¿Jugarías un juego donde si sale cara ganas $200 mil y si sale sello pierdes $100 mil?
Yo no. Aunque el retorno esperado de este juego son 50 mil pesos, prefiero no ganar nada a arriesgarme y perder 100 lucas.
De hecho, no jugaría ni dos, ni tres, ni cuatro veces. Quizás si me ofreces jugar 5 veces ya me empieza a interesar.
Y si me ofreces jugar 100 veces, no lo dudo ni un segundo. El retorno esperado de ese juego son 5 millones de pesos. Quizás no saque eso, pero es altamente improbable que pierda. De hecho, solo 1 de cada 2,289 personas perdería en ese juego, y perder “mucho” es aún más improbable.
Tengo mala suerte, pero no exageremos.
Esta es una pregunta que le hacemos a algunos de nuestros clientes (cerca de 81 mil) y, para mi sorpresa, menos de la mitad de las mujeres jugaría el juego.
«Las mujeres son más conservadoras» es una frase con la que viví por mucho tiempo.
Nuestros datos sugieren que efectivamente, del total de nuestras clientas, una mayor parte tiene perfil conservador comparado con los hombres.
¿Será que las mujeres tenemos una especie de “chip” conservador? ¿Que, de alguna forma, nuestra naturaleza, o preferencia innata, es evitar riesgos?
Esta es una de tantas preguntas donde no hay completo consenso. La evidencia en los datos no es tan concluyente.
Pero algo que los estudios (como este) sugieren es que, más que las preferencias (o el “chip”), hay otras características que explican por qué las mujeres tomamos menos riesgos en nuestras inversiones. Una de ellas, que por cierto nos duele mucho, es el desconocimiento financiero.
En un estudio que llevó a cabo CADEM en 2022, 40% de los hombres dice conocer mucho o bastante sobre temas financieros, y sólo el 26% de las mujeres. Alternativamente, el 26% de los hombres dice no tener nada de conocimiento financiero, en comparación con el 38% de las mujeres.
Nuestros datos apuntan en la misma dirección. A algunos de nuestros clientes les preguntamos cuánto creen que saben de inversiones, 46% de las mujeres dijeron que nada, vs 32% de los hombres.
Quizás algo de esta diferencia se explica porque las mujeres tendemos a subestimar nuestros conocimientos. Pero sospecho que no todo. Por ejemplo, cuando preguntamos puntualmente si saben qué es un ETF, el 56% de nuestras clientas dijeron que no, y solo un 41% de los hombres.
Aunque es pésimo que haya tanta diferencia de conocimiento financiero entre hombres y mujeres, me tranquiliza un poco pensar que lo que a simple vista parece un “chip-mujer” podría ser en realidad una diferencia en comportamiento explicada por disparidad de condiciones.
¿Y por qué esto me tranquiliza?
Sabemos que, cuando uno es paciente, vale la pena tomar más riesgos. Si la teoría de que las mujeres tenemos un “chip conservador” fuese cierta, entonces por un tema puramente de personalidad, nuestros retornos en el largo plazo serían menores que los de los hombres.
En este sentido, es “bueno” que no sea un tema de preferencias, porque el desconocimiento financiero es algo que, si nos esforzamos conjuntamente, podemos solucionar.
El vaso medio lleno
Para lograr solucionar un problema, uno tiene que conocer su raíz.
Sobra decir que nuestro mundo ideal es uno donde el género no determina nuestras decisiones y la probabilidad de alcanzar nuestras metas.
Por ejemplo, nos carga saber que en Chile, si comparamos mujeres y hombres con las mismas características observables, las mujeres ganan en promedio un 16% menos que los hombres (según este artículo basado en un estudio del CEP).
Pero nos encanta saber que el mundo hoy es mucho más parecido a nuestro mundo ideal de lo que era hace 10 o 20 años. Y también nos encanta pensar que, por medio del conocimiento financiero, podemos aportar nuestro granito de arena en reducir las brechas de género que tanto nos molestan.
En otras palabras: parece que no es un chip o algo innato, y por lo tanto es modificable. ¿Cómo? aprendiendo más, intentando explicar mejor los conceptos financieros, tratando de llevarlos a ejemplos que le hagan sentido a las mujeres y recordando que vamos por buen camino, pero que queda mucho todavía.