La legendaria fuente de la eterna juventud ha sido algo que la literatura, la ciencia y los simples mortales han buscado por años.
Si bien la ficción lo ha retratado —en Doctor Who, Cassandra era una humana que buscó alargar la vida durante millones de años a través de cirugías, al punto de transportar su mente a un chip— hasta el momento no es posible vivir eternamente.
Y una de las reflexiones que ha dejado la pandemia es poder aspirar a una vida larga, pero de buena calidad. La esperanza o expectativa de vida es un indicador geolocalizado que nos permite estimar, en promedio, cuántos años vivirá una persona al momento de nacer.
Depende de cada generación y se calcula repartiendo los años vividos por un grupo para averiguar la media de años de cada individuo.
En Chile la esperanza de vida se ha triplicado en los últimos 100 años.
Según los datos del INE, en 1900 se estimaba un promedio de 23,6 años para las mujeres y 23,5 años para los hombres, mientras que un siglo después —para ser más exactos entre 2015-2020— este indicador alcanzaba los 82,1 años para las mujeres y los 77,3 para los hombres.
Siendo más específicos —según el último registro que existe, que es de 2020— en nuestro país la esperanza de vida para una mujer es de 81,8 años, mientras que para el hombre alcanzaría los 76,7 años, según los datos entregados por el INE.
Una de las razones que explican por qué la cifra es más baja que el promedio 2015-2020, podría ser la pandemia.
¿Qué cambió en un siglo para que podamos aspirar a vivir casi 100 años?
La esperanza de vida depende de muchas variables: el estilo de vida, el acceso a la atención de salud, la dieta, el estado económico de una persona, por nombrar solo algunas.
Por ejemplo, Japón, junto con Suiza y Corea del Sur, son algunos de los países más longevos del mundo, donde la media de vida alcanza los 84 años. Allí las claves son la educación, acceso a transporte público, empleo, vivienda y muchas zonas verdes que estimulan a vivir una vida más saludable.
Y la Organización Mundial de la Salud (OMS) afirmó en 2018 que Chile era el país con mayor esperanza de vida en Latinoamérica. No estamos tan lejos de los otros países.
A nivel mundial se han realizado muchísimos estudios para aclarar por qué la esperanza de vida no para de crecer. Incluso algunos auguran que los humanos podríamos llegar a vivir hasta los 130 años de vida en el futuro.
Es importante destacar que gozar de una alta esperanza de vida es un buen indicador para un país, porque habla de un mejor desarrollo económico y social de su población. Además, permite determinar el ritmo de crecimiento y de esta forma también implementar políticas públicas efectivas.
Diferencias por género
Ahora, esta tendencia de que un sexo tenga mejores cifras que otro no es exclusiva de nuestro territorio. Según la OMS, sin importar el lugar donde vivas, la tendencia es que las mujeres vivan más que los hombres.
Un estudio publicado en 2019 por la misma organización, confirma que la esperanza de vida de los hombres en el mundo era en promedio 4,4 años menor que la de las mujeres. Entre los múltiples factores que influirían, según los expertos, están las diferencias biológicas, en concreto su composición genética, pero factores como fumar, beber en exceso y tener una mala alimentación pueden explicar también el porqué de esta diferencia.
Esperanza de vida por comuna
La esperanza de vida no siempre es igual para todos los habitantes de un territorio.
En Chile, las cifras capitalinas son distintas a las de otras regiones, pero también se dan brechas significativas entre las diferentes comunas del gran Santiago.
Hoy los datos cambiaron, sin embargo, el panorama no sigue siendo muy distinto que hace años atrás. En 1990, una mujer que vivía en la comuna de La Pintana vivía promedio 54 años, mientras que otra que residía en Las Condes alcanzaba los 72 años promedio.
Tres décadas después esta desigualdad no varía mucho y aún podemos ver que entre comunas se producen diferencias de más de 10 años.
La razón
Las grandes diferencias que se producen a partir de ciertos factores socioeconómicos, tales como el acceso a la salud, las condiciones de habitacionales y cantidad de servicios disponibles en la zona, entre otros.
Esta brecha se puede ir acortando en la medida que las comunas van implementando cambios en favor de sus habitantes; como más desarrollo tecnológico, mejoras estructurales, urbanización y todas aquellas transformaciones que permitan mejorar la calidad de vida de las personas.