A veces un error puede ser la base de un estilo. Como el de Franklin Booth, un ilustrador norteamericano nacido en 1874 en una granja en Indiana. Desde pequeño estuvo determinado a convertirse en artista, así que tomó lo que había a mano y se puso a copiar las imágenes de las revistas más populares de la época. Lo que Booth no sabía, es que esas ilustraciones no estaban hechas con tinta y lápiz, sino que era grabados en madera.
El resultado fue el estilo característico de Booth: dibujos detallistas formados por miles de líneas.




Y es que cuando te lo explican, te hace todo el sentido del mundo. Algo así como un puntillismo invertido, basado en la línea y no en el punto. Personalmente, lo primero que me llamó la atención de Booth fueron sus nubes.
Cuando llegas al medioeste americano –especialmente viniendo de Chile– lo primero que te llama la atención es la falta de algo en el horizonte: la vista no se encuentra con nada más que con la inmensidad. Es lógico, no hay ni montañas, ni cordilleras ni mares que "corten" el paisaje. Es todo una vista continua que no termina nunca. Y el segundo efecto es que esa inmensidad sin cortes geográficos produce unas nubes que, con solo mirarlas, sabes que vienen cargadísimas de lluvia. Como algodones volando a ras de suelo.



Diría que Booth es mi dibujante de nubes favorito, aunque la competencia no es sencilla de dirimir. Tal vez en un futuro tenga el tiempo de hacer un top 5 de pintores de nubes.
Todo esto pasó cuando me crucé con una ilustración de Booth en un museo. Gracias a internet, pude ver luego que además de nubes en blanco y negro, Booth había pasado a la acuarela y otras técnicas. Y una característica suya sería la escala, en el sentido de intentar mostrar lo grande que es una cosa frente a otra más pequeña.






Otro dato curioso de Franklin Booth que conocí hace poco, fue que durante los años en que era considerado el mejor ilustrador de lápiz y tinta en Estados Unidos, formó parte de una moda que no puedo dejar de aplaudir. Booth fue uno de los primeros diseñadores de ex-libris, algo así como los timbres que se usan para marcar los libros. Una manera elegante de decirle al clásico ladrón de libros "hey, flaco, este libro pertenece a Patricio Sullivan" (algo que, por cierto, nunca ha detenido a los ladrones de libros). Booth diseñaba por encargo estos timbres, y hubiese sido increíble tener un ex-libris de nubes diseñado por él