Me di cuenta que ya soy una señora cuando pasé de hablar de carretes a hablar de plantas, perros, y precios del supermercado.
Varias veces en estos dos últimos años el tema de conversación en la juntada con mis amigas fue cuánto subieron los precios. Sí, ya todos sabemos que la inflación ha aumentado muchísimo, pero chuta que dolió pagar casi 70% más por el aceite el año pasado, o 140% más por vuelos.
Pero la semana pasada una de mis amigas dijo algo más ameno: “el precio de las frutas ha bajado, quiere decir que la inflación se está arreglando”.
Y lancé una de las frases favoritas de los economistas:
Me refiero a que no podemos basarnos en cambios mensuales de ciertos precios para sacar conclusiones generales de la inflación. En parte porque la inflación, como muchos otros datos, tiene estacionalidad.
¿Y qué es la estacionalidad? Fluctuaciones periódicas que ocurren en un periodo particular. Es una característica de algunas series de tiempo.
En los precios hay patrones predecibles que tienden a repetirse todos los años. El precio de las frutas y verduras, por ejemplo, tiene una estacionalidad especialmente marcada: suben en invierno y bajan en verano. El precio de la ropa sube cuando llegan las nuevas temporadas, es decir, alrededor de febrero y agosto, y baja cuando hay descuentos de fin de temporada.
Hablando de la inflación general, junio es típicamente un mes de baja inflación: el precio de muchos bienes, como ropa y zapatos, cae. Y además el precio de las frutas y verduras también suelen caer. Otros meses de baja inflación son noviembre y diciembre. En noviembre la ropa, los gastos comunes y el transporte suelen bajar, y en diciembre bajan los precios de frutas y verduras frescas, y con eso la comida en general. Además nos ponemos festivos y bajan los precios del alcohol.
En el otro extremo están marzo, septiembre y octubre, meses típicamente de alta inflación. En estos tres meses suele subir el precio de frutas y verduras frescas, y la comida en general. Además, en marzo se ajusta el precio de la educación, y en septiembre y octubre sube el precio de algunos servicios, en especial transporte. La guinda de la torta en octubre es que sube también el precio del alcohol porque se acaban las promos del 18.
Lo de las promos del 18 lo inventé, por si acaso, pero la teoría suena bien posible, ¿o no? De hecho en diciembre, por ejemplo, el precio del alcohol baja, y luego vuelve a subir en enero. “¿O sea que las ofertas sí son reales?” En general, sí (por si tuviste la misma duda que yo). Al parecer en ese mercado hay bastante competencia.
Bueno, pero entonces ¿cómo podemos saber si la inflación está mejorando?
De varias maneras. Una es ver la tendencia de la inflación anual, sobre todo del índice que excluye ítems como frutas, verduras, bencinas o paquetes turísticos, que son muy volátiles y por tanto sus movimientos no son muy fiables. Y sí, la inflación del IPC sin volátiles ha bajado un poco, de 11% en noviembre a un poco menos de 10% en mayo.
Una forma que a mí me gusta es comparar los cambios en los precios con lo que típicamente varían en ese mes en particular. Es decir, ver si la inflación mensual es atípicamente alta o atípicamente baja. Si es atípicamente alta por varios meses probablemente sobrepasará la meta del Banco Central, que es de 3%.
Como puedes ver, la inflación de los ítems menos volátiles sigue atípicamente alta pero hay una mejora gradual en los meses recientes. Esperemos que esta mejora continúe.
Y recuerda: la próxima vez que escuches que la inflación mensual cayó en noviembre, no te emociones tanto, no es algo tan raro. Tampoco te preocupes si lees que la inflación subió “mucho” en octubre. Podría ser culpa de la estacionalidad.