“No no, la polizia”, algo que cada vez veía más en TikTok y que no sabía de dónde había salido.
Normalmente soy el que les envía las tendencias a mis amigos y familiares (sobre todo si tienen hijos) para que estén pendientes de qué miran en internet. Pero esto sí que no lo vi venir.
Italian Brainrot es el nombre de una tendencia viral que parece haber nacido del cruce entre una IA descontrolada, estereotipos europeos mal entendidos y el humor de una generación criada en TikTok.
¿Los protagonistas? Figuras como:
- Ballerina Cappuccina: una bailarina con cabeza de cappuccino.
- Tralalero Tralalá: un tiburón con tres patas y zapatillas deportivas.
- Bobardiro Crocodilo: mitad cocodrilo, mitad bombardero, mitad glitch.
Y así varias figuras sin sentido alguno.
Todo narrado por una voz hecha con inteligencia artificial y acento italiano, diciendo frases sin sentido sobre situaciones igual de absurdas.
No intenta tener lógica. Y esa es, justamente, su lógica.
¿Por qué es tan popular?
Tal vez el secreto está en que no hay que intentar entenderlo. Solo hay que verlo. El contenido es tan extraño y tan diferente a cualquier otra cosa, que de cierta manera fue “fácil” viralizarse.
No es humor negro, ni sátira política, ni entretenimiento tradicional. Es un tipo de caos digital que funciona precisamente porque no exige esfuerzo cognitivo. Algunos lo llaman brainrot, otros lo ven como parte del nuevo lenguaje visual de una generación que creció saltando entre pantallas, formatos y estímulos.
En 2015, la revista Time advertía (en tono algo alarmista) que nuestra capacidad de atención era menor que la de un pez dorado. Puede ser. Pero también es cierto que hoy procesamos más información que nunca, y quizás este tipo de contenido simplemente se adapta mejor al entorno en el que vivimos.
¿Y cómo funcionan los algoritmos?
Para explicarlo en simple: cada red social tiene un sistema automatizado que observa todo lo que haces: cuánto tiempo miras un video, si lo repites, si comentas, si lo compartes, si te detuviste aunque sea un segundo. Esa información la cruza con millones de otros comportamientos y decide qué mostrarte después.
Su única misión: que te quedes más tiempo en la plataforma.
No distingue si el contenido es educativo o absurdo. Solo mide si te mantiene enganchado. Italian Brainrot, con sus colores chillones, su humor sin lógica y su capacidad de generar reacción inmediata, es exactamente el tipo de contenido que este sistema adora.
¿Y el “brainrot”?
El término brainrot —literalmente, “pudrición cerebral”— fue designado palabra del año por el Oxford Dictionary en 2024.
‘Brain rot’ is defined as “the supposed deterioration of a person’s mental or intellectual state, especially viewed as the result of overconsumption of material (now particularly online content) considered to be trivial or unchallenging. Also: something characterized as likely to lead to such deterioration”.
Define ese estado mental luego de consumir contenido tan trivial, tan sin propósito, que uno siente estar perdiendo neuronas.
Italian Brainrot no es la excepción. Es el ícono. Es el contenido que se burla del contenido. Y que de pasada se burla de sí mismo.
¿Y qué tiene que ver Italia?
Nada. Ese es el chiste. Todo este imaginario de palabras “italianizadas”, escenarios estilo trattoria y nombres como Chimpanzini Bananani o Rigatoni Corazonini no tienen ningún vínculo real con la cultura italiana.
Pero, ¿es un meme inofensivo o una señal de alarma?
En conversaciones con amigos, algunos lo ven como un simple juego absurdo, casi como Ren & Stimpy, CatDog o Real Monsters de nuestra época.



Otros lo sienten como un síntoma cultural de algo más profundo: niños repitiendo frases sin sentido, enganchados a estímulos incoherentes, incapaces de explicar qué están viendo.
Mi alerta no es el meme en sí, sino su interpretación: que tal vez estemos viviendo la primera generación que crece sin necesidad de que el contenido tenga significado. Solo necesita repetición, ritmo, y que se vea divertido.
¿Todo está perdido?
No necesariamente. Lo absurdo también puede ser resistencia. Italian Brainrot puede leerse como una crítica al contenido vacío, una parodia del algoritmo y una invitación a no tomarse nada tan en serio.
Y es que esto tampoco es algo nuevo en la historia de la producción cultural. Hace unos 100 años las vanguardias europeas causaron una sensación similar con sus collages, pinturas y poemas que a primera vista parecían totalmente aleatorios.
Y es el dadaísmo, surrealismo o futurismo –entre varios más– explotaron las reglas del arte de los años veinte. Creían firmemente en procesos artísticos bastante “locos”: poemas escritos en base a la “escritura automática” o pintar lo que soñaban la noche anterior. Hoy en día los cuadros de Dalí o los poemas de Bretón son parte del canon del arte occidental, pero tal vez generaron una sensación similar.
Y es que tal vez comparten la creencia de que en el inconsciente hay un sinfín de posibilidades artísticas. Claro, ellos creían en el inconsciente propio, liberar su mente; el Italian Brainrot cree más bien en el inconsciente de la máquina y las redes sociales.
¿Y qué se ha hecho con esto?
La viralidad de Italian Brainrot no se ha quedado solo en redes sociales. Ya han comenzado a aparecer productos derivados, como videojuegos, filtros de realidad aumentada y hasta una memecoin llamada ITALIANROT, basada en la red Solana. También hay fanmades como el "Italian Brainrot Clicker" o quizzes en formato app, que permiten interactuar con los personajes y nombres icónicos del meme. Incluso en Chile se han creado versiones localizadas y juegos breves inspirados en el fenómeno, demostrando que su humor absurdo y estético desquiciado tiene alcance global.
No necesita traducción: el caos visual ya es un lenguaje en sí mismo.
@br.ai.nrot Tralalero Tralala - The Italian Brainrot Song 2 🐬🗣️ A Brainrot Movie 🎥🧠 Tragic Tragic Tragic #tralalerotralala Song created by myself ! #tralalero #brrbrrpatapim #bombardinocrocodino #italianbrainrot #tungtungtung #tungtungtungsahur #trippitroppa #lirililarila #spionirogolubiro #bananitadolphinita ♬ original sound - LitLlamas