Este domingo empezó la cuarta temporada de Succesion, la serie más galardonada y aclamada del último tiempo. Y, aunque pueda sonar a poco, el drama optó por no estirarse eternamente y terminar mientras aún está en la cima.
La tragedia familiar que sigue a los Roy, la familia multimillonaria dueña de un imperio mediático, busca acabar en grande, consolidándose en el puesto que ya muchos críticos le han otorgado en la lista de las mejores series de la historia.
El principio del fin
Esta cuarta entrega empieza unos meses después de un final de temporada explosivo, que incluyó confesiones de asesinato, el anuncio de la venta de la empresa familiar, la confabulación de los hijos contra Logan y la traición más grande de la serie hasta la fecha. Kendall, Shiv y Roman, contra todo pronóstico, parecen mantener su alianza. Se están llevando bien y planean el lanzamiento de una nueva empresa, están en California buscando financiamiento y parecen haberse alejado de la constante guerra con su padre, a quien no le dirigen la palabra ni siquiera en el día de su cumpleaños.
Peeero, su atención vira rápidamente cuando se les cruza otra opción: comprar un conglomerado ya establecido (el de las Pierce, la familia liberal de la segunda temporada), que los posicionaría mejor más rápidamente y, más importante aún, les da la oportunidad de molestar a su padre. Porque Logan, que está a días de vender su imperio, necesita resguardarse financieramente, y así, durante su triste fiesta de cumpleaños, se dedica a su actividad favorita: una guerra de ofertas contra sus hijos para quedarse con la nueva adquisición.
Con esta pelea a distancia empieza lo que quizás sea el primer muñequeo de varios que padre e hijos se darán a lo largo de la temporada. Seguramente entremedio habrá cambios de bando, traiciones, peleas y mentiras, mientras se prepara el escenario para la última guerra que probablemente no dejará bien parado a ningún miembro de la familia.
Todos esperamos que Succession termine en grande
Si Succession se sintió un poco repetitiva el último tiempo –¿cuántas veces vimos cambios de alianzas donde unos buscaban derrocar a otros?– la promesa esta vez es que las cosas serán definitivas. Succession ya no tiene que tener cuidado de que sus acciones sean reversibles para poder seguir contando su historia, ahora en su recta final tiene la oportunidad de destruirlo todo.
Los Roy se han odiado y traicionado mil veces, de eso básicamente se trata la serie. Pero lo que entendemos a medida que mantienen este juego tóxico es que esta es la única manera en la que saben relacionarse y, de lo que de verdad trata la serie, es de eso: de una familia en la que nadie sabe entregarse o pedir afecto y tiene que recurrir a la violencia para llamar la atención del resto. Esta guerra por adquirir Pierce puede perfectamente ser la forma en que los niños le decían feliz cumpleaños a su papá.
Y entre la tragedia shakesperiana, Succession ha sabido mantener e incluso aumentar la cuota de humor. La sátira sobre los ricos sin escrúpulos volvió con más de lo mismo, en un buen sentido. Nos trajo algunas de las mejores líneas de la TV actual, grandes insultos, personajes que no tienen miedo de humillar y ridiculizar y sí, también mucho homoerotismo entre Tom y Greg. Saben lo que quiere la gente.
Succession tiene el potencial de acabar en grande y sus creadores entienden el nivel de responsabilidad que manejan, con un público exigente que los está observando y que quieren, al igual que ellos, que nos sorprendan y que hagan historia. Con la decisión de terminar en su cuarta temporada, probablemente tirarán toda la carne a la parrilla para merecerse el título de la mejor serie del año, sin querer que se lo regalen.
Este primer capítulo no fue el más movido de todos, a pesar de que sí logra crear tensión e incluso apretar la guata solo mediante conversaciones, celulares y cifras. Pero su intención no era esa. Era más bien la de sentar las bases, desplegar el tablero de ajedrez para la última contienda y engancharnos para querer ver cómo es que todo va a explotar. Dudamos que terminen todos abrazados y felices.