En estos días en que se celebra la independencia de Chile siempre vuelvo a un mismo cuadro:

Me gusta la composición un poco caótica de un proceso que debe haber sido puro despelote, por muy formal y solemne que lo imaginemos hoy en día. El tipo cayéndose de espaldas mientras se le cae el sombrero, los curas en el estrado al lado de los libertadores de la patria, gente tratando de subir las escaleras para ser parte del show, la gente en los balcones del edificio de la Plaza de Armas, la banda tocando los tambores. Es un poco ceremonia política, pero también fiesta. Un poco como el 18, ¿no?
Pero claro, el cuadro es puro simbolismo. Bernardo O'Higgins no estuvo en esa ceremonia, por ejemplo: andaba en Talca. El acto lo presidió Luis de la Cruz. Además, como seguro ya sabrás, la ceremonia fue en febrero y no en septiembre. Pero hay más detalles: la bandera argentina con el Sol de Mayo es posterior a este evento en términos históricos, pero Subercaseaux la puso igual. También aparece el ejército de libertos afrodescendientes, abajo a la derecha.
Pedro Subercaseaux nació en Roma, en 1880, y murió en Santiago en 1956, y es reconocido como uno de los pintores de eventos y costumbres históricas más detallista y realista –aunque siempre se tomen algunas licencias, como vimos recién–. Tiene de todo: Balmaceda y sus ministros, Luis Carrera Pinto, el General Baquedano, la primera misa en Chile, Lautaro, el Cabildo, Arturo Prat, etc. Es como si hubiese abierto un libro de historia y se puso a pintar cada capítulo.









A primera vista parece un pintor clásico, influenciado por la escuela francesa que pintaba eventos históricos en tamaño XL, pero Pedro Subercaseaux tenía una faceta escondida: fue el primer historietista chileno, o podríamos decir el primer autor de un cómic chileno.
Bajo el seudónimo Lustig, Subercaseaux publicó la historieta Federico Von Pilsener, la historia de un profesor enviado por el Imperio Alemán para estudiar las costumbres de este salvaje y lejano país llamado Chile, acompañado de su fiel perro salchicha.
A primera vista parece un ejemplo clásico de la mirada socarrona que Europa tenía para con Chile, pero la verdad es que termina riéndose más de los alemanes que de nosotros, aunque el mismo Pedro dijo que su intención también era reírse un poco de nosotros mismos.







Parece la obra de un pintor totalmente diferente al que reproducía solemnemente los episodios más importantes de la historia republicana. Pero me imagino a Pedro Subercaseaux aburrido de pintar héroes de la patria y simplemente diciendo "mejor me pongo a dibujar a un buen Don Otto para soltar un rato la mano".
El contrapunto de Subercaseaux es un poco el de las fiestas patrias: por un lado de la solemnidad propia de la parada militar y del himno cantado en todos los colegios mientras se iza la bandera; pero también el carnaval de la fiesta y la exaltación de las costumbres locales en medio de un buen asado.