Este mes fuimos testigos de una empresa de criptomonedas que resultó ser una estafa, mientras la CEO de una biotech está siendo condenada a 11 años de cárcel.
Es tentador desde afuera pensar que esta es una típica trama de startups. Pero es casi tan absurdo como pensar que lo que los hizo mentir fue no haber comido más carne. Ambos CEOs comparten ser veganos. Quizás es porque ambos estudiaron en Stanford. ¿Será eso? No, claro que no.
El engaño está siempre al acecho. No es sólo humano, los animales engañan. Un pavo real es un maestro del engaño al desplegar decenas de ojos que asustan al enemigo mientras atraen a la pava.
La cultura empresarial conoce los engaños. “Fake it till you make it” dice el aforismo que guía a muchos al conseguir a los primeros clientes y levantar algo de capital. Pero una cosa es exagerar y adornar, otra cosa es mentir deliberadamente.
La mentira parece ser siempre una idea tentadora e insistente en la mente de los acorralados. En ciertas situaciones nos puede parecer momentáneamente la opción más viable o incluso sensata. Pero se requieren patologías particulares para mentir y sostener una mentira durante días, semanas, años. Se necesitan mil mentiras para cubrir una mentira y los intentos de esconder la verdad hacen nacer nuevas mentiras que crecen como las cabezas de Hidra, el monstruo que según cuenta Eurípides, por cada cabeza cortada le crecerían dos.
Al final es una línea fina pero bastante nítida. Elizabeth Holmes, la CEO de la biotech Theranos, le mintió a sus inversionistas y clientes. Sam Bankman-Fried, fundador de la empresa de criptomononedas FTX, usó el dinero de sus clientes sin su permiso. Ambos cruzaron al otro lado y en lugar de devolverse a tiempo y asumir sus pérdidas, continuaron construyendo un castillo de cartas destinado a un derrumbe cada vez más dañino y vergonzoso.
Estos casos raros pero mediáticos distorsionan la percepción de cuál es la norma. Hace recordar a Emmanuel Carrere, que en su novela El adversario relata cómo un grupo de niños luego de averiguar que su compañero fue asesinado por su padre, dejan inevitablemente de confiar ciegamente en los suyos, al menos por un tiempo. Así mismo, el fantasma del fraude puede empañar hoy las relaciones entre startups y sus inversionistas.
Peor aún, los fondos de venture capital ahora deberán enfrentar la desconfianza de sus propios aportantes. Ante los cuestionamientos a la inversión de más de US $200m que recibió FTX aparece la idea de comenzar a exigir una auditoría de una de “las 4 grandes” consultoras antes de entregar capital a una startup. Pero la verdad es que esta industria exige también velocidad y si algún venture capitalist le pide demasiados papeles al próximo Mark Zuckerberg, probablemente se quedará fuera del negocio.
¿Qué se puede hacer? Pareciera que no hay nada más que esperar que pase algo de tiempo y la desconfianza se diluya otra vez en el olvido. Por otro lado, es justamente en estos tiempos cuando se generan las más grandes riquezas, cuando contra la corriente algunos más arriesgados confían en el futuro.