La primera temporada de The Bear tuvo un boca a boca paulatino que le fue dando visibilidad. La gente se pasaba el dato de una serie nueva y disfrutaba descubriendo algo diferente, caótico y tierno. Con la segunda, se consolidó como una de las mejores series del momento, arrasó con los premios y se volvió un logro inesperado.
Ahora llega la tercera. Pero una serie de decisiones narrativas arriesgadas, una trama obsesionada más con el pasado que con avanzar, un protagonista más desagradable que nunca, actores invitados irregulares y menos cosas en juego hacen que haya sido recibida de forma distinta a las anteriores.
¿Una víctima de su propio éxito?
¿Cómo llegamos a la tercera temporada?
The Bear jugaba a parecer algo por fuera y ser otra cosa por dentro. En el principio, la trama era sencilla pero lo suficientemente fuerte para darles espacio para crecer y darse a conocer. Carmy (Jeremy Allen White) era un chef que trabajaba en el nivel más alto que, tras la muerte de su hermano, debe volver a hacerse cargo del restaurant familiar que se cae a pedazos.
Una premisa típica para empezar una serie, pero que con un tratamiento audiovisual ágil y claustrofóbico lograba meternos de lleno en la locura de una cocina. Todo era frenético y asfixiante. Y, mejor aún, en sus momentos tranquilos permitía que la trama parara y nos enfocáramos en lo que pasaba dentro de los dañados personajes que poco a poco se convertían en familia.
El consenso era que The Bear era la serie más estresante de la televisión, pero también la más humana. Y la gente no podía dejar de verla y comentarla.
Un montón de premios televisados la posicionaron en todos los medios y aumentaron el perfil tanto de Allen White como el de Ayo Edebiri, la revelación de la serie. Y The Bear lanzó una segunda temporada vibrante y poderosa, con grandes actuaciones y capítulos inolvidables, algunos enfocándose en personajes específicos, como Honeydew, en el que Marcus se entrena en Copenhague, Forks, en el que Richie finalmente madura o Fishes, la cena navideña infernal que nos contextualiza de dónde vienen los traumas de los personajes.
Un éxito en todo sentido y, con un final en alto que prometía conflicto, todos esperaban una tercera temporada que al menos mantuviera el nivel de las anteriores, que sólo ascendía. Pero parece haberse desinflado.
Una temporada desafiante
Empezamos y la propuesta ya es distinta. El primer capítulo de la tercera temporada, Tomorrow, está compuesto de planos breves que forman una secuencia musicalizada de media hora, una sucesión de algunas imágenes que ya hemos visto mezcladas con otras nuevas. Es The Bear en modo obsesivo y reflexivo, actitudes propias de la serie, pero ahora llevadas a lo formal. Pareciera una rumiación de Carmy en estado post-crisis, inseguro sobre cómo enfrentar el futuro porque todavía está dándole vueltas al pasado.
Y la serie parece fijada en lo mismo. The Bear siempre ha estado obsesionada con el tiempo, pero aquí lo pone en práctica tanto en la estructura de su temporada como de sus capítulos.
Tenemos el capítulo flashback, que esta vez le da escenario a Tina, que no había sido destacada hasta el momento. En Napkins, capítulo dirigido por Edebiri y el mejor recibido hasta el momento, vemos a la mujer perder su trabajo y la lucha por encontrar uno nuevo.
Pero los flashbacks no están limitados solo a capítulos enteros. A veces se cuelan en un capítulo con narrativa normal, una escena entre dos personas que entendemos que no sucedió en esta línea de tiempo pero se integra entre otras que sí.
Escenas largas que suceden en tiempo real (aunque sin llevarlo al extremo de su capítulo plano secuencia de la primera temporada) son frecuentes, con varias que son simples conversaciones entre dos personajes, durando más de diez minutos y, en el caso del segundo capítulo, casi su metraje entero. Muchos personajes tienen monólogos, desde los más predominantes hasta invitados que tienen solo esa línea, interpretando adictos en recuperación o chefs que filosofan sobre lo que significa la cocina.
Estas decisiones no son negativas, pero pueden ser arriesgadas para un público que quería mantener el ritmo impuesto por las vertiginosas temporadas anteriores. The Bear temporada 3 va y viene, reflexiona, duda y se detiene, avanzando poco y, seguramente, frustrando a muchos en el camino.
Un protagonista desagradable, tramas inconclusas, invitados que desafinan
Si lo anterior se sentía como un riesgo que puede funcionar para algunos, hay otros apartados de la temporada 3 que fracasan en su cometido con mayor claridad.
Carmy, que terminó la temporada pasada peleando con su primo y su novia, se mantiene en actitud de genio incomprendido, ensimismado en su sufrimiento pero sin darnos un acceso mayor que nos permita empatizar. El resultado es un protagonista desagradable rodeado por un elenco de personajes que han ido madurando, creciendo y sensibilizándose entre ellos. Hemos visto a todos crecer y acercarse mientras Carmy parece retroceder.
Dos de sus tramas, la fricción latente con Sidney y el disculparse con Claire, se alargan toda la temporada, prometiendo estallar en algún momento pero sin resolverse ni concluirse. Eso agrega a la frustración de sentir que la temporada 3 pareciera ser de paso, un relleno que nos mantiene expectantes a la 4 que ya está confirmada.
El sentido del humor está presente, pero está espaciado y generalmente relegado a personajes secundarios. Cuando se cuela en tramas principales se siente forzado o sobrescrito, como si la serie recordara de vez en cuando que tiene que clasificarse como una comedia si es que quiere seguir ganando tantos premios.
Y finalmente, los actores invitados esta vez funcionan menos que en el pasado. La temporada 2 exageró al poner nombres grandes y rostros conocidos en papeles chicos, pero funcionaron la mayoría de las veces e incluso nos dieron momentos cruciales, como la sabiduría de Olivia Colman o la enajenación de Jamie Lee Curtis.
Esta vez funciona un poco menos. Las dos regresan y son las que mejor paradas salen, pero en ambos casos no aportan nada nuevo o mejor a sus personajes. Josh Hartnett tiene solo una escena en la que es perfectamente agradable pero nos deja la pregunta de si era necesario que fuese Josh Hartnett. Joel McHale lo hace bien en un personaje que está quizás demasiado diseñado para su tipo de sarcasmo. Y John Cena es una presencia derechamente molesta e innecesaria, de esas que parecen solo haberse concretado porque el actor era fan de la serie.
Lo que sí es más interesante es la serie de chefs reales que tienen cameos, personalidades que seguidores de la gastronomía podrían reconocer y que aquí interpretan versiones de sí mismos que pasaron por la vida de los personajes.
¿La peor temporada de The Bear?
El resultado final es irregular, pero, como suele ser el caso, la peor temporada de algo bueno sigue siendo algo bueno. The Bear mantiene su humanidad aunque se le noten las costuras. Sus personajes son entrañables aunque no pase mucho con ellos. A veces simplemente verlos interactuar ya es suficiente.
¿Es tan emocionante como lo que descubrimos los años anteriores? Definitivamente no. Pero la serie no pareciera querer ser una réplica de sus temporadas pasadas, está mutando y avanzando –a su ritmo– para convertirse en otra cosa. No todos los pasos hacia la maduración son perfectos y la serie lo sabe e incluso nos lo cuenta a través de personajes que imparten su filosofía en la cocina y en la vida.
Thomas Keller, un chef reconocido que es invitado en el final de la temporada, dice que “en la vida todo se trata de cultivar”. Decidamos ver la tercera temporada de The Bear como un período de cultivo, una fase tranquila después de la que, si tenemos paciencia y todo sale bien, podremos cosechar algo fructífero.
Nota de riesgo: arriesgada.