El mercado financiero es una paradoja.
Este fin de semana estuvo inundado de noticias de que Estados Unidos se involucró directamente en la guerra de Medio Oriente al bombardear el territorio de Irán. Me tocó vivir de cerca los noticieros hablando de las precauciones que hay que tomar por el nuevo enemigo directo de Estados Unidos. Todo parecía muy negro.
Llegó el lunes y los mercados abrieron en terreno positivo. “Aún falta la reacción de Irán”, se escuchaba en la radio. Como a mediodía se supo que Irán atacó bases de Estados Unidos en Catar y mi whatsapp se llenó de “¿me conviene sacar mi plata?”. Pero resulta que el mercado volvió a subir. Y no solo subió por unas horas, las ganancias se extendieron hasta el día siguiente.
Lo que pasó es que se evitaron dos riesgos que tenían al mercado más asustado porque causarían importantes disrupciones al suministro global de petróleo: que Irán apuntara contra infraestructura petrolera en el Golfo y que cerrara el Estrecho de Ormuz.
En ese momento escribimos que la respuesta calculada por parte de Irán permitía un cese al fuego negociado. Por suerte, eso fue lo que sucedió al día siguiente.
Y es que los activos financieros se rigen por sus propias reglas, diferentes a las del mundo de la prensa.
Hay veces que las noticias buenas van a causar un impacto negativo en el mercado. Nvidia es el ejemplo perfecto. Para el último trimestre del año pasado la empresa reportó un crecimiento de ingresos de 78% anual y ganancias de 130%. El resultado fue por sobre lo esperado. Al día siguiente del reporte, la acción cayó casi 9%. NVIDIA se convirtió en víctima de su propio éxito.
Otras veces, como el lunes, las noticias malas van a causar un impacto positivo en los mercados.
En cada momento del tiempo, los precios de los activos reflejan la información disponible para cada participante del mercado. Y como los mercados siempre buscan adelantarse, esa información incluso pueden ser rumores.
Por eso entre los traders existe el dicho “Buy the rumor, sell the news”, una estrategia en que estos profesionales compran acciones basándose en rumores o expectativas, y las venden cuando el rumor se hace oficial. Estrategia que, al final, no es más que cualquier apuesta común y corriente.
Mi respuesta a la pregunta “¿me conviene sacar mi plata?” es siempre “no”. Independientemente de la situación en la que me lo pregunten. ¿Por qué? Primero, porque ni yo, ni nadie, puede saber si el activo va a subir o va a bajar. Sea buena o sea mala la noticia, es imposible saber exactamente qué es lo que estaba esperando el mercado. Las encuestas son un intento aproximado de saber qué espera el mercado, pero no reflejan perfectamente las expectativas reales porque 1) no todos los participantes del mercado las responden, 2) los pocos que las responden pueden tener incentivos para no decir sus expectativas reales, 3) las encuestas son estáticas, mientras que las expectativas reales de los agentes de mercado son contínuas y van cambiando todo el tiempo.
De hecho, si lo estás viendo en la prensa es bastante seguro que los traders profesionales ya lo vieron y ya reaccionaron. Mal que mal, están viendo las pantallas de Bloomberg todo el día. Lo que muestran estos terminales en tiempo real es la especulación de miles de operadores: ahí se puede ver en vivo cómo está respondiendo el mercado
Y segundo, porque lo que sí sé es que conviene mantener nuestras inversiones el mayor tiempo posible. Esta es la única estrategia realmente probada para tener buenos retornos. El efecto del interés compuesto, es decir, la ganancia que se genera al dejar que el interés acumulado trabaje con el tiempo, es lo más parecido a ganancias milagrosas que existe en las inversiones. Es bueno siempre recordar que los mercados no reaccionan a noticias absolutas, sino a noticias relativas a expectativas. Entender esta diferencia es clave para no dejarse llevar por titulares sensacionalistas.
Algo similar pasó en los días en que Trump amenazó con aranceles a medio mundo: aquí José Manuel Peña nos contaba cómo diferenciar entre datos y noticias.