Catalina Saavedra como nana mexicana, el influencer Jordan Firstman exagerando sus más insoportables atributos y el director Sebastián Silva interpretándose a sí mismo son las principales razones para interesarnos por Rotting in the sun, una comedia negra situada en México que critica la cultura de la superficialidad virtual y el drogadicto mundillo del arte queer. Sumémosle un cadáver, un perro que come caca y una playa de cruising gay y ya se pueden hacer una imagen de la película que Mubi acaba de estrenar.
Sebastián Silva siempre ha sido de los realizadores jóvenes más excéntricos y auténticos que tenemos. Desde su curioso debut La vida me mata, pasando por los dramas La nana y Gatos viejos hasta su incursión en el suspenso gringo-chileno con Crystal Fairy y Magic Magic, siempre ha parecido hacer lo que quiere, tanto en temática, escala y calidad. Esa misma pulsión lo lleva a hacer ahora una película que no está dejando indiferente a la gente: Rotting in the sun es, nuevamente, Sebastián Silva haciendo lo que quiere.
En esta comedia, que escribió junto a Pedro Peirano, Silva es un director de cine deprimido, un bohemio fresa que vive en México, trata mal a su empleada doméstica, pinta de vez en cuando y googlea seguido maneras de suicidarse. Para sacarlo de su estado, le insisten irse un fin de semana a una playa nudista gay y despejándose ahí es que se encuentra con Jordan Firstman.
Jordan Firstman es un influencer que se hizo conocido en la pandemia subiendo historias donde hacía imitaciones, le pedía a sus seguidores que le contaran secretos sórdidos y, básicamente, se dedicaba a entretener a las masas de manera muy autorreferente. Producto de la cultura de cualquiera puede ser famoso, Firstman –que trabajaba como guionista– se hizo muy popular muy rápido y aprovechó la oportunidad para catapultar aún más su imagen. En Rotting in the sun actúa de una versión de sí mismo, mofándose de su egolatría y desconexión con el mundo real, haciendo de un gringo ensimismado y hambriento de fama que se cuelga al depre Sebastián Silva para hacer una serie sobre sí mismo.
Silva no lo soporta, pero Firstman es tan insistente que termina por aceptar. Deciden empezar un proyecto juntos y ahí es cuando la película da unos giros que la llevan hacia otros territorios, más oscuros, más delirantes, más tensos, y nos recuerdan que Silva no es un simple director caprichoso. La película a primera vista podría parecer un ejercicio de autoficción que se mira el ombligo, pero la salvan de eso varios factores.
Primero, el nivel de crítica y autoconciencia hacia sí misma, hacia la cultura gay y los artistas burgueses. Sebastían Silva pertenece a este mundo y, en vez de ocultarlo o disculparse por ello, se burla, lo representa y encarna, y finalmente se lo apropia de la mejor forma posible. Segundo, porque la película, dentro de su simplicidad indie, está bien hecha y maneja el humor casual, la tensión y el suspenso. Sus personajes no son idiotas, sino ridículos, pero se sienten verdaderos, así como las situaciones disparatadas en las que se meten. La película es absurda pero no deja de sentirse real y de ser graciosa. Y, como último gran factor, Catalina Saavedra, que ya sabemos que es infalible, pero que aquí lo demuestra nuevamente.
Su protagónico en La nana la hizo conocida a nivel mundial, pero aquí Silva parece querer insistirle a los gringos que la consideren. Saavedra termina robándose la película en un rol que se vuelve protagónico, acento mexicano y mirada lastimera incluidos. Su Vero se siente como un personaje nuevo para ella y ayuda a la película a salir del insufrible mundo que representan Firstman y Silva y llevarlo hacia su propio delirio.
Así que vengan a Rotting in the sun por la locura, por la comedia, por el exceso de penes, por el doomscrolling de Instagram en el que los protagonistas caen como adictos, o por lo que sea. Pero quédense por el viaje que ofrecen Sebastián Silva y Jordan Firstman, actuando mucho mejor de lo que uno esperaría, y especialmente Saavedra, que desde el ridículo le da peso a una de las mejores comedias del año. Inesperada es la última gracia de Silva, que sigue acumulando películas singulares en una filmografía ecléctica, pero que se sale con la suya a punta, simplemente, de talento y buen sentido del humor.