Kobayashi Kiyochika luchó en la Guerra Boshin, conocida también como la Guerra Civil Japonesa. El conflicto enfrentó a las fuerzas pro-imperiales y al shogunato gobernante Tokugawa. Kiyochika estaba en las filas del bando perdedor, el shogunato. Y después de la derrota –y la consecuente Restauración Meiji– se retiró a la provincia durante seis años.
Cuando volvió a la capital en 1874 se encontró con un Japón que se abría rápidamente a la influencia occidental de la mano del recién ascendido Emperador Meiji. La era feudal de los shogunatos llegaba a su fin, y ahora la occidentalización y modernización darían paso a un Imperio Japonés que se consolidaba como un Estado-Nación.
Kiyochika se puso manos a la obra, y después de haber estudiado con el pintor y caricaturista inglés Charles Wirgman se decantó por el estilo ukiyo-e (un estilo de pintura que se sustentaba en impresiones sobre madera de la vida cultural japonesa de la época). Sus dibujos y pinturas, como buena parte de lo que se hacía en Japón en esa época, tiene un toque de nostalgia por el estilo de vida anterior y al mismo tiempo una mirada maravillada ante la rápida y en algunos casos milagrosa industrialización.





La vuelta de Kiyochika a Tokyio coincidió además con la masificación de la luz a gas. Las calles y casas de la capital ahora estaban llenas de luz nocturna, lo que cambiaba radicalmente la perspectiva que un artista podía tener de la ciudad.
Me lo imagino caminando maravillado por las calles de Tokyo, pensando en todas estas nuevas imágenes que se abrían ante sus ojos, un pedazo de realidad que antes estaba velado a los artistas, ahora se convertía en un nuevo punto de inspiración e investigación óptica.
Famosas son sus pinturas de Tokyio de día y de noche, una serie de impresiones en madera que muestran lo que significaba para los artistas de la época poder "mirar" las 24 horas.


Tokyo de noche, Tokyo de día
Incluso en su versión del Monte Fuji (una temática que al parecer todos los pintores japoneses tienen que visitar alguna vez en su carrera), se pueden ver detalles que marcan el cambio de época: el cableado de las líneas telegráficas.

Lamentablemente, alrededor de 1880, la popularidad del ukiyo-e y de sus pinturas fue decreciendo considerablemente. Así que Kiyochica se pasó a las caricaturas, que publicaba regularmente en periódicos de la época.
Pero el destino le tendría preparada una última racha de fama. En su afán por dominar la península de Korea, el Imperio Japonés y la Dinastía Qing se enfrascaron en la primera Guerra Chino-japonesa. Y la habilidad de Kiyochica para mezclar momentos históricos con su habilidad para dibujar caricaturas, le sirvió para vender una serie de dibujos sobre la guerra.







La Guerra Ruso-japonesa algunos años después le daría otra oportunidad a Kiyochica de mostrar su habilidad. Pero lamentablemente, la fotografía dominaría el imaginario social de aquel conflicto.
La misma modernización que le había permitido convertirse en un pintor reconocido y respetado, ahora lo jubilaba.