En uno de mis capítulos preferidos de The Office, uno de los empleados de la empresa que vende papel se pone a competir contra la recién estrenada página web a ver quién vende más resmas en un día. Obviamente, me parecía divertido porque el trabajo que estaba a punto de ser reemplazado no era el mío.
Y es que uno siempre siente que el trabajo amenazado por la automatización y las revoluciones tecnológicas es el del otro, nunca el propio. Trabajando como editor, el día que una máquina me reemplazara parecía lejano.
Hasta que llegó ChatGPT.
Esta nueva inteligencia artificial escribía rápido –eso no me sorprendía demasiado– pero además lo hacía bien. Parecía tener menos faltas de ortografía y redacción que muchos humanos universitarios y abarcaba casi cualquier tema.
Así que al más puro estilo siglo XVIII la desafié a un duelo con pistolas al amanecer.
Hicimos una competencia de escritura de ads, avisos publicitarios en Meta y Google que necesitan un texto corto, eficiente y que cumpla con ciertas reglas. Algo así:
La competencia fue feroz, pero ganó la máquina: sus textos se abrieron un 56% más que los míos.
Al mismo tiempo, varios de mis colegas más avezados en el uso de GPT escribían artículos ayudándose con la inteligencia artificial. Que yo sepa, todavía no se escribe una buena novela con LLM, pero seguro queda poco.
Por eso me sorprendí poco cuando me enteré de un estudio que había analizado la cantidad de chamba que estaban teniendo los editores freelancer en una reconocida plataforma de trabajo on-demand.
La cantidad de trabajo recibidas y el dinero ganado han disminuido. Y no solo se ha visto afectado el mundo de los escritores freelancer, el mismo estudio menciona que se vio un efecto similar entre los diseñadores gráficos producto de herramientas como Midjourney o Dall-E.
Alguno podría pensar que quienes trabajamos con el lenguaje somos las primeras víctimas de GPT y los LLM. No lo creo. Prefiero entender esta coyuntura como el momento en que aprendí a trabajar con GPT, no contra. Citando el viejo cliché de Zun Tsu: “Si no puedes con tu enemigo, únete a él”. Hay tareas en las que el factor humano le da un toque distintivo a la escritura; es difícil que GPT te sorprenda, haga un buen chiste que te deje pensando o que tenga un estilo de escritura que te llame la atención.
Para todo lo demás, use GPT.
Para mí, se ha convertido en una herramienta con la que itero, discuto y comparo. Es muy útil para traducir de un idioma a otro e incluso de un dialecto a otro (en el caso de Fintual, pasar de chileno a mexicano, todo un desafío). A veces le pregunto por chistes, frases célebres, efemérides o incluso tips para programar.
La resistencia de muchos a usar GPT me recuerda a la aparición de la imprenta en el siglo XV. Que hacía más fácil la falsificación de las obras –algo que pasó, y bastante–, que le quitaba el alma al texto, que reproducía con errores, que dejaba sin chamba a los monjes copistas, etc. Excusas y reclamos no faltaron, pero la imprenta dominó igual la producción de texto en los siguientes 5 siglos.
Con GPT, sospecho que será lo mismo, así que más vale aprender a trabajar con él y no contra él.