Hay una generación en Chile, la que nació a finales de los 90, que cree que lo “normal” es que su país sea excepcional para el fútbol porque justo creció durante la Generación Dorada.
Con la economía pasa algo similar. Quienes nacieron por ahí en 1980 probablemente creen que lo “normal” es que su país crezca a pasos agigantados. Si entraste a trabajar en 2003, por ejemplo, viviste una década donde Chile creció casi al 5% por año, en promedio, y fuera de la crisis financiera global, no tuvo recesiones. Esos fueron los años dorados de la economía chilena.
Pero la realidad de los años recientes ha sido bien distinta. El promedio de crecimiento en la última década es de 2%.

Si Chile puede o no volver a crecer a tasas del 5% de forma sostenida es una pregunta recurrente. Estuve en el ChileDay 2025 en Nueva York, donde se dedicó un panel entero a discutirlo.
La pregunta “¿Cuánto puede crecer Chile sostenidamente?” es análoga a preguntar cuál es el crecimiento potencial de Chile.
El crecimiento potencial es la capacidad productiva de una economía cuando utiliza plenamente sus recursos disponibles (trabajo, capital, tecnología). Se calcula considerando factores como:
- Crecimiento de la fuerza laboral: aumento de la población en edad de trabajar y las tasas de participación
- Acumulación de capital: inversión en maquinaria, infraestructura y equipamiento
- Productividad total de los factores: mejoras tecnológicas, innovación y eficiencia organizacional
- Capital humano: educación, capacitación y habilidades de la fuerza laboral
El crecimiento potencial, también llamado producto potencial, es como la inteligencia o el dolor: no se ve, pero sabemos que existe e intentamos más o menos medirlo, aunque sea de forma aproximada.
El método más común que se usa para medir el crecimiento potencial es con una función de producción agregada Cobb-Douglas, de la forma:
\( Y = A L^\alpha K^{1 - \alpha} \)Donde A es la productividad total de los factores, L es la mano de obra, K es el stock de capital y α es la participación del trabajo en el producto.
Se llama Cobb-Douglas por los nombres de sus creadores: Charles Cobb y Paul Douglas, que en 1928 publicaron el artículo "A Theory of Production" en la American Economic Review. En este demostraron empíricamente que los datos de la economía estadounidense entre 1899-1922 se ajustaban bien a esta forma funcional.
La productividad total de los factores mide todo lo que haga que el capital y trabajo produzcan más: progreso tecnológico, mejoras organizacionales, factores institucionales, etc. Y en la práctica se mide como un residual, es decir, es todo lo que no se explica por la mano de obra y el stock de capital.
Por otro lado, α es la participación del trabajo en el ingreso nacional. En términos un poco más técnicos, es la elasticidad del producto respecto al trabajo.
Los trabajos empíricos suelen estimar α en cerca de ⅔. Más cercano a 0,70 en países desarrollados, y más cercano a 0,60 en países en desarrollo. Estas estimaciones varían dependiendo de los supuestos que se asuman y del periodo en el que se calcule. Para Chile, por ejemplo, según las estimaciones de Groningen Growth and Development Centre, oscila alrededor de 0,5, lo que significa que, manteniendo todo lo demás constante, un aumento de 1% en la fuerza laboral aumenta el producto en 0,5%.
¿Chile va a volver a crecer al 5% en promedio?
Hay varias razones para estar optimistas. La primera es la menor incertidumbre, que permite mayor inversión.
Durante los cuatro años pasados, en nuestro país había importantes preguntas abiertas. Sin ir más lejos, era posible que existiera una nueva constitución, escrita desde cero. Es muy difícil que los inversionistas decidan empezar proyectos de inversión, que suelen tardar varios años en desarrollarse, en un país donde probablemente las reglas del juego cambien drásticamente.
Un ejemplo de México lo ilustra bien. En 2013 se aprobó una reforma energética que permitió la participación de empresas privadas en la generación, transmisión y distribución de electricidad, lo que significó un cambio significativo respecto al monopolio estatal que existía previamente. Esto detonó millonarias inversiones privadas, que después se volvieron inviables con una contrarreforma impulsada por Andrés Manuel López Obrador y su sucesora Claudia Sheinbaum, la actual presidenta de México.
Independientemente de si uno considera que cierto cambio es bueno o malo, muchos proyectos de inversión se detienen hasta que “se aclaren las aguas”. Con la discusión de la nueva constitución detrás de nosotros y la reforma de pensiones aprobada, los niveles de incertidumbre local disminuyeron significativamente. Esto aumentó el catastro de proyectos de inversión que están en puerta, lo que, además de aumentar la producción en un año dado, aumenta el potencial de crecimiento del país (mediante un mayor stock de capital y posiblemente mejoras tecnológicas).
Otra razón para estar optimistas es el potencial que tiene Chile de jugar un rol importante en la ola de IA. Por un lado, por sus dotaciones de cobre y litio, que son estratégicos para el futuro tecnológico. El cobre es esencial para la infraestructura física que hace posible la IA moderna, y las baterías de litio hacen posible que la IA esté presente en múltiples aspectos de nuestra vida cotidiana y en diversos dispositivos simultáneamente.
Y por otro lado, Chile destaca en la región por su capacidad de generar energía limpia y estable. Esto es crucial porque la IA es muy intensiva en energía. De hecho, se estima que solo para entrenar GPT-4 de OpenAI se usó la energía que consume la ciudad de San Francisco durante tres días. Además, muchas de las empresas detrás del desarrollo de estos modelos han tomado compromisos de energía limpia. En Chile, dos tercios de la energía que se produce proviene de fuentes renovables, y nuestro país tiene potencial de generar más, particularmente solar y eólica.
Pero también hay factores estructurales que limitan el potencial de crecimiento de Chile, como la permisología compleja. La permisología es el conjunto de trámites, autorizaciones, permisos y licencias que deben obtenerse para realizar diferentes actividades económicas, comerciales, industriales o de construcción en el país. El sector privado tiene más de una década pidiéndole al gobierno que se atienda el problema. El último esfuerzo por resolverlo es el proyecto de ley marco de autorizaciones sectoriales, que busca reducir los tiempos de tramitación, y que, curiosamente ahora se encuentra en tramitación en el Congreso. Pero, aunque está claro que este proyecto es un paso en la dirección correcta, la opinión de la industria es que no es suficiente.
Además, la acelerada transición demográfica por la que atraviesa Chile es algo que también reduce el potencial de crecimiento del país. La población en edad de trabajar llegó a su máximo y va a empezar a descender de forma acelerada en los próximos años. El 2023 marcó el año con la menor tasa de fecundidad de la historia de Chile. El número de hijos promedio que tendría una mujer durante su vida fértil llegó a 1,16, mucho más bajo que el nivel de reemplazo, de 2,1.
La razón de población en edad de trabajar población total alcanzó su mayor nivel y de ahora en adelante se estima comenzará a descender. Esto significa que la estructura demográfica, que hasta ahora había aportado al crecimiento, empezará a restar y el avance económico dependerá en mayor medida de mejoras en productividad.

Es en parte por esto que, si bien hay buenas razones para estar optimistas respecto a la economía de nuestro país, es difícil que volvamos a crecimientos de 5%. Pero no es necesariamente algo negativo: suele pasar que las tasas de crecimiento de los países disminuyen a medida que se vuelven más desarrollados.