Todas las relaciones sanas tienen altibajos. A veces se está bien, a veces no tanto, pero en el agregado se va avanzando. Sin embargo, hay relaciones que son peligro puro; y si, además, esas relaciones son políticas, sus repercusiones pueden terminar afectando a muchas personas. Dicho esto, yo calificaría la relación entre Donald Trump, presidente electo en EE. UU., y Jerome Powell, actual presidente de la Reserva Federal, como una de esas relaciones. Una relación peligrosa.
Jerome Powell tiene una larga carrera en el sector financiero, saltando entre el sector público y el sector privado a lo largo de sus más de 40 años de experiencia. En el sector privado trabajó en bancos de inversión, en fondos de capital privado y como parte de diversos think tanks; en el sector público ha trabajado en el Tesoro y en la Reserva Federal, en distintas capacidades.
Powell entró a la Reserva Federal en 2012, nominado por el presidente Obama, como parte de los 7 miembros la Junta de Gobernadores, máxima institución colegiada que se encarga del manejo de la Reserva Federal y que, junto con el Gobernador de la Reserva Federal de Nueva York y 4 Gobernadores de otros Bancos Regionales que van rotando de manera anual, se encargan de llevar a cabo la política monetaria en EE.UU. Estuvo 6 años como Gobernador y, en 2018, el presidente Trump lo nombra Presidente de la Reserva Federal, en sustitución de Janet Yellen, el puesto más encumbrado del Banco. Sin embargo, la luna de miel duró poco.
Cuando Powell fue nombrado, la Reserva Federal estaba embarcada en un ciclo de alza de tasas que había comenzado en diciembre de 2016 y Powell, comprometido con la normalización de la política monetaria (las tasas llevaban cercanas a cero casi 8 años), continuó el ciclo alcista sin mucho cambio hasta llevar la tasa de 0.50% a 2.50%. Asimismo, comenzó con el denominado “quantitative tightening”, (“apretamiento cuantitativo” en español, aunque no suena demasiado bien)*. Esto enfureció a Trump. A ningún político ambicioso le gustan los contrapesos, y mucho menos si esos contrapesos no les permite tener un déficit elevado debido a lo oneroso que éste puede llegar a ser. Al político le gusta gastar, y las tasas elevadas lo frenan para poder llevar a cabo dicho gasto.
La gota que derramó el vaso fue en agosto de 2019, cuando Powell, en su discurso anual en Jackson Hole, culpó a los aranceles impuestos por Trump a China como la razón principal de la desaceleración en el crecimiento global. Acto seguido, en un arrebato de furia, Trump publicó en Twitter: “Es increíble que [la Reserva Federal] pueda hablar sin saber o preguntar qué es lo que estoy haciendo (…) Mi única pregunta es, ¿quién es nuestro mayor enemigo, Jay Powel (sic) o el presidente Xi?”. De ungido a enemigo en poco menos de año y medio. Posterior a esto, los ataques de Trump a Powell siguieron: rumores de un posible despido (el cual no es legalmente posible); críticas abiertas a la política monetaria imperante (Trump quería un ciclo de recorte de tasas, no de aumento), entre muchos otros.
Pasada la presidencia de Trump, Powell fue reafirmado como presidente de la Reserva Federal en 2022 (el puesto se renueva cada 4 años) por el presidente Biden, y tuvo cierto respiro político, mas no monetario, por un tiempo. Llegó el periodo electoral de 2024 y Trump vuelve a amenazar a Powell con no bajar tasas antes de la elección pues eso podría beneficiar a su contrincante Harris, básicamente porque habría hecho más sencillo pedir crédito y habría estimulado el consumo, algo que podría haber influenciado a los votantes norteamericanos. Powell no le hace caso, y recorta la tasa 50 puntos base: un recorte inicial de esa magnitud solamente había sido visto en vísperas de una gran crisis y/o desaceleración económica, la cual no se preveía que sucediera. Trump, claramente, enfureció. Después de la elección, empiezan a correr rumores de que Trump pedirá la renuncia de Powell y, a pregunta expresa sobre si Powell renunciaría en caso de que le pidan su renuncia, Powell contesta con un seco, pero definitivo, no. ¿Qué sigue, entonces, en esta relación?
A mi parecer, Powell ha perdido la paciencia con Trump y, por lo tanto, su toque político. A un bully con poder no se le confronta, se le capotea. Sin embargo, Powell está cansado y la confrontación es más sencilla que la diplomacia. ¿Qué esperar entonces? Por vías legales, Trump no puede hacer nada. El mandato de Powell termina en 2026 y, seguramente, Trump no lo renovará en el cargo. Sin embargo, la mitad de su gobierno tendrá que convivir con él. Si bien Powell, una persona cabal, buscará seguir haciendo su trabajo, Trump podría tener un as bajo la manga para hacerle la vida imposible de aquí a que salga en 2026.
Scott Bessent, CEO del fondo de cobertura Key Square, y uno de los principales asesores económicos de Trump, ha propuesto un plan ante el círculo cercano del presidente electo, el cual ha sido recibido con cierto entusiasmo, aunque Trump no se ha declarado al respecto. El plan consiste en tener a un “presidente sombra” de la Reserva Federal, es decir, un sucesor adelantado de Powell que, si bien no tendrá poder sino hasta 2026, podría criticar todas las decisiones de la Reserva Federal buscando disminuir la credibilidad de la Junta de Gobierno, y crear un ambiente de alta incertidumbre.
¿Cómo funcionaría esto? Trump controla el Senado, y es obligación del Senado aprobar la propuesta de Trump sobre el sucesor de Powell. Esto podría hacerse de manera adelantada de tal forma que, a inicios del 2025, ya sepamos con certeza jurídica quién será el sucesor en la presidencia de la Reserva Federal. ¡Un año antes de que Powell termine su mandato! Ahora bien, dado que las acciones de política monetaria son prospectivas, el peso de la opinión del presidente sombra cada vez se volverá más relevante, dejando a Powell como un “lame duck”, es decir, un político en funciones, pero sin poder.
Si bien en el papel suena desastroso tener un presidente con su sucesor ahí en la sombra esperando su momento, y da miedo pensar en sus consecuencias, la efectividad del plan es bastante cuestionable. Al ser la Junta de Gobierno de la Fed una institución colegiada, el presidente de la Reserva Federal tiene un poder acotado: su voto, si bien es de calidad, no deja de ser un voto de 12. De hecho, el nuevo presidente puesto por Trump necesitaría tener el apoyo de al menos 5 Gobernadores más para poder hacer cambios en la tendencia de la política monetaria que ya definió Powell, lo cual, en caso de ser un presidente radical y que pretenda hacer un cambio de rumbo brusco, se ve bastante complicado de conseguir. Sin embargo, el ruido seguirá ahí, haciendo estragos, aunque éste no se termine concretando en un riesgo real.
La presidencia de Trump será un verdadero reto para la Reserva Federal y su autonomía. Así como está en la mesa tener un presidente sombra, también están en la mesa (esto sí dicho por Trump), la posibilidad de que el presidente se siente en la Junta de Gobierno y pueda opinar (sin tener voto) sobre el curso de la política monetaria. Si bien estás son las ideas que han salido hasta ahorita, no dudaría que, a lo largo de los siguientes 4 años, veamos surgir ideas nuevas del mismo corte. Al final, todo se reduce a quitarle poder a las instituciones y concentrar dicho poder en el Ejecutivo. ¿Lo logrará? Hoy, dado el amplio mandato que le dio el pueblo norteamericano a Trump, es más probable que hace 4 años. En ese sentido, hoy más que nunca, hay que estar atentos sobre la evolución de la política y la economía de EE. UU. para poder tomar mejores decisiones de inversión.
*El “quantitative tightening” o "apretamiento cuantitativo", se refiere a una política monetaria en la que un banco central reduce la cantidad de dinero en circulación, generalmente disminuyendo su balance a través de la venta de activos financieros o dejando que los vencimientos de bonos no se reinviertan. Funciona más o menos así:
- La Fed tenía bonos (y otros activos) en su poder, los había comprado en el pasado (durante el “quantitative easing”, por ejemplo) y quedaron en su balance
- Cuando los sale a vender al mercado, los compradores les pasan dolares cash a cambio de esos bonos
- la Fed se queda con el cash, y así este sale de la economía, y se reduce el dinero en circulación.