El cambio de siglo encontró a Japón en un momento artística tremendamente interesante.
Varios artistas japoneses viajaban al extranjero con becas gubernamentales, y muchos entraron en contacto con el Art Nouveau y el japonismo —la afición de Europa por una estética japonesa masticada para los occidentales—, y que ellos, a su vez, incorporaron a sus producciones nacionales: pura polinización intercultural. Debe ser interesante encontrarte de repente con la evidencia de cómo entienden los extranjeros tu cultura propia, y tomar eso para transformar lo que haces en tu propio país.
Además de esta interculturalidad de idas y vueltas, el desarrollo tecnológico del cambio de siglo trajo innovaciones muy importantes en el mundo editorial: crear y publicar libros era cada vez más sencillo, e incluso el mundo de la impresión a color había tomado fuerza.
En ese contexto, dos artistas de renombre en Japón decidieron publicar una revista de diseños japoneses. Para algunos era un libro pensado para artesanos, dibujantes e impresores; pero en realidad se convirtió en un objeto artístico por sí mismo. Y esa, podríamos decir, fue la última pieza del puzzle: el diseño se había convertido en una disciplina artística respetada.
Así nació el Shin-Bijutsukai, una revista de diseños editada por Kamisaka Sekka y Furuya Kōrin. Cada uno fue, en su momento, profesor y artista respetado, aunque tal vez su legado más importante sea esta bella revista llena de patrones y diseños japoneses mediados por el Art Noveau.









La revista apareció entre los años 19002 y 1906, y como puedes ver en sus diseños, tocaba los clásicos temas japoneses: olas, hojas de otoño,. ríos, montañas, bosques de bambú, etc. Un poco replicando lo que ya hacían Sekka y Korin.
Kamisaka Sekka








Furuya Kōrin







Ambos, maestros del arte japonés, y que fueron muy influyentes tanto como artistas o profesores. Pero claro, en el recuerdo queda esa preciosa revisa que publicaron durante cuatro años. Tal vez no tenemos la suerte de encontrarla en un centro de mesa y leerla en su versión física, aunque por suerte el Smithsonian nos dejó una versión bastante aceptable. Recuerda, eso sí, que es un libro japonés, así que debes pasar las páginas hacia el otro lado.
