El término ukiyo-e se puede traducir como "escenas del mundo flotante", o simplemente "mundo flotante". Así se denominaban las xilografías y grabados en madera japoneses que se hicieron muy populares entre los siglos XVII y XX, tanto dentro de Japón como en el mundo occidental.
El nombre hace alusión a la cualidad efímera, fugaz y feliz del mundo, y por eso las temáticas de los primeros ukiyo-e son actrices y actores, cortesanas, el mundo del entretenimiento y luego el paisaje.
Y claro, el maestro del ukiyo-e fue sin duda Hokusai. Sus dibujos y pinturas llegaron a París a mediados del siglo XIX y fascinaron incluso a Van Gogh. Tanto así que llegó a pintar una especie de ukiyo-e:
Hokusai, dicen algunos, fue tan importante que es difícil imaginar el manga o el arte del tatuaje sin su influencia. Pero a pesar de haber sido el primer japonés en exponer fuera de su país, fue siempre extremadamente humilde. Y además de humilde, al parecer gozaba de muy buena salud: nació en 1760, pero vivió hasta los 90, en un tiempo donde el promedio de vida de los hombres japoneses rondaba los 50 años. De hecho, su obra más famosa: las treinta y seis vistas del Monte Fuji, la realizó a sus 72 años.
La ola, sin duda, es su obra más emblemática, reproducida, parodiada, impresa y colgada en miles de cuartos de estar alrededor del mundo. Pero ojo, que su propósito original no estaba muy lejos de lo que vemos hoy, donde te la encuentras en cualquier feria de ciudad costera: el arte del Ukiyo-e floreció especialmente entre la cultura chonin, una clase social japonesa surgida durante el periodo Edo, formada por comerciantes citadinos que no tenían acceso al arte más clásico, pero sí a reproducciones técnicas hechas con xilografía.
Un bonito ejemplo de como el arte y la técnica están estrechamente relacionados, siempre.