Baby Reindeer arremetió con todo, saliendo aparentemente de la nada y posicionándose en todas las listas de lo más visto gracias al poder del boca a boca y el interés de audiencias que habían descubierto algo diferente. La gente simplemente se pasó el dato: la última miniserie de Netflix es algo que no habíamos visto antes.
No solo aborda el acoso y abuso sexual masculino, temas delicados de los que no hemos escuchado lo suficiente, sino que lo hace de manera perturbadora, cómica y, por sobre todo, muy honesta.
Emocionarse con una historia de abuso suena contradictorio, pero ese es el poder que tiene la buena narrativa. Ya lo había comprobado Michaela Coel hace pocos años con la obra referente en cuanto a autoficciones sobre abuso I may destroy you, en la que la actriz y guionista exponía su trauma y en el proceso desnudaba su alma. Algo parecido es lo que hace el también británico Richard Gadd con su Bebé Reno, dramatizando su supervivencia en manos de una acosadora y un abusador sexual que, después de años de sufrimiento, decidió usar su dolor para crear.
Las claves narrativas que hacen a Baby Reindeer compleja y necesaria
El mismo Gadd interpreta a su alterego. Donny es un joven que llega a Londres con la ambición de convertirse en comediante pero que, además de uno que otro show, pasa la mayor parte del tiempo trabajando en un bar. Ahí es donde conoce a Martha, una mujer que llega, se fija en Donny y no para de visitarlo, día tras día, hablándole sin parar y contándole historias de un trabajo prestigioso que es claramente falso.
La aparente benevolencia de Donny hace que sea incapaz de ponerle freno a una mujer que le manda mails todos los días, que se inventa que tienen una relación y que llega a esperarlo fuera de su casa. Incluso llega a acosarlo sexualmente y la serie abre el tema de cómo funciona esta dinámica cuando los roles tradicionales en las narrativas de abuso son invertidos. Los personas que rodean a Donny se ríen de lo que le pasa, nadie ve a Martha como una amenaza real e incluso lo culpan de disfrutar la atención que ella le brinda.
Y aquí vienen las vueltas que complejizan aún más la historia y que son lo que la ha elevado a un nivel más alto dentro de toda la oferta televisiva actual.
En primer lugar, Martha, con todos sus desequilibrios y falta de límites, no es presentada simplemente como un monstruo. Es una agresora que no tiene empatía con su víctima y que lo fuerza a asumir versiones de la realidad que son producto de su imaginación. Sí. Pero también es una mujer con una enfermedad mental. Sea cual sea la historia que se ha inventado en su cabeza, es algo que le sirve para protegerse de una soledad profunda y peligrosa, que necesita negar incluso si eso significa lastimar a otros.
Por otro lado, vemos que Donny efectivamente no detiene el acoso cuando podría haberlo hecho y es en esta decisión que vemos por qué esta historia es relevante. Hay gente que podría haber denunciado y salido de esta situación antes de que empezara, pero lamentablemente el abuso no funciona así. Donny era la víctima perfecta porque su autoestima era tan frágil que aceptó el afecto que creía merecer, punto desde el cual solo se hundió más en su autocomplacencia. Como el mismo personaje explica, lo que más amaba en el mundo era odiarse a sí mismo.
Y, la tercera clave y la fundamental, es la pieza que completa este rompecabezas. En un principio, un hombre joven, blanco, atractivo, con novia y red de apoyo no debiese ser el tipo de persona que cae en una situación como esta. Pero Baby Reindeer cuenta, en sus pasajes más escabrosos, que la herida que lo llevó a ponerse en peligro una y otra vez viene de abusos sistemáticos perpetrados por un hombre con más estatus que él. Con la promesa de hacerlo famoso –perfecta carnada para un hombre que ya tiene un ego frágil– un guionista bien posicionado drogó y violó repetidas veces a Donny (y por ende entendemos que a Gadd), haciéndolo sentir que no merecía algo distinto y que la situación era su culpa.
Son estas decisiones narrativas las que profundizan una historia que podría haber sido solo chocante, pero que termina siendo psicológicamente compleja y hasta educativa.
La serie también entrega propuestas sobre el proceso de salir adelante, sin evitar el mensaje de que el abuso es un ciclo que puede nunca terminar. Si I may destroy you nos decía que buscar justicia era un sufrimiento adicional que podía impedirnos sanar, Baby Reindeer se atreve a sentenciar que esa sanación puede que ni siquiera sea posible.
Lo que inspiró Baby Reindeer. Y las repercusiones que está generando ahora
Cuando Richard Gadd presentó el 2016 la obra que finalmente se convertiría en Baby Reindeer, era otro el contexto cultural: Fue antes del #MeToo, el abuso sexual masculino en particular no era parte de la conciencia pública. El actor y dramaturgo vivió años con ansiedad después de los encuentros con el hombre poderoso que lo llevó a escribir Monkey See, Monkey Do.
En el monólogo, revivía noche tras noche las experiencias que lo traumatizaron y que lo llevarían a caer en el acoso de una mujer veinte años mayor. Fueron años de ser perseguido por su acosadora, a quien Gadd ha decidido mantener en el anonimato. 41.000 mails, 350 horas de mensajes de voz, 744 tuits y 160 páginas de cartas después, pudo librarse de la persecución. Gadd afirma haber estado convencido de que merecía este trato, disminuyendo sus efectos y protegiendo a su acosadora. La gente a su alrededor le bajaba el perfil. Cuando entendió que debía denunciarla, el proceso de recurrir a la policía también fue horrible.
Fue solo a través del arte que encontró una forma de terapia. Ordenar los hechos cronológicamente le dio causalidad a su relato, pudo entender sus propias acciones y escribir lo ocurrido para lograr procesar la experiencia.
Presentar su one-man show noche tras noche es algo que Gadd describe como terapéutico, a pesar de haber tenido que revivir y exponer en público, frente a extraños, los pormenores de la situación que más lo vulnerabilizó en su vida.
En la obra, al igual que en la serie, protegió las identidades de los involucrados, no solo por razones legales. Afirmó que separar a la Martha de la ficción de la acosadora real fue una forma de protegerla del escrutinio. Gadd insiste en que la ve como una víctima a quien el sistema le ha fallado.
Aún así, eso no ha impedido a la gente jugar al detective para encontrar a los criminales detrás de la historia. La primera gran sospecha fue hacia el actor y guionista Sean Foley, debido a su parecido con el personaje de la ficción.
También al menos tres mujeres han sido acusadas de ser la inspiración del personaje de Martha. Una de ellas, que vive en Londres, habló con el Daily Record para dar a conocer que ha recibido amenazas de muerte y ha sido perseguida por redes sociales: un tipo en Carolina del Norte dijo que él y otras personas iban a acosarme como se supone que yo había acosado a Gadd.
También apareció la supuesta verdadera Martha, que se contactó con el Daily Mail. Allí, afirmó estar siendo víctima de bullying a cambio de fama.
Pero tanto Richard Gadd como Jessica Gunnin, la actriz que interpreta a la acosadora, han intentado calmar las aguas. Gunnin pidió a la audiencia que se quede simplemente con lo que ve en pantalla y no intente buscar a las personas reales detrás del relato: Richard ha hecho un trabajo increíble al no hacer que la historia sea tan blanca y negra, por lo que en realidad no hay buenos ni malos, ni villanos ni víctimas. Simplemente son personas complicadas como lo son los humanos.
Gadd pidió que la gente dejara de especular, diciendo que ese no era el punto de la serie. Y no debería importar. Si la gente fue real o no, si las cosas pasaron tal cual se muestran en la serie, si se hizo la justicia necesaria.
Lo importante es que el creador ha decidido que la manera de actuar sobre el tema, sobre sus sentimientos, es esta. Decide hacerlo a través de la ficción, expiando sus demonios personales para hacerlos públicos y poder iluminar este tema, no solo para hacer catarsis para sí mismo, sino para meterse en rincones poco explorados de la experiencia humana y, ojalá, poder ayudar a otros que se identifiquen con su historia.
La función más valiente y noble de la ficción.
Nota de riesgo: por todo lo que presenta no puede dejar de ser una apuesta arriesgada.