No leí ni la mitad de los libros que quería leer este año, pero leí buenos libros, creo.
Estos son seis que destaco.
Dorayaki, de Durian Sukegawa
Novela cortita que se queda dentro. La compré porque encontré linda la portada (así de básico soy a veces para comprar libros) y porque me encantan los dorayakis (hay o había una tiendita que los vendía en calle Merced). No sabía de qué se trataba y ahora creo que lo mejor es no contar nada para ver si sorprende.
El salto de fe que di confiando otra vez en literatura nipona minimalista fue recompensado.
The Catalyst, de Thomas R. Cech
Aviso de exageración: uno de los mejores 20 libros que he leído en mi vida.
La física estuvo de moda la primera mitad del siglo pasado; El ADN la segunda mitad. Casi nadie pescó al ARN. Y resulta que en el ARN se escondían varios secretos. Entre ellos la cura al COVID que nos asoló el 2020.
Y el origen de la vida.
Cech domina tanto el tema, que lo explica todo en simple. Tiene algunas pocas partes densas (con hartos detalles sabrosos) que a veces me saltaba para volver a leerlo fresco otro día.
Me pedí dos días de vacaciones solo para terminar este libro y el de a continuación.
The Singularity is nearer, de Ray Kurzweil
Una de las curiosidades de una de mis librerías favoritas, que se llama Kepler’s Books, en Menlo Park, es que al estar ahí en Silicon Valley, autores que trabajan por ahí, les dejan copias firmadas. Tener el libro autografiado fue el empujón final para comprarlo.
Ray escribió la versión anterior en 2005, que no leí. Y supuestamente le acertó a varias cosas.
Entre tantas posibilidades que nos traerá al mundo la IA quise leer, de un futurista respetado por hartas personas, qué cosas podrían pasar.
En goodreads tiene solo 3,9 estrellas, pero así y todo lo encontré un empujón bueno para obligarnos a soñar y pensar en lo que podría venir.
Además, está cool su descripción de cargo en Google: Visionario.
The Wager, de David Grann
Conocí a una periodista que me cayó rebien y le pedí que me recomendara libros. No los anoté y sólo me acordé de éste, que cuando lo vi lo compré.
Es la historia real de un naufragio en 1741 en las costas del sur de Chile.
Está escrito en base a los diarios de vida de los navegantes, entre ellos el abuelo del poeta Lord Byron.
Probablemente lo terminen haciendo película.
Un caballero en Moscú, de Amor Towles
Hay veces en que leo lo que un librero me dice que lea. Antes me había recomendado cosas bien distintas a esto, por eso me sorprendió. Y me gustó.
500 páginas de simple entretención. Lo terminé y quise ver la serie. Error. Ahora, como con El Señor de Los Anillos, me cuesta separar lo que leí de lo que vi (por eso empecé a leer de nuevo La Comunidad del Anillo hace unos días).
Homer and his Illiad, de Robin Lane Fox
Me dieron hasta ganas de estudiar griego antiguo con este libro (pero ya se me pasaron).
Robin Lane Fox es el historiador más simpático que ubico (conozco pocos en verdad) que cerca de cumplir los 80, se arroja con gracia y decisión a plantear las hipótesis que solo alguien que estudió duro toda su vida podría, y a quien además, son pocos los años que le quedan para dejar su abolladura final en la interpretación de la Historia.
Librazo para doctos e ignorantes como yo, que ni siquiera sabía que Homero, el autor de la Iliada, a lo mejor no existió.
Los tres que tengo esperando
El primero hace rato me lo recomendó entusiasmado un compañero de trabajo (Dilan). El segundo me escribió por instagram el librero amigo (@metalespesados) diciéndome que era “demasiado pero demasiado bueno” y el tercero lo compré después de ver el documentalazo Turn Every Page: The Adventures of Robert Caro and Robert Gottlieb y me está esperando hace dos meses en el velador.
“No le quiero trabajar
a un cobarde ganador
que en su vida se leyó
algún libro porque sí
por el placer de descubrir”,
Letra de la canción Estudiar y trabajar, de Ases Falsos.