Palestina y luego a Francia. Y gracias a una editorial suiza pudo seguir publicando algunos de sus dibujos y libros, contrarrestando el efecto del plagio nazi. Pero cuando los alemanes entraron en Francia, fue encarcelado rápidamente, aunque gracias a la intervención y ayuda de su amigo Albert Einstein logró escapar a Portugal y luego a los Estados Unidos en 1941.
En 1956 logró volver a Europa, para siempre. Viviría y trabajaría en Suiza y Dinamarca, y moriría en 1968. Sus cenizas fueron esparcidas en el Locarno.

Detrás suyo quedan cientos de imágenes que imaginan el cuerpo humano como una máquina o una fábrica. Una visión plagada de metáforas de la industrialización del mundo moderno y cómo estas reflejan el funcionamiento de lo interno. Algo que muchos artistas desearían tener en su propia obra.




