Los caminos de la pintura y especialmente de los retratos, suelen ser muy aleatorios. Basta que un pintor realice un retrato de alguien que no vio en persona para que todos los que vienen después lo tomen como modelo. El caso de Jesús o su madre suelen ser los mejores ejemplos.
Pero en los años de la independencia mexicana pasó un caso parecido: el pintor Joaquín Ramírez, de quien se sabe poco en términos biográficos, hizo un retrato del cura Miguel Hidalgo.

Alto, delgado, viejo pero vigoroso. Esta pintura que se guarda hoy en día en el Palacio Nacional, sirvió como base para la gran mayoría de los "retratos" de Hidalgo que le siguieron. No importa la época, el modelo se puede rastrear –aparentemente– hasta el cuadro de Ramírez.





¿Cuál es el problema? que el primer retrato de Hidalgo se hizo casi 10 años después de su muerte. La descripción de Hidalgo más completa para los historiadores es la del libro Historia de Méjico, escrito entre 1849 y 1852, por el historiador y político Lucas Alamán, quien conoció a Hidalgo. Citamos aquí a Enrique Krauze en su libro Siglo de Caudillos:
De mediana estatura, cargado de espaldas, de color moreno y ojos verdes vivos, la cabeza algo caída sobre el pecho, bastante cano y calvo, como que pasaba ya de sesenta años, pero vigoroso, aunque no activo y pronto en sus movimientos...poco aliñado en su traje, no usaba otro que el que acostumbraban entonces los curas de los pueblos pequeños.
Dicen los rumores que el hermano de Hidalgo sirvió de modelo para los primeros retratos. Nada comprobado, pero quién sabe, hace sentido.
¿Y por qué Ramírez? es difícil saberlo con certeza, pero fue un pintor que siempre se dedicó a los temas religiosos e históricos, un cruce que al personaje de Hidalgo le venía bastante bien.






