Vidas Pasadas, la peli indie de Celine Song que salió de la nada hace un par de años y se convirtió en la favorita de muchos, es una buena película. Amores Materialistas, la segunda cinta que trae al cine, es tan mala que te hace replantearte lo buena que es Vidas Pasadas.
Pero se puede advertir lo que pasó. Una directora nueva la rompe, la nominan al Oscar, Hollywood se interesa, le da un cheque y le dice que haga lo que quiera, rápido, que ahora hay plata y puede llamar actores conocidos.
Celine Song entonces se pone a trabajar en algo que de partida suena interesante: una comedia romántica. Ese género al parecer extinto después de su reiteración en los 90 y 2000, su incapacidad de escapar de la mediocridad y que los cambios socioculturales expusieran su misoginia intrínseca. Pero de la mano de alguien con la sensibilidad que ha demostrado Song, estábamos poniendo atención.
Seguramente iba a deconstruir la romcom tradicional y reflexionar sobre la forma en que nos relacionamos en estos tiempos, ¿cierto? ¿Cierto?

Todos los elementos de una película romántica tradicional, con la promesa de un giro
Decide centrarse en Lucy, una chica con nombre de prota de comedia romántica, que es casamentera, un trabajo de fantasía perfecto para este tipo de historia. Sucede en Nueva York, por supuesto, y desde el principio nos plantea en sus temas una obsesión por la plata y el estatus.
Lucy es interpretada por la actriz de susurros Dakota Johnson, quien siempre es agradable pero nunca parece estar 100% presente. Es una de las estrellas hollywoodenses actuales que deja más perplejo, alguien que se mantiene relevante y trabajando con directores interesantes a pesar de su falta de talento o interés por actuar mejor.
Aquí no tiene química ni con Pedro Pascal (el rico) ni con Chris Evans (el pobre), sus dos intereses románticos. Y sí, Celine Song vuelve a hablar de un triángulo amoroso entre treintañeros en la gran manzana, en la tesitura que una mujer enfrenta cuando tiene enfrente a un sólido prospecto pero se empieza a preguntar por aquel que dejó atrás.

Solo que esta vez Amores Materialistas plantea diseccionar el cruce entre las relaciones contemporáneas y el poder adquisitivo. Como casamentera, Lucy se encarga de buscarle a sus clientes parejas que cumplan con sus cada vez más exigentes demandas: cierta edad, altura, religión, color de piel y salario. En el mundo de Lucy la gente tiene un valor, pero es matemático y es el resultado de factores medibles que te posicionan en cierta escala.
Por eso, cuando conoce al personaje de Pascal, un millonario atractivo con buena personalidad y la altura correcta, entiende que ella está fuera de su liga. Lucy tiene deudas, gana un salario que la posiciona dentro de la clase media y viene de una familia sin dinero, así que entiende su posición en la histórica pirámide de clase. Y por el otro lado reaparece su ex de años en la forma de Capitán América, y Chris Evans –quien curiosamente es quien mejor parado sale en cuanto a actuación y empatía– hace de aspirante a actor que aún no lo ha logrado. Todavía tiene rumis –como si esa no fuese la norma en una de las ciudades más caras del mundo– y tiene problemas económicos. Pero su interés en Lucy parece genuino.
Da gusto que una película así se atreva a tocar el tema de la clase, que tantas precursoras simplemente pasan por alto mientras instalan a sus personajes en sets ostentosos como si la norma fuese ser rico. Y a pesar de que parecen estar los elementos para una buena historia, Amores Materialistas quiere estar por encima de la comedia romántica pero sin hacer el esfuerzo para lograrlo. Se pasa de lista, alertándonos que tiene clarísimo lo superficial de los clichés que evita, pero al mismo tiempo falla en proponer algo mejor.
Sus personajes se presentan dentro de esos mismos parámetros que Lucy controla y que la película termina revelando como insuficientes. Lo siento, chilenos, en algún momento había expectativa por este proyecto de nuestro embajador Pedro Pascal, pero su personaje no tiene personalidad alguna y nunca se posiciona como una opción real para la protagonista.

El personaje de Chris Evans es el que plantea lo más subversivo. En un flashback explicativo, los personajes explicitan de forma muy literal sus problemas: Lucy no soporta no tener estabilidad económica y quiere más. Esto podría ensuciar a la heroína, mostrándola como aspiracional y superficial. Y la verdad es que así es. A pesar de algunos momentos que sugieren por qué ella necesitaría esta seguridad económica en su vida, el personaje no tiene la profundidad para que la entendamos más y empaticemos, por lo que no se entiende la devoción que Chris Evans siente por ella.
Me encanta este video de Celine Song enojándose con la gente llamando a Materialists “propaganda de hombres en quiebra”, explicando que va en contra de sus ideales feministas: pic.twitter.com/AKcqZ6Xy5j
— Miguel Araiza (@miguelaraizac) August 10, 2025
Celine Song dice que la película es sobre las formas en que el capitalismo intenta colonizar el amor, pero la verdad es que aquí no se está cuestionando ni problematizando o ni siquiera presentando el sistema económico como un eje clave en el problema. Son los individuos los responsables de su propia economía, pero con un poco de suerte todo se puede solucionar con amor.
Atención, Spoilers
Y, en la forma de las comedias románticas de antaño, perpetúa la idea de que el amor es suficiente. El amor es fácil, es una línea que se pronuncia en la película como argumento de elegirlo por encima de la seguridad material.
Pero si Amores Materialistas se presenta como una actualización de esas fábulas (y no un mero homenaje), ¿no habría rematado mejor sus propias intenciones si Lucy se hubiese quedado con el personaje de Pedro Pascal?
La situación económica del artista pobre nunca deja de ser un problema para la protagonista, solo decide mirar hacia otro lado por estar enamorada. Y, aunque nos encantaría pensar que el amor funciona así, no es la tesis que la película planeaba explorar. Es más, caer en este tipo de final cliché y fantasioso parecía ser lo que Amores Materialistas estaba dispuesta a interrogar.
Fin spoilers
Es, finalmente, una película tonta que cree que es inteligente. Y no solo por su final contradictorio y banal, sino por lo vacío en las motivaciones de los personajes. Esto es hate-watching precisamente porque podría haber sido mejor, pero sentimos lo escritas que están las líneas, lo astuta que la peli quiere ser, lo aburrida que resulta su trama, y la falta de carisma de su protagonista.
Parece un primer borrador entregado muy rápido para que Hollywood capitalice el éxito de una voz potente que aún queremos escuchar. Y nos deja preguntándonos si no hubiera sido mejor hacer una simple comedia romántica, ligera, clásica y tonta. Como nos gustan.
Nota de riesgo: muy conservadora
