Soy mala para comunicarme por correo. Muchas en Fintual lo somos, porque la mayor parte del tiempo nos comunicamos por Slack (es un software típico que usan empresas de tecnología para comunicarse dentro de la empresa, como teams de Microsoft pero buena).
Viernes 14 de noviembre, buceando por mis correos no leídos, me encuentro con uno de hace dos semanas sobre la conferencia anual del Banco Central de Chile. Rosanna Costa, la presidenta, al lado de pesos pesados en economía.
–Pucha, ¿cómo se me pasó? Tengo que ir, sí o sí.
Procedí a escribirle a mi equipo:

La conferencia anual es un evento que el Banco Central viene haciendo desde hace 28 años y que suele tener pocos reflectores fuera de los círculos académicos. Pero este año, como están celebrando sus 100 años, fue de mayores proporciones.
Vino gente de renombre en los círculos de economía y políticas públicas, por ejemplo, Gita Gopinath, economista india-estadounidense que fue la primera mujer en ser subdirectora del FMI (Fondo Monetario Internacional), puesto que dejó hace un par de meses; John Williams, presidente y CEO de la Reserva Federal de Nueva York desde 2018 y miembro del comité de política monetaria de la Fed; y Agustín Carstens, economista mexicano que fue director general del Banco de Pagos Internacionales (BIS) hasta junio 2025, "el banquero de los banqueros".
Por supuesto, estaban los roles más altos del Banco Central de Chile: los cinco consejeros y directores de las distintas áreas, además de académicos locales destacados.
Por lo que vi, la mayoría eran académicos o miembros del Banco Central. Fuimos pocos los asistentes de la industria financiera.
Contados con una mano fueron los asistentes que trabajan en el gobierno, y, que me haya dado cuenta, ningún político. Una de las mayores virtudes de un banco central es su autonomía. Las murallas chinas con el gobierno son su orgullo, porque denotan que buscan cumplir con su mandato de preservar una inflación baja y darle estabilidad al sistema sin injerencias políticas.
Uno de los principales ponentes fue Olivier Blanchard, economista francés considerado como una de las voces contemporáneas más influyentes en macroeconomía. Fue economista jefe del FMI durante 2008-2015 y autor de dos de los libros más usados en cursos de macroeconomía en el mundo.

“Pasé años de mi vida conviviendo con El Blanchard, el libro de texto, y finalmente puedo platicar con Blanchard, el humano”, le dije. (En mi universidad nos referíamos a los libros de texto por su autor: el Blanchard, el Leithold, el Wooldridge) “Espero no ser responsable de tantas noches sin dormir”, me respondió. Me reí –ambos sabíamos que sí es responsable.
En un punto de nuestra corta conversación me dijo que tardó seis meses en escribir el libro Lecturas sobre macroeconomía, un texto de referencia clásico para cursos de posgrado en macroeconomía que escribió con Stanley Fisher.
Lo que es ser crack, pensé.
Como para no alardear, me dijo que ambos llevaban varios años impartiendo cursos de macroeconomía, y lo que hicieron para publicar el libro fue ordenar sus notas. “Pero debería ser “El Blanchard-Fisher”, me dijo. “Sorry, nadie le dice así”, le respondí.
El evento se ganó espacio en la prensa internacional, en medios como CNBC, Bloomberg y el New York Post, por la intervención de Williams, de la Fed, que dijo que espera que la entidad recorte su tasa en el corto plazo.

La declaración tomó por sorpresa al mercado porque días antes varios miembros habían dado señales contrarias. Incluso, un asistente le llamó “el shock de Santiago”. Las probabilidades de un recorte en diciembre implícitos en los precios de los activos pasaron de cerca de 30% a más del 70% después de la declaración.
En instancia de micrófono abierto, a Williams le comenté que la debilidad en el mercado laboral pareciera tener un componente estructural ligado al avance de la Inteligencia Artificial. Que los datos muestran que los más jóvenes, particularmente en industrias muy expuestas a esta tecnología, son los más afectados. Y le pregunté que cuál es el mérito de tratar de estimular a la economía mediante tasas bajas, si lo que estamos viendo no es cíclico sino estructural (en economía se sabe que la política monetaria sirve para amortiguar ciclos, y que los cambios estructurales son algo que en general se escapan de la cancha de los bancos centrales).

Me respondió que efectivamente la Fed ve que este grupo etario está sintiendo más los efectos de la IA en el empleo, pero cree que también hay un tema cíclico jugando un rol. Agregó que considera que se deben perseguir políticas públicas que ayuden a los más jóvenes a integrarse al mercado laboral, por ejemplo que los preparen para usar las herramientas de IA de manera efectiva. En eso estoy de acuerdo.
Y aunque se supo del evento por la noticia más bien coyuntural de si recorta o no la Fed en diciembre, en realidad las discusiones se centraron en temas estructurales, como el rol que pueden y deben tener los bancos centrales ante el rápido avance de las monedas digitales y la tokenización, la reconfiguración de la economía ante las mayores barreras arancelarias al comercio, y el rol que tiene la comunicación de los Bancos Centrales en el buen funcionamiento de los mercados.
Sobre esto último les pregunté a los banqueros centrales que qué opinaban acerca de publicar las variables sobre las cuales proyectan sus estimados de tasa. Usé de ejemplo al Banco Central de Brasil, que toma las proyecciones de tipo de cambio del consenso de mercado como base para entregar sus estimados de tasa de política monetaria. Como es explícito en esto, cuando si las proyecciones del consenso no se cumplen, el mercado sabe que hay espacio para ajustar la proyección de tasa de política monetaria. Recibí respuestas de todo tipo, pero eso da para otro post (ya me propuse escribir sobre este y los otros temas que mencioné acá en Fintualist. Si hay alguno en particular que te llama más la atención lo puedes pedir a cartas@fintual.com).
El evento mostró el nivel de convocatoria y prescindencia política que tiene nuestro Banco Central.
