Es primera vez que invitan a una fintech al Chile Day. Aquí les cuento lo que pasó.
Al Chile Day van casi puros señores importantes, los principales actores de la industria financiera chilena, algunos representantes del gobierno como el ministro de Hacienda o el presidente de la Comisión para el Mercado Financiero, y un par de individuos mal vestidos como yo.
Mal vestido porque algo pasó que a todo el mundo le dio con ponerse traje y corbata, menos a mí, que se me ocurrió ir en blue jeans. Llegando de Palo Alto y de todo lo que pasó con Y-Combinator, donde todos están todo el día literalmente en chalas, me sentía casi excesivamente elegante con mi camisa de lino blanca. Aunque en el Chile Day no me daba ni para pasar como el fotógrafo: los mozos parecían mayordomos de la reina Isabel y ofrecían “something to drink, sir?”. Igual al final fue buena mi pinta porque cualquiera me identificaba fácil como el emprendedor invitado.
El Chile Day se hace en “One Whitehall Place” un centro de eventos muy elegante que queda en la mitad de lo que se considera el centro gubernamental del Reino Unido, al lado de ministerios, departamentos de gobierno, los guardias reales, etc.
Este era el salón principal de la conferencia.
Para llegar me perdí un poco, pero fue hasta agradable porque iba con tiempo y pude pasear un poco por Londres que es muy choro.
Cuando me tocó presentar hablé muy poco para no aburrir a nadie. Básicamente lo que hice fue aprovechar que había gente de la CMF (los que regulan a Fintual y otras instituciones financieras) en el público para recitarles mi carta al Viejo Pascuero: primero, que las transferencias bancarias no tengan límites cuando alguien mueve plata desde su cuenta corriente a una inversión. Si la plata no cambia de manos, no debiera haber límites diarios ni nada de eso porque no hay problemas de seguridad ni de lavado de activos.
Le puse hasta nombre al concepto: “money portability”.
Así, en inglés, porque el Chile Day curiosamente se hace en inglés, aunque van casi puros chilenos. Nico Shea se lució con un inglés perfecto, pero al ver a otro que decía una y otra vez “Is dis gud? Di anser is nou” no pude evitar acordarme de Les Luthiers:
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Lo segundo que le pedí a los reguladores fue que apuráramos el “pasaporte de fondos”, un acuerdo entre países de la Alianza del Pacífico (Chile, Perú, Colombia y México) que permite que una Administradora General de Fondos regulada, como Fintual, pueda ofrecer sus fondos a colombianos, mexicanos y peruanos.
No es que crea que mis peticiones fueran a tener mucho efecto así no más, es obvio que el verdadero propósito del Chile Day se cumple mientras la gente se reúne a conversar en círculos con una copa de vino blanco en una mano y un canapé de camarón en la otra, pero sí creo que me fue bien porque en el coffee break se me acercaron varios a pedirme la tarjeta de presentación.
Pero yo no tenía tarjetas.
Me mal acostumbré rápido en Y-Combinator: cualquier persona que conocieras en un evento estaba en una base de datos en que buscabas casi por cualquier dato que te acordaras y encontrabas fácil su email y su foto.
Así que para salir del paso me hice el millennial y los convencí a todos de que las tarjetas, además de pasadas de moda, son poco ecológicas, así que yo le saqué fotos a sus tarjetas.
Algo muy bueno en estos coffee break fue encontrarme con Axel Christensen, que es un crack y me cae muy bien. Le pedí hasta una selfie.
De todas las presentaciones la que más me gustó fue justamente la de Nico Shea, que entre otras cosas le pidió directamente a los viejujos ricachones de la audiencia que donaran plata para apoyar a emprendedores de origen humilde. Contó cómo en otros países hay mucha más cultura de donación y cómo eso nos puede dejar atrás. De hecho, esto fue lo que más me llamó la atención en California, donde hasta el acuario de los pulpos en el zoológico tenía una plaquita tipo “donado por Angela Roberts en 1998”. La donación es algo muy importante y genera muchos cambios, no sé por qué en Chile casi no veo nada de eso.
El ministro de hacienda, Felipe Larraín, también se lució presentando y echó hasta un par de tallas, dijo que había tenido que juntar dos presentaciones en una y cuando llegó al final de la primera se puso a saludar como si acabara de llegar. Incluso puso voz de chino para explicar que comer cerezas chilenas te hacía más feliz. Súper político eso sí: cualquier cosa negativa iba acompañada de “los últimos 4 años previos a 2017” y cualquier cosa positiva era “en el último año”. Entre medio me preocupé un poco, porque se puso a explicar que pensaba empujar una regulación sobre ciber-seguridad. Siendo sincero me cuesta creer que vaya a salir bien eso a la primera, de verdad espero que se vayan con calma y se asesoren bien técnicamente para no meter las patas, porque no es un tema sencillo y mal hecho puede dejar muchos desastres en términos de libre competencia.
En uno de los paneles más tarde se explicó sobre la tendencia de los “bonos verdes”, que básicamente se trata de una forma de financiar proyectos o empresas sustentables. Explicaron que si uno piensa en invertir para el largo plazo, el calentamiento global y el cambio climático son el “elefante blanco en la sala”: lo que nadie quiere ver pero que es gravísimo ignorar. Nosotros en Fintual hace rato que estamos tentados de hacer un fondo que solo invierta en empresas que toman en consideración que los recursos del planeta no son infinitos.
En definitiva, creo que fue una buenísima oportunidad de rozar los codos con los elegantes señores de la industria financiera. Encuentro genial que alguien de la organización del Chile Day haya pensado en hacer un panel Fintech y que nos haya invitado a Augusto Ruiz-Tagle de Destácame y a mí.
Después de mi presentación y ya conversando en los pasillos me di cuenta, eso sí, que varios de los asistentes no cachaban una de tecnología y que, increíblemente, a algunos ni siquiera les importaba mucho no cachar. Por ahí escuché el comentario “no sé lo que es un API y me importa un pepino”, o “los bancos tenemos una red de distribución y no tenemos por qué compartirla con nadie”. Quizás piensan así porque son de otra época, pero me chocó mucho la diferencia con lo que vi en Silicon Valley. Igual loco que no se den por enterados de que las 5 empresas más grandes del mundo son todas empresas tecnológicas con una filosofía prácticamente opuesta a la de ellos.
Espero que a la hora de definir cambios en nuestra regulación (cosa de la que se habla mucho últimamente), se tomen en cuenta opiniones más actualizadas y menos proteccionistas que permitan que en Chile se logre una sana libre competencia en la industria financiera y no nos quedemos tan atrás con respecto al resto del mundo desarrollado. Esta columna de Bernardita Piedrabuena por ejemplo, es un buen comienzo.
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